Revista Opinión
“El pasado olvidado está lleno de memoria”. (Marc Cooper, 2001)
Tenían que pasar dos generaciones para que se cicatricen las heridas de terror y muerte causadas al pueblo chileno durante la dictadura del general Augusto Pinochet quien se jactaba de controlar "cada hoja que caía de los árboles" entre 1973 a 1990.
Y por supuesto, tenían que ser los jóvenes, porque sus padres nunca pudieron superar sus traumas sicológicos para hacer renacer los sueños de Salvador Allende, aquel humanista, visionario e idealista, y sobre todo el líder que soñaba con “la vía chilena al socialismo con vino y empanadas”, pero cuya vida fue cegada abruptamente por la barbarie que desató el golpe militar el 11 de Septiembre de 1973...
Ahora, cientos de miles de los hijos y los nietos de los que sufrieron las consecuencias de ese horror, libres del miedo y la apatía, vienen saliendo a las calles diariamente desde hace más de tres meses exigiendo, como declaró la dirigente de la Confederación de Estudiantes Universitarios Camila Vallejo, “el cambio del sistema político y económico para que la redistribución del poder sea más justa, la distribución de riqueza más justa”… y “para que la educación sea un derecho universal, garantizado por el Estado, con un sistema más inclusivo, más diverso y más democrático”.
Precisamente con estas ideas soñaba Salvador Allende cuando en 1970 después de las elecciones democráticas ocupó el sillón presidencial, iniciando el proceso de transformación del país para que todos los chilenos tuvieran condiciones dignas para desarrollarse como seres humanos. Inmediatamente hizo reformas en la educación y salud provocando el descontento de la oligarquía nacional. Facilitó con la participación de los trabajadores, en las decisiones en las empresas estatales.
Inclusive, lo que pocos saben, hizo realidad su sueño cibernético, Synco (Sistema de información y Control) que superaba los primeros esfuerzos norteamericanos con Internet.
Bajo la dirección de Stafford Beer, aventurero, sicólogo, filósofo y considerado ahora como uno de los padres de cibernética, los ingenieros del Instituto Tecnológico de Chile, usando el “Modelo de los Sistemas Viables” elaborado por Beer, lograron integrar 51 empresas del Estado en una red conectada a la sala central de operaciones. Y lo interesante era que el sistema debía permitir el flujo de la información desde la base para que los obreros participarán en las soluciones de los problemas de producción. Cuando ya empezaba a funcionar esta sala de control, creada por el diseñador industrial alemán Gui Bonsiepe, se produjo el golpe de Estado y por supuesto los militares destruyeron el Synco por ser “una obra comunista”.
También Salvador Allende buscó ayuda en la Unión Soviética, que aplaudió su triunfo y simpatizaba con su gobierno, aunque mostraba cierta cautela al enterarse de los planes norteamericanos. En diciembre de 1972 durante su viaje a la URSS, Allende logró un crédito por 100 millones de dólares y la restructuracción de la deuda externa de Chile. También la URSS firmó un contrato por la compra de 130,000 toneladas de cobre chileno y varios acuerdos para la construcción de empresas industriales y preparación de especialistas chilenos en distintas ramas de la industria y agricultura. Después del golpe muchos de ellos se quedaron en la URSS.
Para los Estados Unidos, América Latina ha sido siempre su “patio trasero” y no estaba en sus planes permitir que Chile rompiera el orden establecido. La directiva del presidente Richard Nixon fue tajante: "hacer chillar la economía chilena". Bajo la dirección de Henry Kissinger se elaboró el plan del “caos provocado” para tumbar a Allende y desestabilizar al país.
Con 10 millones de dólares compraron a los transportistas que paralizaron al país en 1972, iniciándose una campaña de sabotaje y violencia bajo la supervisión del Director de Operaciones Clandestinas de la CIA, William Colby. Fue la CIA la que entregó a Pinochet la lista de los partidarios de Allende. Por supuesto, la oligarquía nacional y la directiva del Partido Demócrata Cristiano apoyaron a los militares, siendo uno de los líderes del partido y ex presidente del país, Eduardo Frei, asesinado en 1982 por los agentes de Pinochet con una inyección letal cuando se encontraba en un hospital.
Se desató el terror que duró durante 17 años. De acuerdo al reciente informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, más conocida como “Comisión Valech”, la cifra oficial de víctimas del gobierno militar llegó a 60,000 entre los detenidos ilegales, torturados, ejecutados y desaparecidos. Para la tortura no solamente usaron la “Silla de Dragón” (invento del ex agente de la FBI Dan Mitrione), sino perros para violar mujeres o introducirles ratas, sin nombrar otras aberraciones. Como “la Plancha o el Cilindro” (inventos nazis) para hacer desaparecer los cadáveres no abastecían, inyectaban a los detenidos considerados más peligrosos con drogas, ataban un pedazo de riel a su cuerpo y los tiraban a los ríos y al océano. Con el gobierno militar no tardaron en llegar los “Chicago Boys” para privatizar y globalizar la economía chilena desmantelando todos los programas socio económico populares, que se crearon no solamente con Allende sino en el transcurso de la vida republicana del país.
En 1990, Chile retornó tímidamente a la democracia abrazando el modelo neo liberal y convirtiéndose en un aliado incondicional de los Estados Unidos. Logró un sólido crecimiento económico lo que no significa el desarrollo económico y ahora es un país con una de las más grandes brechas entre ricos y pobres. Al final de los años 1990, fue el primer país en América Latina aceptado en el “Programa Bolonia“ en la educación, auspiciado por el Banco Mundial y la UNESCO. Fue elaborado para todos los países desarrollados para homogenizar la educación internacionalmente y convertir el conocimiento en una mercancía. (Rusia también está aplicando este programa). Es un proyecto anglosajón que hasta universaliza las ideas y los valores para facilitar el dominio de pocos y la obediencia de todos.
En Chile la situación llegó a tal extremo que un 80 por ciento de los estudiantes de todos los niveles están matriculados en las instituciones privadas, estando el 20 por ciento de ellas en manos de la iglesia católica. En las universidades y centros de la formación técnica del total de 940,000 estudiantes, solamente 162, 000 estudian en los planteles estatales que cada día disminuyen. Esto obliga a un 70 por ciento de los estudiantes buscar el crédito financiero universitario con el problema eterno de cómo pagarlo. De allí resulta que un 65 por ciento de los estudiantes más pobres no terminan la universidad.
Por eso millones de estudiantes, con un 80 por ciento del apoyo familiar, gritan indignados: ¡“De la sala de clases a la Lucha de clases”! ¡ “Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet”! Las próximas elecciones municipales en 2012 podrían ser decisivas para el futuro político del país pues la juventud está tomando la fuerza haciendo renacer las ideas de Allende.
Vicky Peláez
Tomado de RIA Novosti