De esta novela épica, Victus (La Campana, 2012) lo mejor que puedo decir es que engancha. No pretendo extenderme, pues prefiero reseñar libros desde el entusiasmo. Victus es un artefacto ideado, pensado y ejecutado para ser lo que es: un superventas, un bestseller. Y lo demás es secundario.
¿Eso es criticable? En absoluto. Todo el mundo tiene derecho a soñar unas vacaciones doradas en la costa francesa y una visita en plan jeque medieval untado en petrodólares a los mejores casinos de Montecarlo.Vaya que sí.
Tiene un arranque interesante, los tiempos de aprendizaje del bribón que un día será ingeniero militar. ¿Ingeniero militar? Ah, sí, como el tipo ese que diseñó las Ramblas de Barcelona que debían ser un paseo para que los burgueses y no tan burgueses de mi ciudad se mostraran, pavonearan y cotillearan. Ahora es un parque temático para turistas ansiosos de beber cerveza a buen precio. Algunos me miran al verme pasar, ya sé lo que piensan: “mira, un indígena”. Y ríen y brindan. Bueno, que no me desvío. El arranque. Fulgurante la figura de Vauban, el mejor ingeniero de plazas fuertes, acaso de todos los tiempos. Luego, lo que sucede a continuación, es un clásico de muchos bestsellers: previsibilidad y narración de oficio: una línea para allá, un giro por aquí, un personaje femenino sexy/misterioso y, luego, me saco de la chistera un enano y un niño perdido (y el enano no es de la casa Lancaster, perdón, Lannister).
Victus es en literatura épica lo que es 50 sombras de Grey en la novela erótica. Curioso ver críticos e intelectuales de renombre alabando el libro como uno de los mejores del año. Nada, ni caso. Victus es para pasar el rato. Si queréis leer un buen libro de Sánchez Piñol, pura literatura fantástica de la buena, os recomiendo La Piel Fría (La Pell Freda, Edicions La Campana, 2002). Esta sí, una bomba que al explotar siempre recordarás. Y para todo lo demás…
Pero esto es un error, esto sucedió décadas más tarde...
Sánchez Piñol y Victus (2012)