Falta mucho tiempo, sí, pero ya se definieron las sedes de los Mundiales del 2018 y 2022: Rusia se encargará de organizar el primero, mientras que Qatar orquestará el segundo, tal como se eligió en la votación de la FIFA. Dos grandes potencias económicas que nunca habían albergado anteriormente la Copa del Mundo y que, pese a su poca tradición futbolera cuentan con la lluvia de petrodólares como primer aval, lograron que Blatter las pronunciara para después de Brasil 2014.
Quedaron de lado las candidaturas de Inglaterra -dicen que le costó caro aquella revelación de su prensa sobre supuestos sobornos para la elección de la sede-, y las conjuntas (no es del agrado de la FIFA) entre España-Portugal -el voto de Grondona fue para su versión española, el señor Villar- y Holanda-Bélgica para el 2018. Fueron descartadas Australia, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos para el 2022.
Ambos países, además de ser regiones en las que nunca se había celebrado un Mundial, cuentan con el potencial económico para poder generar diversos negocios para las cuentas de la FIFA y también construir varios estadios nuevos de última tecnología que serán necesarios para la cita. Por el lado de Rusia, los principales personajes que fogonearon la candidatura fueron Roman Abramovich, dueño del Chelsea, el presidente ruso Vladimir Putin y Arshavin. Por Qatar, los estandartes fueron Zidane, Guardiola, Batistuta, Roger Milla y Bora Milutinovic.
The Sunday Times había conseguido grabaciones en las que al hacerse pasar por empresarios interesados en la organización del Mundial en Inglaterra, filmaron a Amos Adamu, miembro de la FIFA por parte de Nigeria, pidiendo 800 mil dólares para un proyecto personal, además de dejar también en evidencia a Reynald Temarii, vicepresidente de FIFA. La BBC mostró en los últimos días documentos confidenciales que detallan 175 pagos secretos a miembros de la FIFA, como Nicolás Leoz, Ricardo Teixeira e Issa Hayatou, entre 1989 y 1999. Sin embargo, FIFA rechazó dichas acusaciones y aseguró que no hay pruebas sobre los regalitos que piden sus directivos a cambio de votos.
Faltan 8 años para uno y 12 para el otro, ¿por qué Blatter, cuyo mandato termina el año que viene aunque irá por una reelección que casi tiene el bolsillo, se da el lujo de realizar estas designaciones? Claro, hay que agarrar todo lo que se pueda antes de que sea tarde, ¿no?