Retomamos camino hacia otro parque de Swazilandia, esta vez hacia Mlilwane Wild Sanctuary, un lugar mágico donde puedes dormir en las casas tradicionales Swazis, y muchas de las rutas que se pueden hacer son a pie, no hay grandes carnívoros, y las zonas de cocodrilos e hipopótamos, están relativamente controladas. Darse un paseo entre cebras y ñus con toda tranquilidad por la mañana ayuda a asegurarte un buen día. Sin embargo, llegar hasta allí por las carreteras de este país y con las indicaciones que tienen es un verdadero infierno, constantemente o te pasas o no llegas, y si le sumas las lluvias que acompañan en esta época, perderse es algo cotidiano. Circulamos en espiral unas cuantas horas hasta llegar al lugar, pero mereció la pena. Y eso que el país es tan pequeño que si te descuidas te sales.
Ya finalizaba el viaje, pero quedaba por delante visitar Johannesburgo. Un poco asustados, pues la Lonely Planet solo intenta asustarte diciendo frases del estilo "para ir a X tienes que tomar un bus en la estación de buses" y después "se recomienda no ir a la estación de buses a ninguna hora del día y menos de la noche"....
Finalmente decidimos pasear por el centro a pie y nos resultó bastante interesante (para mi, de las pocas cosas medianamente atractivas que tiene esta ciudad), sobre todo la forma de pasar el día de mucha gente que deambula por allí. Tampoco es tan peligroso como te lo pintan, y como siempre, con un poco de sentido común, las cosas salen bien. También visitamos el museo del Apartheid, muy bien montado y con una entrada impactante, pero demasiado cargado de audiovisual para mi gusto; podrías pasar semana y media viendo videos si decides ver todos...
La entrada del museo
Dimos una vuelta en coche por Soweto, y bueno, para tener la fama internacional que tiene, creo que no es para tanto, hay mil sitios en Latinoamérica que asustan más que esto. De cualquier modo, me alegra mucho que la situación sea mejor de lo que me esperaba.El famoso estadio donde España ganó el mundial (super interesante)
Nuestro viaje concluyó tras una intensa fiesta de fin de año en la que éramos los únicos blancos. Nos olvidamos las uvas en el hotel y entramos a 2012 sin campanadas, pero la suerte siempre es buena, por lo que no hay que preocuparse.