Estar de vacaciones es como quedarse en la cama después de una fiesta hasta el amanecer; cuesta tomar la determinación de levantarse y continuar la vida allá afuera, en el mundo exterior. Sigo de vacaciones, aunque al principio dije que esta condición sólo duraría un mes, y les aseguro que me cuesta pensar en que debo levantarme para continuar la vida más o menos de la misma manera en que la llevaba hace algunos meses. Despierto a veces e intento estirar los brazos, bostezar para cancelar el sueño de una vez por todas y rascarme los guevos para dirigirme después al baño, pero es tan cómoda la cama que al fin y al cabo, pienso, nadie me espera afuera, en el portón de entrada a mi casa. Pero, ¿será esta breve comunicación con el mundo exterior una prueba de que por fin sonó el maldito despertador? Ya veremos. No estén atentos.