Revista Cultura y Ocio

Sacar melodías de oído

Publicado el 30 noviembre 2018 por Juan Maria Solare @DonSolare

Me preguntaba un amigo hace poco: ¿Cómo es posible que un pianista o un músico oiga una melodía y sepa qué tocar? Es decir, cómo sacar una melodía de oído: oír una melodía y saber qué teclas hay que tocar o qué notas hay que escribir. El amigo es, por cierto, Jorge Ricaldoni.

En pocas palabras, sacar una melodía de oído implica una función cognitiva similar a reconocer colores. Para el lego, hay uno o dos tonos de blanco; para el artista visual o para el fotógrafo hay cien gradaciones de blanco. Se ha entrenado para reconocerlas, como si tuviera un microscopio permanentemente. Se saben el Pantone de memoria.

El equivalente sonoro es reconocer no colores sino “intervalos”, es decir, la distancia entre dos notas. No es importante, a efectos melódicos, saber si esta nota es DO o RE, sino saber que entre ambas existe una relación equis (concretamente, se la denomina “segunda mayor”, pero el nombre da igual aquí).

Parte del entrenamiento básico de un músico es reconocer estos intervalos, que tampoco son tantos (en esencia son doce). Estos intervalos son como las “sílabas” del lenguaje. Una vez que podés reconocer estos intervalos sueltos, comenzás a agruparlos en “palabras” (que musicalmente las llamaría “campo armónico”).

Un ejemplo claro es el comienzo de la Pequeña música nocturna de Mozart (*). Primero hay una nota sola. Después un intervalo simple (una cuarta justa ascendente, concretamente) y después un campo armónico que no es otra cosa que un acorde mayor (uno de los más habituales campos armónicos).

(*) usada o abusada en una famosa propaganda televisiva antediluviana: “pan – pan pan – pan pan es de Sacán.”

“Campo armónico” suena a difícil, otros podrán decir “acorde”, pero el concepto de campo armónico es más amplio. Digamos que un acorde (como el mencionado acorde mayor) es un caso particular de campo armónico.

En lo básico, es esto. Es como un dictado. Escucho el sonido UUUU y sé que se escribe precisamente U. Esto que para nosotros es una obviedad, no lo es en absoluto para alguien de 4 años de edad, y tampoco lo era para nadie hace unos milenios. Es fruto de un entrenamiento ad hoc que se basa en reconocer esas células básicas (intervalos) de manera similar a que se reconocen colores (me repito) o fonemas.

El ejemplo de los colores no es gratuito. Precisamente hace unos meses mi chiquito (2 años y medio) empezó a aprender los colores en el jardín. Y hay un montón de recursos online (videos) donde te enseñan el nombre de los colores. Es decir que tan evidente no es. Es posible que para la mente de un ser de 1 o 2 años las imágenes existan sólo en blanco y negro, el color sea irrelevante e importe sólo la forma de los objetos. El hecho que la diferenciación de los colores se tenga que aprender implica que no se nace sabiendo diferenciarlos. Para mí, ver eso fue una revelación.

Comenten debajo si esta respuesta aclara algo o está aún demasiado pegada al hecho que “lo sé demasiado” y entonces me cuesta explicarlo. Me interesa saber esto porque soy de la convicción que las preguntas (bien planteadas) por lo “elemental” ponen a prueba los conocimientos reales de la gente. Digo “elemental” no por banal u obvio, sino por “relacionado a los elementos”, a los ladrillitos cognitivos.

[Juan María Solare. Bremen, noviembre de 2018]

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