¿Estamos preparados para aguantar durante más de doscientas páginas a un personaje como Adam Gordon? Un poeta yanqui que chupa del bote de las subvenciones con un proyecto basado en nuestra Guerra Civil (o su legado literario) y del que no sabe absolutamente nada y además se la sopla. Alguien que viene a emporrarse a nuestro país y se cuela en las manifestaciones post-11m pensando sólo en tirarse a la española que le acompaña. Alguien que, entre pastillas blancas y pastillas amarillas, limita nuestro cine a travestis y padres fascistas. Alguien que cree que la Sagrada Familia es el edificio más feo que ha visto en su vida, que se va de fin de semana a Granada y no pisa la Alhambra, y que piensa que Madrid está lleno de modernos.
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