Samuel Osborne Barber nació en West Chester, en el estado de Pensilvania. Desde muy temprana edad mostró dotes musicales y a los diez años compuso la opereta The Rose Tree. En muchas entrevistas, Barber recordaba su temprana vocación: lo natural que le resultaba siendo niño, componer canciones. Mencionaba una carta que dirigió con nueve años a su madre y que ha sido citada en múltiples ocasiones. Decía así:
"Querida Madre: te escribió para contarte un secreto que me preocupa. No llores cuando lo leas porque ni es culpa tuya ni mía [...] Para empezar, no he nacido para ser un atleta. He nacido para sr un compositor y lo seré, estoy seguro. Te ruego que no me pidas que lo olvide y que vaya a jugar al futbol. Por favor. Algunas veces esto me preocupa tanto que me vuelve loco (aunque no mucho). Te quiere."
Barber contaba que las expectativas de sus padres se inclinaban más hacia la medicina que hacia la música... pero, una vez que aceptaron que tenía una vocación muy firme, contribuyeron a que recibiera la mejor educación musical. Sus tíos, Luisa y Sydney Horner ejercieron una influencia positiva en su vocación y futura carrera, pues ambos eran músicos profesionales. Como contralto, ella estrenó e incluyó en sus recitales las canciones que Samuel escribía. Su tío le animó siempre a afirmar su lenguaje, sin dejarse influenciar por modas y escuelas, cuestión que, como veremos más abajo, es esencial para comprender el estilo de su música.
A los 14 años ingresó en el Instituto de Música Curtis de Filadelfia, que había sido inaugurado recientemente. Barber tenía una voz hermosa y allí se formó como cantante y también como compositor. Tuvo como compañero a Leonard Bernstein, y como profesores a Emilio de Gonzaga en canto, a Fritz Reiner en dirección, y a rosario Escalero en composición. Recordemos que en aquellos años el director de la Orquesta de Filadelfia era Leopoldo Stokowski y que en 1925. Igor Stravinsky la dirigió con un programa que incluía El Pájaro de Fuego y Petrouschka. Entre unas cosas y otras, Barber estuvo rodeado desde su juventud de figuras que hoy consideramos esenciales en la historia de la música norteamericana y la del siglo XX.
Otra personalidad decisiva en sus años de formación fue Mary Louise Curtis Bok, hija del fundador del Instituto Curtis. Esta mujer de gran cultura le inculcó que lo esencial no era obtener resultados rápidos sino de calidad, y que un músico no podía formarse exclusivamente como instrumentista o cantante, sino que debía conocer y valorar la historia de la música. Se tomó especial interés por su carrera incluso antes de que se graduara en 1934, y le ayudó moral y financieramente. Barber se impregnó de literatura y arte europeo. Pasaba más tiempo leyendo y buscando los poemas de sus canciones que componiendo la música. La literatura seguirá presente en su obra, no solo como texto de las muchísimas canciones que compuso, sino como programa de sus obras sinfónicas.
En 1935 se graduó. Empezó haciendo carrera como cantante y destacando, al mismo tiempo, como compositor. Ese mismo año ganó el Premio de Roma americano, que le ofrecía la oportunidad de residir dos años en la Academia de Roma. Allí compone su primera sinfonía, el primer Ensayo para orquesta, una de sus canciones más famosas, Sure on this Shining Night y el Cuarteto op. 11, que fue terminado en una estancia en Austria, cerca de Salzburgo, y estrenado en Roma en 1936 por el Cuarteto ProArte. Este cuarteto tiene dos partes: la primera, un movimiento rápido de sonoridad neorromántica, bastante original. La segunda parte comienza con el célebre Adagio, que se convertirá en la obra de Barber más interpretada y que podemos considerar la firma de este compositor americano.
En 1839 regresa a su alma mater como profesor de orquestación y, aunque la docencia no fue una de sus pasiones, impartió clases durante tres años. Mary Louise Curtis en persona le pidió que admitiera en su calse a un joven alumno italiano que no dominaba el inglés pero sí era capaz de comprender el francés, lengua que Barber hablaba con fluidez: Giancarlo Menotti. Profesor y alumno descubrieron rápidamente que tenían afinidades comunes, como la literatura o la música de Brahms. Se forjó una amistad que durará más de 30 años y que profesionalmente resultó muy fructífera para ambos. Mary Louise Curtis les ayudó a comprar la Villa Capricornio, en el Monte Kisco en el estado de Nueva York, una casa en medio de un bellísimo paisaje, que supuso para Barber una inyección de energía inmensa. Allí compuso en 1942 el Capricorn Concert, y, en 1956, veraneó María Callas para leer el libreto y escuchar la música dela futura ópera Vanessa, aunque al final no fue ella quien la estrenó.
En las décadas de los 50 y 60obtuvo, además del gran éxito de esta ópera, que le hizo recibir el Premio Pulitzer de la Música en 1958, una estupenda acogida por su Cuarteto para piano y orquesta, op. 38, por el que recibió otro Pulitzer de la Música de 1963. Pero, a partir de estos años, alternaron épocas mejores y peores, todo ello condicionado por las polémicas que provocaba la difícil catalogación de su obra. Su madurez como compositor se caracteriza por esa dualidad: éxitos y galardones, por un lado: y, por otro, la duda constante de sus música por considerase poco moderna. A pesar de los homenajes y reconocimientos, la incomprensión que suscitaba su obra en algunos sectores, le produjo momentos de desánimo y casi de depresión. Pudiendo adaptarse a corrientes más modernas, como el dodecafonismo, y aunque las utilizó en ocasiones, Barber se mantuvo fiel a su voz interior hasta el final de sus días. Actualmente sus obras mayores forman parte del repertorio de instrumentistas, cantantes, orquestas y teatros con la misma frecuencia y naturalidad con que se incluyen piezas del repertorio romántico. Esa es quizá la contrapartida de las acusaciones que el compositor recibió en vida y que muestran que quizá no iba tan desencaminado como muchos pensaron.