Salida para Alves

Y un día, después de encadenar humillaciones y papelones que escupieron el prestigio de Boca, Abel Alves decidió sacarse el respirador artificial como entrenador del equipo. Puso la cara en un momento caliente y aceptó gustosamente heredar el legado en llamas que formularon Ischia y Basile. Sabía que no tendría otra manera de poder ser el técnico de la Primera de Boca. Puso amor propio de sobra para intentar sacar a flote a su querido Boca, pero terminó intentando sofocar un incendio con alcohol. No disimuló los problemas, sino que los expuso aún más.

Ganó apenas dos partidos, a Lanús y a River. No está último gracias a Atlético Tucumán. Su Boca no juega a nada, hace agua en cada rincón, especialmente en la defensa. Cambios frenéticos en cada fecha, modificaciones poco lógicas y un desfile de jugadores y juveniles en cada puesto serán su mayor recuerdo, además de las contradicciones y sus declaraciones estruendosas. No supo manejar el grupo, se ganó la antipatía de los propios jugadores al comunicarle al periodismo los cambios y sus críticas antes que a ellos en el vestuario. Su discurso sobre la casta y el sentido de usar la camiseta Xeneize, no sirvió para nada.

Abel Alves duró 13 fechas y Boca tiró seis meses más a la basura, que ya de entrada lo obligan casi a ser campeón en el próximo torneo para no quedarse por segundo año consecutivo de la Libertadores. Pompei y Larrosa, otros dos históricos que venían trabajando en las Inferiores, serán los encargados de darle un poco de dignidad a  Boca en lo que queda de certamen.