Después de toda una semana dándole vueltas a qué ruta hacer este fin de semana, al final la elegida fue la de “Las Zetas de la Pedriza“, que había hecho nuestro compañero Julio anteriormente.
Decisión arriesgada, pues entre semana el tiempo estuvo bastante fastidiado. Pero claro, aquí no había que preocuparse por la nievo porque esto estaba en la “cara sur”
La Pedriza
Así que sólo quedamos tres valientes en la lista final: Javi (que se estrenaba montando en bici con nosotros), Goyo y yo. Como punto de partida elegimos el primer parking de La Pedriza, que está junto a la garita que regula el paso de coches hasta la parte alta y sirve de centro de información a los visitantes.
Para quienes no conozcan Madrid: La Pedriza es una fantástica composición de rocas pulidas y redondeadas. Está situada en el municipio de Manzanares el Real (noroeste de la Comunidad de Madrid) y se engloba dentro del Parque Natural de la Sierra del Guadarrama. Según dicen, es el mayor conjunto granítico de Europa.
Empezamos la ascensión a 900 metros de altitud. En teoría nos esperaba una ascensión de unos veinte kilómetros, pero los planes cambiarían un poco más adelante.
Para los primeros metros elegimos una trialera que transcurre paralela a la carretera, intentando evitar el tramo compartido con los coches lo máximo posible. Llegamos sin problemas hasta el inicio de la pista de tierra que nos acompañará durante buena parte de la ruta.
Después de unos kilómetros de ascenso con unas vista espectaculares de la capital llega el primer incidente: un pinchazo en la rueda delantera de Javi nos obliga a echar pie a tierra. Como somos gente preparada, lo solucionamos rápidamente con una cámara nueva.
A estas alturas ya habíamos pisado algo de nieve en zonas sombrías del recorrido, pero la cosa fue empeorando mucho. Pisar nieve con la bici y sentirla crujir bajo las ruedas al pasar es una bonita experiencia, pero cuando en el camino empieza a haber hasta cuarenta centímetros acumulados en algunos tramos la percepción cambia mucho
Como detalle, un vídeo: http://youtu.be/AfIjZUEfmZs
Cuando llevábamos unos siete kilómetros de ascensión tuvimos que parar. La pista estaba impracticable y era muy probable que más arriba empeorase, así que aprovechamos para bajar por el camino conocido como “Avenida de Mataelpino”.
En la bajada nos llevamos unos cuantos sustos, pero hay que decir que disfrutamos como enanos de la nieve: ¡teníamos que dar pedales con ganas para poder avanzar!.
A la altura del Área Recreativa de Canto Cochino tuvimos un nuevo percance: la cadena de la bici de Javi dijo basta. Afortunadamente íbamos equipados con tronchacadenas, así que nos pusimos manos a la obra y conseguimos reanudar la marcha minutos después.
Cuando llegamos al aparcamiento (punto de partida de la ruta) llevábamos sólo catorce kilómetros. Como íbamos bien de fuerzas decidimos sobre la marcha alargar un poco la cosa y acercarnos hasta el municipio vecino de Mataelpino.
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Mataelpino
Mataelpino es una localidad perteneciente al municipio de El Boalo y próxima a Manzanares el Real. Está situado a los pies de La Maliciosa, una de las montañas más altas de la Sierra del Guadarrama que se sitúa entre La Pedriza y el valle de La Barranca.
El trayecto hasta Mataelpino fue bastante divertido. El camino estaba bastante embarrado, lo que acabó con la pulcritud que traíamos los tres al bajar de la nieve. Por si fuera poco, tener que vadear el arroyo del Herrero (con un caudal considerable en estas fechas) tampoco ayudó.
A medio camino pudimos disfrutar de la ermita de San Isidro Labrador, al pie de la peña Mediodía y junto al área recreativa del mismo nombre.
Al llegar a la carretera M-617 dimos la vuelta por el mismo camino. Al volver a pasar por la zona más húmeda Goyo tuvo un pequeño accidente con un charco más profundo de lo esperado y acabó bastante mojado (lástima, no está grabado
), lo que hizo que tuviese que adelantarse para cambiarse de ropa.Para rematar la ruta, la tercera avería de Javi: nueva rotura de cadena. No sabemos si fue por el mismo eslabon que en la ocasión anterior, pero el caso es que dada la cercanía de los coches y que era cuesta abajo pudimos terminar la ruta montados y con muy buen sabor de boca.
El Mesón El Gallo de Cerceda
Y como todas nuestra rutas acaban en restaurante, esta vez no podía ser menos.
Conseguimos convencer a Javi para que se quedase a tomar algo y acabamos de tapeo en el Mesón El Gallo, en Cerceda. Raciones abundantes y muy buenas. Unas cañitas para comentar los golpes que nos habíamos dado y empezar a planificar rutas futuras.
La épica de esta ruta va a ser difícil de superar…