El año pasado por estas fechas andaba yo hecha una Anna Magnani de la vida y a la gresca con parte de la familia inmediata por aquellas cosas mágicas del Bosón de Higgs, los espacios intermedios y algo en lo que creo a pie juntillas así me degüellen. O sea, que hay realidades que, pese a que no se pueden explicar de manera racional, existen.
Y debe ser que, como soy la única de cuatro hermanos que eligió estudiar Letras en vez de Ciencias, que tengo un macarrónico y personalísimo sentido del Universo y que en mi disco duro mental conviven en armónica vecindad los versos del Cantar de Mío Cid con las soflamas de Rosita de Jericó, pues a menudo ésta que aquí escribe no goza precisamente de gran predicamento en determinadas cuestiones. Ni siquiera entre los suyos, que tienden a hacer acopio de todas sus pertenencias y a huir velozmente del país cada vez que amenazo con una de mis típicas disertaciones acerca de mi visión teleológica, 'bosónida' y psicomágica del mundo.
Como decía, hace un año casi salimos en la prensa nacional por unas 'pequeñas' desavenencias sobre el sentido y la naturaleza del Bosón de Higgs, que viene a ser una cagadita de partícula subatómica con una vida media de una billonésima de segundo _léase yoctosegundo_ que trae locos a los científicos y que, aunque aún no ha podido 'verse', sí han podido observarse _y sentirse_ sus efectos dentro del Gran Colisionador de Hadrones de Suiza. De ahí que se la conozca como 'partícula divina' y que, pese al emperejilamiento de los físicos más reputados del orbe mundial en echarle el guante para darse luego el gustazo de explicar el Universo y parte del extranjero en congresos de esos de hacerse muchas fotos y comer canapés con el meñique para arriba, creo yo que la 'mú jodía' _como Thelma y Louise al final de la película_ no tiene la más mínima intención de dejarse coger.
Al Higgs le ocurre lo mismo que a Dios, que no se le ve pero se le siente, y es en esa mágica paradoja donde ocurren los hechos más extraordinarios a este y al otro lado de la Vía Láctea, pues tal y como presienten los expertos en Física Nuclear, el bosón de marras, generoso y versátil que te pasas, sería entre otras cosas responsable de dotar de masa _y, por tanto, de sentido y razón de ser_ al resto de partículas que conforman nuestro Universo.
El asunto es, como digo, tan mágico, que preveo que los experimentos agendados para 2.012 para dar caza y captura al Bosón de Higgs van a ser un absoluto fracaso. Y no porque no haya tecnología, conocimiento y leyes físicas que sustenten semejante empeño, sino porque es imposible acotar la Magia, porque Dios es tan gigantesto y tan pequeño a la vez _tan ubicuo_ que no cabe en ningún informe. Y porque sería una gran decepción para su Club de Fans que, justo ahora que nos aproximamos a la materialización de un cambio de paradigma sin precedentes, el Maestro del Gran Tablero se deje hacer jaque mate por un 'quítame allá esos bosones'.
Gracias a Dios _o al Higgs, que viene a ser a mi entender lo mismo_ he llegado sana y salva a esta parte del año con la plena certeza de que vivimos en íntimo y subatómico contacto los unos con los otros, que nada ocurre fuera o a espaldas del Universo y que allí donde menos pensamos puede acaecer una magnífica colisión de protones que cambie el estado y el orden de las cosas. Nuestra energía _que es idéntica a la energía del Otro y a su vez la misma energía de todo cuanto nos rodea_ es tan coherente y tan sabia que, en su invisibilidad, da sentido a lo grande, a lo pequeño y a los espacios intermedios.
Deseo, sin ser agorera ni afear el valor que toda empresa científica merece, que la caza y captura del Higgs jamás se concrete. Ni en el 2.012 ni en ningún otro momento. Y, puestos a suponer que alguien pueda estar muy cerca de atraparlo, pido fervientemente que, sin miedo y con dos bosones, el Higgs salte al fondo del Cañón Subatómico dejándonos, de nuevo, con un palmo de narices.
Mudos. Perplejos.
A solas con la Magia y nuestro _solo_ aparente Vacío.