

En sugestividad fonética, las campanas de Sagua no tienen rival, como no sean los timbres de los coches. Gracias a Dios, estamos aquí libres de los bocinazos capitalinos, el Ford es rara avis; apenas hay sino estos viejos vehículos de hules y correaje que el sol ha vuelto pardos, cocheros de arbitrario indumento; timbres inefablemente discretos, plácidos, íntimos, como los píos de los gorriones tras la lluvia.La población, como cumple a su destino trascendental, está tendida entre la línea ferroviaria y el Río. Algún pequeño filósofo amigo hubiera admirado el casi perfecto paralelismo de estas rutas…. El puente es un Brooklyn minúsculo, una arqueada urdimbre de despintado hierro. Un silencio opaco de siesta, turbado apenas por el tenue timbrazo de los coches, que baja de la villa, envuelve el aledaño de la “Tierra del sol amada”.

