¡Preparados, listos, ya! es una expresión que refleja a la perfección lo vivido anoche en la Sala el Sol de Madrid, donde el grupo Ruidoblanco presentaba su nuevo EP titulado El hombre que habita el mundo. El ímpetu, la fuerza y la convicción con la que subieron al escenario es la prueba más palpable de las ganas de reivindicarse de este grupo de Barcelona, que ha apostado claramente por una versión más dinámica de sus canciones; lo que ayer se demostró en la figura de un Salva Codinach, que pasó menos tiempo sentado delante de su piano (algo parecido a lo que le ha ocurrido a Javi Fernández en Cyan). Ese es el nuevo punto de partida que, sin duda, les debe de llevar a un mayor número de seguidores que, anoche, casi llenaron la Sala el Sol, demostrando una vez más el buen momento por el que atraviesa el indie español a pesar de la que está cayendo en este país llamado España. Y si nuestros mandatarios no tienen alternativas para salir del pozo en el que nos encontramos metidos, Ruidoblanco sí las tiene, pues han teñido el sonido de sus canciones de matices de rock sinfónico y psicodelia a lo Stone Roses, como en Octubre, segundo tema del concierto que fue precedido por Depredación, una canción de su nuevo EP y que ellos iniciaron de menos a más cargando el ambiente de una sinfonía sonora basada en la profundidad de los teclados y en la intensidad de los medios tiempos que, en sus inicios, fueron pura evanescencia. Con El tío más feo del mundo, Salva se atrevió con un primer: ¡buenas noches!, ejecutando la canción con un mayor número de matices y no tan plana como en el concierto anterior, en la que Codinach continúa pegado a su guitarra, dándole de ese modo, una mayor carga de intenciones al resto del grupo. Una estrategia, la de su intensidad, que fundieron con Palabras que apagaron el incendio, en la que el público cantó junto a Salva, y que se a medida que avanzaba, acabó rompiéndose en una perfecta sucesión de acordes muy en plan acústico, que adornan la canción de reflejos mediterráneos.
“Es un placer estar aquí, estamos presentado nuestro nuevo EP”, dijo Salva antes de comenzar a tocar Semanas; una canción perteneciente al mismo y que supone la interpretación del primer dueto intenso de la noche entre Cris y Salva (y que nos suena de una forma diferente al disco). Aquí asistimos a una representación de esos ecos que maduran en el espejo del tiempo, y que atrapados por un toque swing muy distinguido culminan en un momento explosivo que roza el medio tiempo más místico que uno pueda imaginar, en cuyo auxilio, acude un ensimismamiento áureo con el que Cris barniza la canción. Todo esto tenía un por qué, que no es otro que tocar Última versión de ti, donde el público se entrega en un coro colectivo que eleva el ambiente al estado de calma tensa, justo la que gobierna los momentos únicos y distintos; esos que para la mayoría son siempre iguales. Aquí nos encontramos con la versión más dulce y pop de Ruidoblanco, que juega con este nuevo medio tiempo como si fuera un contraluz en primavera, en el que los dedos de Salva juegan, a su vez, por encima de unas teclas que responden de una forma brillante a cada una de sus caricias: “…ya verás, que nadie nos encontrará.”, en lo que de paso se vuelve a convertir en un buen dueto vocal. Sin necesidad de abandonar el pedestal al que se han subido Ruidoblanco, suena Frágiles, la mejor canción de su nuevo EP, y que le sirve a Codinach, para recordarnos cómo se grabó el mismo a través del crownfunding y de paso dar las gracias a aquellos que han participado con su financiación. Frágiles es una canción que está llamada a convertirse en un nuevo himno del grupo, pues es la demostración más nítida y clara de la fuerza, intensidad y ritmo de su música, sobre la que preside una letra que se introduce en el margen oculto de los sueños de quienes la escuchan, y que ayer ejecutaron de una forma muy medida en el tiempo, lo que el público agradeció aplaudiendo con fuerza, y que terminó, con un final intenso, de esos que buscan la épica sonora.
Si alguien había creído que la ola gigante de buena música y entusiasmo había terminado se equivocaba, pues Zumo de naranja con vainilla, empezó a ritmo de bosa nova hasta que se transformó en un swing intenso que más tarde desembocó en lo que entendemos como un homenaje de Ruidoblanco a sus grupos favoritos, pues empezaron a sonar notas y estribillos de Love of lesbian, Antonio Vega y La habitación roja: “…no va a volver a pasarnos esto… luciérnagas y mariposas… eres tu el duende azul”, en una magnífica sucesión de ritmos, que no sólo deleitaron a sus seguidores. Un punto y seguido que siguió con otro de los grandes momentos de la noche cuando sonó Recursos, uno de sus nuevos temas, y que Salva anunció, como una canción que llegó a la final de singles de un concurso y que perdió; una anécdota que le sirvió para meter la morcillita futbolera de la noche. Hacer las cosas bien nos llevó a una sucesión de ritmos más suaves, hasta que como en una noria, sube apadrinado por un duelo de teclados que se fundieron con Horas de más, una canción a la que Ruidoblanco impuso de un largo inicio mucho más oscuro, que llevó a Salva a los teclados al ritmo de un ¡vamos!, mientras se rompía los dedos sobre su piano. Un énfasis que nos recordó al que manifiestan los músicos de jazz, aunque esta vez con tintes psicodélicos. Ya nos vamos, nos anunció Salva con La ciudad más gris del mundo. Una canción que sigue la estela de la anterior, con un final que arrasa y que sus seguidores aplauden efusivamente.
Todos sabíamos que habría un bis, y a los pocos minutos Ruidoblanco regresaron al escenario con otro de sus clásicos, Ni las intenciones, para el que Salva pide un poco de silencio con el que adornar la intimidad del momento, pues ese fue el símbolo del bis, un ritmo entrecortado que permitió a todo el mundo cantar la letra de esta canción, y esgrimir un llanto a la guitarra con un final a modo de batalla de guitarras, que dejaron paso a una potente batería a ritmo de arrebato en Desaparecer, otro de los temas nuevos, que lleva a Salva a terminar cantando en italiano, en una especie de homenaje a la música de ese país, pero que deja un tanto fríos a todos, pues al contrario de lo que suele suceder en casi todos los conciertos, ayer Ruidoblanco no acabaron su actuación con uno de sus himnos más queridos. A pesar de todo, si algo nos quedó claro anoche en la Sala el Sol de Madrid es que Ruidoblanco están ¡preparados, listos, ya! para escalar muchos puestos en el ranking del indie nacional.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.