¿Quién iba a decir a los apenas 1500 vecinos de un pequeño pueblo situado en plena montaña que a partir de 1949 sus calles se iban a llenar de andaluces, gallegos, murcianos o mallorquines?
Y… ¿quién les hubiera dicho, además, que esas personas serían marineros?
Hasta hace muy poco los habitantes de Los Molinos (Madrid) tuvieron la oportunidad de compartir sus vidas con gentes tan dispares como las venidas de Sevilla, Ferrol, Cartagena o Palma de Mallorca.
Y todo porque en el corazón de la sierra madrileña se alza desde finales de los 40 el conocido como Sanatorio de Marina, al que llegaron tanto pacientes desde las bases navales repartidas por España como centenares de marineros de reemplazo de todo el territorio.
Hoy, día de la publicación de la primera parte, han pasado ya más de siete años desde que hicimos la primera visita y sólo nos hemos decidido a escribir esta entrada ahora que el edificio ha sido completamente saqueado.
Por la gran cantidad de material gráfico del que disponemos, el reportaje se dividirá en tres partes:
En la primera nos ocuparemos de la licitación, de la construcción y del funcionamiento sanitario del complejo.
En la segunda trataremos de contar cómo era la vida en el hospital desde el punto de vista de sus trabajadores, de sus pacientes y de los vecinos de Los Molinos, aunque ya podemos adelantar que eran como una gran familia.
Para terminar, en la tercera parte hablaremos del cierre y daremos un repaso fotográfico al resto de instalaciones como las cocinas, la capilla, el grupo electrógeno o la piscina.
Sirva pues como homenaje a todos los que por allí pasaron y en especial a los que han colaborado con nosotros para la elaboración de este artículo.
La Marina en la montaña
Resulta cuando menos extraño que la Marina construyera, en el que posiblemente sea el punto más alejado del mar en cualquier dirección, un enorme hospital para tuberculosos.
Pero quizá precisamente por ser el centro geográfico de la península, la ubicación resultaba equidistante a la mayor parte de las instalaciones de la Armada Española.
El Consejo de Ministros del 17 de diciembre de 1943, presidido por el entonces Jefe del Estado Francisco Franco, aprobó el decreto por el que se autorizaba “la construcción de un sanatorio de tuberculosos de la Armada en Los Molinos (Guadarrama)”
Apenas dos semanas después, el 3 de enero de 1944, se publicaba en el BOE el anuncio del concurso para la construcción del Sanatorio.
Para su ubicación, el Ayuntamiento de Los Molinos cedió al Ministerio de la Marina 94.375 metros cuadrados de terreno a cambio de que el sanatorio dispensara atención primaria y urgencias a los vecinos de la comarca.
El 5 de julio de 1945 el Jefe del Estado aprobaba un nuevo decreto por el cual se autorizaba la adición de dos plantas al proyecto original.
La autorización de gasto ascendió a 1.797.034,67 pesetas a cargo del Presupuesto Extraordinario y pagable en varias anualidades, siendo la primera de éstas de 700.000 pesetas.
El 8 de mayo de 1947, con las obras muy avanzadas, se publicó el anuncio de concurso público para el suministro del mobiliario del hospital, quedando adjudicado éste el día 26 de mayo por un valor de 317.330 pesetas.
A principios de 1949 se terminó la construcción y bajo la dirección del Coronel Médico José López García se recibió a los primeros pacientes en la primavera de ese mismo año.
En total la suma de la superficie construida fue de 8750 metros cuadrados, contando el propio sanatorio, la vivienda, la residencia de médicos y demás edificaciones auxiliares.
El edificio principal albergaba 177 camas y 55 habitaciones repartidas en cuatro plantas: 11 en la primera, 14 en la segunda y 15 en las plantas tercera y cuarta.
La planta baja estaba destinada tanto a servicios médicos como a servicios generales y en el sótano se ubicaron despensas, almacenes y la sala de calderas, que veremos en la tercera parte.
Funcionando a pleno rendimiento, el 26 de abril de 1954, se aprobó la adaptación para que la residencia de médicos fuera transformada en residencia para enfermas.
Este edificio de tres plantas tenía capacidad para 25 pacientes, aumentando la capacidad del complejo hasta las 202 camas.
Servicios médicos
La función principal del Sanatorio de Marina, que recordemos que fue construido como hospital antituberculoso, era la de prestar atención médica al personal con derecho a hospitalización de los tres Ejércitos.
La batalla contra la tuberculosis concluyó poco tiempo después de la inauguración, pues a mediados de la década de los 50, cuando los nuevos fármacos antibióticos como la rifamicina y la rifampicina permitieron controlar eficazmente la enfermedad, muchos de estos centros dejaron de tener utilidad.
Fue entonces cuando el Sanatorio de Marina se especializó neumología.
Quirófanos
Renovados en 1991, los quirófanos A y B pasaron a ser quirófano y sala de curas respectivamente.
Se puede leer en numerosas páginas de internet acerca de la famosa “lámpara de quirófano del sanatorio”, pero la realidad es que la lámpara del quirófano se desmanteló durante el cierre.
En el quirófano A apenas queda nada excepto la increíble vista de la sierra.
La que sí está, en la sala de curas (otrora quirófano B), es la inmensa lámpara de de 360 vatios fabricada por la empresa alemana Hanau Quarzlampen GmbH.
Se componía de nueve focos de 40 vatios cada uno funcionando a 24 voltios.
Rayos
Entre ellos destacamos la mesa radiológica.
Laboratorio
Es una de las partes más impresionantes del sanatorio aunque desgraciadamente también es la que peor ha resistido el paso de los vándalos.
En la primera visita, que hicimos en 2007, la mayor parte de la maquinaria, del instrumental y de la documentación seguía en su sitio.
Un año después, en agosto de 2008, casi todo había desaparecido y la sala aparecía llena de pintadas.
Anatomía patológica
Todo explorador urbano sabe que la sala de autopsias es el punto más buscado cuando de visita un hospital, como la morgue del Harold Wood que vimos en este reportaje.
Contrastando con la espectacularidad y amplitud del centro británico, la sala del Sanatorio de Marina de Los Molinos era una pequeña estancia con una única mesa de autopsias hecha en piedra de 210x75 centímetros.
Continuará en la segunda parte
Texto: Tomás Ruiz
Fotografías: Daphneé García y Tomás Ruiz (exceptuando las cedidas, cuyo autor o procedencia está escrito en la propia foto)