Siglos antes de que Sally Fox decidiera utilizar semillas de algodón marrón, se cultivaban diferentes tonalidades en el planeta. Hubo un tiempo muy cercano con docenas de especies, un tiempo en el que el algodón lucía con color sin necesidad de tintes.
Quedan evidencias arqueológicas de que hace 12.000 años, en el alto Nilo, ya se utilizaba algodón, un tejido que tuvo
que esperar a Alejandro Magno para llegar a Europa. Con los siglos y ya extendido el cultivo en todo el mundo, la selección de fibras más resistentes y fáciles de teñir unificaron el algodón. La blancura llegó a ser un asunto racial, elitista. Aproximadamente dos millones de esclavos americanos utilizaban bonitas variedades que crecían coloreadas para confeccionar su propia ropa, ya que el algodón nacido “sin mácula” era exclusivo para gente de piel blanca. El tono níveo del cultivo debía ser puro, hasta el extremo que una hoja seca en el capazo de la recolección significaba sufrir veinticinco latigazos, un sanción considerada “menor” en las plantaciones.Tras la guerra de secesión americana los esclavos obtuvieron la libertad y el algodón la esclavitud del monocultivo: el blanco, de una forma u otra, ganaba. Otros tonos, más difíciles de teñir y tejer a máquina, se perdieron en parte por las complicaciones implícitas, pero también por las ayudas gubernamentales al monocultivo. Hubo que esperar hasta los años ochenta para que Sally Fox reinventase el algodón coloreado al cruzar semillas de modo natural para que se volvieran fuertes y productivas.
Existe una leyenda según la cual las semillas fueron entregadas a Sally por los incas; otra versión explica que se topó un saquito de semillas “antiguas” por casualidad. Sea como fuere Sally -en realidad, entomóloga de profesión-, se dedicó en cuerpo y alma a recuperar los colores y crear nuevos tonos. Actualmente ha conseguido, de la mano de la ecología y con paciencia infinita (obtener un nuevo color puede llevar diez años) una gran variedad de tonos orgánicos. Sin pesticidas, usando insectos como obreros ecológicos antiplagas, Fox Fibre, la marca de Sally, sigue vistiendo de manera natural a quien escoge su tejidos. Tonos diversos para un mundo de belleza diversificada.
En Cooliflower nos enamoramos de Sally, la ecología y la biodiversidad, por eso nosotros diseñamos con Fox Fibre. Tras el salto, una mini propina…
Así suena el campo de Sally