Revista Religión

San Diego de Mevania, identificado

Por Santos
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Esta artículo nace por una controversia de las que solemos tener un grupo de amigos en nuestro espacio de Flickr, sobre un retablo donde aparece un lienzo de este santo, nombrado, pero no se sabía quien era. Unos decían que si sería el mismo Beato Jordán de Sajonia, o que si sí, o si no. Entre todos llegamos a la conclusión de que era, sí:

San Diego de Mevania, confesor, dominico. 23 de agosto.
Hay que decir que solo consta como beato, aunque, al igual que muchos santos de órdenes religiosas sean llamados santos. Su festividad era el 23 de agosto, pero al pasar Santa Rosa a este día, no he hallado a que día lo trasladaron, creo que simplemente lo suprimieron. En ocasiones lo hallamos como Diego, o Jacobo, Santiago o Jaime

Fue hijo de padres virtuosos y nobles. Según el "Sacro Diario Dominicano" (1), el día de su nacimiento aparecieron en el cielo tres soles y tres lunas (a veces aparecen como sus atributos), puesto que ese mismo día nacieron nuestro Santo, San Ambrosio de Siena y Santo Tomás de Aquino; a la par de esto, un niño desconocido y de gran belleza iba por las calles clamando "a la escuela, a la escuela, que han nacido tres maestros". Recibió una buena educación y mejores ejemplos de piedad. Muy joven entró a la Orden Dominica, creciendo en virtudes humanas y divinas. A los 25 años, por su gracia oratoria y santidad de vida, le encomendaron el ministerio de la predicación pública. En este, destacó por una palabra encendida, pero misericordiosa, implacable con el pecado y reconciliadora con el pecador. Predicó constantemente contra la herejía nicolaíta, convirtiendo Ottonello, principal líder italiano de la secta. (2).

Fue un hombre penitente, practicó escrupulosamente la enseñanza de Santo Domingo, sobre los 9 modos de orar. Se azotaba diariamente, usaba cilicio y comía lo mismo que los más pobres. Fue tentado constantemente en la obediencia y en la pureza, pero siempre salió adelante por la gracia divina, que correspondía a sus esfuerzos ascéticos. Vivió una perturbadora ansiedad (patológica diría yo) sobre su salvación, que lo llevó a temer que sus virtudes, fama y milagros no fueran sino ardides del diablo para llevarlo a la soberbia. Se examinaba a si mismo en cada palabra o acto. De todo esto “sanó” gracias a una intervención de Jesús: Estando penando su paranoia ante un crucifijo, este le roció empapándolo con sangre del costado del Cristo, mientras una voz le dijo: “esta sangre será una prenda de tu salvación”. Y nunca más desesperó. Este baño de sangre es su principal atributo iconográfico, lo que ha dado pie a representaciones artísticas de lo más "gore".

En el momento de su muerte, 15 de agosto de 1301, se le aparecieron la Virgen del Rosario, Santo Domingo y San Jorge, que le acompañaron al cielo. Luego de morir, los frailes que rezaban por su alma oyeron una vez que decía: “No pidáis á Dios por él, pedid que interceda a Dios por vosotros”. Fue sepultado en su convento de Mevania, donde comenzaron los milagros y la devoción, con tal fama de santidad que Bonifacio IX concedió se hicieran peregrinaciones públicas. En el siglo XVII, 300 años después de su muerte, al hallarse el cuerpo incorrupto, llegó la “beatificación” por Clemente X, que autorizó el culto, con oficio propio, a toda la Orden.

Y concluye el capítulo de este libro con una oración: "Glorioso Jaime, alcanzadme, junto con el santo temos, aquella confianza que tuviste en Jesús Crucificado, para que consiga el fruto que con su Sangre me ha merecido este Divino Señor. Que vive y reina... Amén".

 


(1) Obra editada en español en 1747, que recoge vidas y leyendas de santos, beatos, venerables y personajes ilustres relacionados con la Orden Dominicana.

(2) No hay que confundir el nicolaísmo medieval con el que se menciona en Apocalipsis 2. 6, 15. La herejía que combatió nuestro santo, tomó su nombre de su fundador, Nicolás de Wlasenic, que decía ser portador de una revelación, negándose a aceptar la autoridad de la Iglesia, mientras imponía la autoridad de su doctrina. En cuanto a la conversión de Ottonello por medio de San Diego, he de confesar que no es un tema que haya mirado para redactar este artículo. Alguien ya lo hará.


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