Entre penalidades y titánicos esfuerzos por sobrevivir, la Seminci’56 ha echado a andar un año más. Y lo ha hecho con su particular alfombra roja, “particular” porque acoge fundamentalmente de directores de postín -lo específico del Festival es el “cine de autor”-, aunque no falten algunos actores que participan en las películas presentadas… en un intento por atraer a los medios y a un público ávido de glamour. Ha dicho Javier Angulo, director de la Seminci, que su ilusión es traer a iconos del cine como Clint Eastwood, los hermanos Coen o Scorsese… pero que los presupuestos obligan a conformarse con un plantel de invitados más modesto. A pesar de todo, en esa misma línea autoral, para esta edición se ha conseguido contar con la presencia de Nanni Moretti para presentar “Habemus Papam” e inaugurar la Semana, aunque no con la de su protagonista Michel Piccoli.
La cinta del italiano venía de sufrir cierto revés en Cannes, y con la voluntad de resarcirse en Valladolid peleando por la Espiga. Por lo visto hasta ahora, no parece que vaya a salirse con la suya… y da la impresión de que continuará su peregrinaje por los Festivales de medio mundo a la espera de mejor suerte. Moretti nos presenta una comedia paródica en torno a un Papa recién elegido que no se siente con fuerzas de asumir sus nuevas responsabilidades, que sufre una crisis de angustia y ansiedad, con el consiguiente desconcierto en el Vaticano. El tono esperpéntico y caricaturesco se ceba con los cardenales, a los que un Nanni Moretti que se reserva el papel de psicoanalista -el narcisismo del director es preocupante- hace jugar al voleibol, mientras su Vicario se pasea por Roma en busca de una paz perturbada y de bucear en un pasado mal digerido.
La acidez e ironía del director/actor es corrosiva y hasta irreverente -no falta en “Todo cambia” cantado por Mercedes Sosa como bandera reivindicativa- en su voluntad de psicoanalizar y ridiculizar a la Iglesia, de reducir a su Cabeza al trabajo de actor frustrado que se siente impotente en su nuevo papel y donde la Iglesia se convierte en teatro de marionetas o en juegos de infantes (por muy venerables que sean los cardenales). La trama humana la aporta Michel Piccoli, como siempre grande ante la cámara, con gestos que nos lo hacen próximo y levantan compasión… pero en el que no se observa un ápice de piedad y sí mucha insatisfacción e infelicidad. Y es que estamos ante la obra de un ateo militante -en la realidad y en esta ficción- que hace un producto sin trascendencia alguna pero con inequívocas cargas de profundidad, lento y repetitivo en lo narrativo y con chispazos cómicos que a unos les resultarán divertidos y a otros ofensivos. La película no levantó grandes adhesiones ni entusiasmos, y no pasa de ser un divertimento ideológico para un Piccoli que salva la historia con un gesto de sinceridad y la cinta con otro de calidad interpretativa.
Abandonamos a Moretti desfilando por la alfombra roja, y a Bigas Luna entregando la Espiga de Honor a Enrique González Macho -productor, distribuidor y actual presidente de la Academia de Cine de España-, para asistir a la proyección de “El perfecto desconocido” de Toni Bestard, tragicomedia en torno a Mark, irlandés que llega a un pueblo de Mallorca con propósito desconocido y sin hablar nada de castellano. Su presencia levanta sospechas y terminará por cambiar la vida de algunos vecinos que no terminan de construir su vida, entre la represión y la indiferencia paterna/materna, entre la desconfianza permanente y los esfuerzos por mirar bien a la gente, entre la imperiosa necesidad de ser madre a toda costa y con quien sea y la búsqueda del amor perdido. A la película le cuesta arrancar entre la mudez del protagonista y los enigmas del lugar, con arquetipos populares trazados a partir de rasgos esquemáticos, pero mejora conforme avanza el metraje y llega a conmover en el tramo final con algún personaje entrañable. Algunas situaciones cómicas y dramáticas, lo mismo que las interpretaciones de los jóvenes actores, resultan excesivamente forzadas, pero se compensa con el peso específico que aporta Colm Meaney con su contenida y auténtica expresividad. Una pequeña película al que no hay que quitarle mérito, aunque no parece que vaya a llevarse la Espiga.
En las imágenes: Fotogramas de “Habemus Papam”, película distribuida por Vértigo Films © 2011. Todos los derechos reservados. De “El perfecto desconocido”, película distribuida en España por Singular Audiovisual © 2011. Todos los derechos reservados.
Publicado el 22 Octubre, 2011 | Categoría: Año 2011, Opinión, Seminci
Etiquetas:Colm Meaney, El perfecto desconocido, Enrique González Macho, Habemus Papam, Michel Piccoli, Nanni Moretti, Toni Bestard