El fútbol es materia imprevisible. Ayer, cualquier hincha de San Lorenzo llevó a su novio/a, su viejo, la mamá, un primo, a ver el partido, domingo a la tarde, con calor, daba para una reunirse, un encuentro que no aparentaba que tuviese ningún atisbo de violencia o de enfrentamiento entre barras rivales, mucho menos. El fútbol argentino tristemente se convirtió en una selección de partidos aptos o no para concurrir. A éste puede, al otro no, y así vamos tachando. No pudo ser, fallaron los cálculos, la sanción de Diego Abal, con categoría de internacional desde 2008, un tipo que dio muestras de desconocer el reglamento, desajustó cualquier posibilidad que el espectáculo terminara de manera cordial. La violencia, emanada por un protagonista como Abal, desencadenó, como un fuego contagioso al resto de las partes involucrados y se vino lo peor.
La Federal, por su parte, fiel a sus más de 70 años de existencia, reprimió sin distinción. Nenes llorando, ahogados por los gases lacrímogenos, madres buscando desesperadas a sus hijos, gente corriendo, un caos absoluto, donde las palabras de prevenir impartidas por Nilda Garré, ministra de Seguridad, parecen esparcidas en el aire sin efecto alguno o tal vez tengo que pensar que se preparan para tirarle gases lacrimógenos a pibes de 7 años. Eso lo hace un reverendo hijo de puta. Ayer, en Bajo Flores hubo varios de ésos, lacras que, sin vocación política suficiente, lo debe saber señora Garré, no se podrá extirpar de cuajo.
Esto no es un panfleto anarquista, bolche ni mucho menos de la Opo, sabemos la reacción errónea de cierto público de San Lorenzo en ir a la nave de la Platea Norte a mostrar su disgusto con el árbitro, una actitud patotera que no conlleva a nada, pero el operativo de seguridad, el que se lleva miles de pesos en cada cancha, es un juguete de poder, un gatillo a punto de apretarse que no distinguió, distingue y distinguirá camisetas. ¿No se preparan para disuadir? ¿Cómo puede ser que la solución final sea la violencia? Los hinchas entraron porque la Policía quiso, punto, no le podemos dar más vuelta al asunto.
El operativo mediático, en este caso del periodismo deportivo, berreta, pútrido, inculto, que sólo busca sangre, elementos indignos de una profesión que quieren transformar en indigna, ya empezó y el único perjudicado será San Lorenzo. En Viamonte, ya preparan el agua, el jabón, sólo faltan las manos. La AFA sucia en todas sus procederes, manchada las manos, inescrupulosa va a callar. Propondrá voceros de turno que explicarán lo inexplicable y tiraran la pelota lejos, como apertura de rugby. Un par de fechas a Abal, quien mantendrá el silencio a la espera que las aguas se aquieten y que pocos se acuerden del papelón que dañará toda su carrera profesional. Suspensión del Nuevo Gasómetro, afuera los hinchas, y la Policía como si nada, haciéndose los guardianes del orden, y bien conocemos que a la primera de cambio se cargan un cadáver encima. No nos olvidamos de Ramón Aramayo, muerto en cancha de Vélez en extrañas circunstancias y que por ahora esperamos que despierte la Justicia.
Lo escribo desde el dolor, en un estado donde tal vez las palabras broten más fácilmente y así la angustia pueda menguar, no lo sé. Ayer en el Bajo Flores no hubo una tragedia de milagro, la incapacidad de varios actores, en especial la del árbitro, desconociendo el reglamento, dejando en ridículo, más allá de la bronca del hincha, su propia carrera, una mancha que no se le va a ir más, o tal vez no le importe.