Publicadas por primera vez en la American Magazine (1928), para S. S. Van Dine, pseudónimo de Willard Huntington Wright, la novela detectivesca no es más que un juego intelectual que entablan el lector y el escritor. Si bien, como todo juego, éste también se rige por unas reglas que todo escritor de novela policíaca debe respetar.
A saber:
1. El lector debe contar con las mismas oportunidades que el detective para resolver el misterio. Las pistas han de ser dispuestas y descritas de forma explícita.
2. No debe incluirse ningún truco o engaño deliberado, salvo aquellos que el asesino coloca (con toda legitimidad) ante el detective.
3. No debe existir un interés amoroso en la historia. El objetivo es llevar al criminal ante la justicia, no a una pareja de enamorados ante el altar.
4. Ni el detective ni ninguno de los policías que esté a cargo de la investigación podrá ser el culpable. Esta estratagema es un engaño de prestidigitador, el timo del tocomocho.
5. El culpable debe ser descubierto a través de deducciones lógicas, no por accidente, coincidencia o por una confesión que no venga motivada por una razón ineludible. Resolver un crimen utilizando cualquiera de estos recursos es como enviar al lector a la caza de un ganso salvaje y, tras su fracaso, decirle que todo ese tiempo has tenido el objeto de su búsqueda escondido bajo el brazo. Este tipo de autor es un tramposo.
6. Toda novela policíaca debe tener un detective y un detective no lo es a menos que detecte. Su función es la de ir reuniendo las pistas que finalmente
conduzcan a la persona que realizó el trabajo sucio en el primer capítulo; y si el detective no llega a ninguna conclusión a través del análisis de estas pistas, no habrá resuelto el problema7. En una novela policíaca siempre debe haber un cadáver; y cuanto más muerto esté, mejor. Un crimen que no alcance la categoría de asesinato no es suficiente. Trescientas páginas es demasiado para un delito distinto al del asesinato. Después de todo, la preocupación y gasto de energía que despliega el lector ha de ser recompensado.
8. El misterio que plantea el crimen debe resolverse únicamente a través de medios naturales. Otros diferentes, tales como la ouija, los médiums, el espiritismo o la bola de cristal están prohibidos. Un lector debe tener la oportunidad de competir con un detective racional. Si se le obliga a medirse con el mundo de los espíritus y a corretear alrededor de la metafísica de una cuarta dimensión, está derrotado ab initio.
9. No debe haber más de un detective -es decir, sólo un protagonista que efectúe la tarea de deducción-. Presentar al lector más de un detective no sólo dispersará su interés y romperá la conexión directa que ha de establecer con el uso de la lógica, sino que también se estará planteando una partida injusta para con él. Si hay más de un detective, el lector no sabrá cuál de ellos es su co-deductor, de forma que en realidad lo que estaremos haciendo es obligarlo a participar en una carrera injusta: él frente a todo un equipo.
10. El culpable debe ser un personaje que ha desempeñado un papel más o menos prominente en la historia, es decir, un personaje que le resulte familiar al lector y por el que haya sentido cierto interés.
Continuaremos con las 10 siguientes normas dictadas por S. S. Van Dine en una próxima entrada. Hasta entonces
Créditos: Twenty rules for writing detective stories.
Traducción de Ana Bolox.