¡Hola! ¿Cómo han estado? ¿Cómo los viene tratando este verano (o este invierno, según en qué parte del planeta me estén leyendo?) Los he extrañado un montón; por eso, estoy nuevamente, asomándome desde mi cocina para volver a compartir recetas y consejos que ayuden a ampliar el menú del día a día con propuestas fáciles, saludables y vegetarianas, realizadas a partir de productos de estación ;)Quienes me siguen en Instagram me han acompañado en mi más reciente viaje de vacaciones. Les cuento un secreto: En general, cuando tomo mi descanso, es para olvidarme - dentro de los márgenes racionales que acompañan a los tiempos en los que vivimos - por completo de todo, desconectarme del mundo y hasta ignorar (literalmente) en qué día vivo; sin horarios, sin rutinas y sin más plan que el que se va presentando con el desandar de la jornada. Por eso, cuando paseo no estoy pendiente del celular y de estar publicando todo, desde lo que desayuno hasta la pasta dental que utilizo. No me malinterpreten; no juzgo (¿quién soy yo para hacerlo?) a quien se divierte publicando todo cuanto hace y lugar en el que pone un pie... Lo que digo es que no tengo esa costumbre; sin embargo, en este viaje tomé la decisión de, con calma y sin dependencia, ir mostrándoles un poquito de las maravillas que se presentaban ante mis ojos. Porque sí y porque los paisajes del sur de mi país - en especial de la región cordillerana, según mi gusto personal - son de los más bellos que tenemos. Pero, no se pongan locos los norteños, litoraleños, cuyanos y patagónico-costeros porque si hay algo que nuestro país tiene en abundancia son paisajes que quitan el aliento (y gente maravillosa que con su amabilidad, hospitalidad, solidaridad y trabajo hacen de su lugar un rincón especial de nuestra tierra). Mi lugar en el mundo, sin embargo, es en cualquier rincón del planeta en donde tengamos un bosque tupido, arroyos, lagos, ríos y montañas. Ahí soy feliz; lo llevo en las venas. Lisa y llanamente :D
Pero, volviendo al tema, espero haberles hecho conocer algunos de los lugares más bonitos que tenemos o, como en muchos casos me han comentado, recordar lugares que, como a mí, los han dejado encantados. Ahora bien, todo lo bueno llega a su fin y, con ello, vuelve la rutina. No me quejo de mi día a día porque me dedico a hacer lo que me gusta y me apasiona (situación que no todo mundo puede darse el lujo de llevar adelante). Sin embargo, volver a la rutina también significa chocar con la realidad y, en este caso, la realidad estuvo manchada de tristeza: en pocas semanas, un cáncer devastador, se llevó a una de mis tías más queridas (cómplice, compañera, consejera y compinche). Por eso, no he podido pasar por aquí antes, ni he tenido tiempo o ánimo para publicar...
Como a ella le encantaba todo lo que hacía, porque era fanática de sus sobrinos y sus sobrinos nietos (siempre orgullosa; era nuestra primera fan, alentándonos a crecer y perseguir nuestros sueños), he tomado fuerzas y aquí estoy con propuesta nueva.
En fin, para empezar a tomar envión para lo que resta del año que, por cierto es un trecho largo todavía (aunque el tiempo vuele y el primer trimestre esté cerquita de terminar), quiero traerles esta receta que ni cantidades incluye porque dependerá, en cada caso, del número de comensales y del hambre ;) Lo cierto es que esta propuesta es perfecta para los días de fin de verano que todavía tenemos por aquí, así como sirve para ilusionar a quienes están deseosos porque se acabe el invierno, dando paso a la época de comidas más livianas, tentempiés, ensaladas y sándwiches como el que les traigo hoy.
Tres o cuatro ingredientes bastan para combinarse y lograr que un plato tan sencillo se convierta en una delicia con todas las letras: rúcula, rabanitos, queso azul y un toque de frutos secos. Ni más ni menos :)
Les explico el paso a paso que, de tan simple, da vergüenza. Partimos los panes en mitades (yo utilicé un pan árabe/pita integral con semillas) y los untamos con la mezcla de queso azul desgranado junto con queso crema tipo americano a la que le incorporamos pimienta y nuez moscada recién molidas. Para que tengan una idea de proporciones, les cuento que utilicé la mitad de una pequeña horma de queso azul que amalgamé con unas 3-4 cucharadas bien colmadas de queso crema y... ¡Listo! Sabor y cremosidad asegurados.
Entonces, en una de las caras de cada pan, sobre el queso, disponemos abundante cantidad de hojas de rúcula que lavamos y secamos muy bien. Por encima, ubicamos un colchón abundante de rodajas de rabanitos que condimentamos con algo de aceite, sal, pimienta y nuez moscada. Por último, por encima, espolvoreamos un puñado de frutos secos molidos.
¡¿Y eso es todo?! Eso es todo. Recuerden que los pequeños placeres de la vida no necesitan ostentar mucho porque en su simpleza radica toda la magia. Tantas veces, las cosas se complican sin mucho juicio ni razón cuando la vuelta a lo sencillo es la clave para, en el caso de la cocina, descubrir y redescubrir sabores genuinos y sin artificios. En este caso, el queso azul, la rúcula y los rabanitos no sólo se llevan de maravillas en boca sino que tienen peso suficiente como plantarse en una receta y decir que no se necesita nada más para ser feliz (o, quizás, una cerveza fría para acompañar Jajaja).
Algunas observaciones y recomendaciones finales: Pueden utilizar el pan de su gusto para preparar estos sándwiches. Les recomiendo aquellos que no tengan mucha miga, no sólo por una cuestión de cuidado de la silueta, sino para que los sabores que primen sean los de los ingredientes sin toneladas de masa dando vueltas por allí. Puede ser blanco aunque, como pueden imaginarse, les voy a recomendar los integrales y si son caseros ¡mucho mejor! Le quedan muy bien los panes chatos o con poca miga como la ciabatta/chapata, una rica baguette, unos bagels integrales y con semillas (¡qué delicia!)...
Si así lo prefieren, pueden utilizar en lugar de rúcula (en este caso, conseguí la variedad más común; pero, la rúcula selvática es más sabrosa y picantona, aportándole un puntito de picor extra que le suma sabor) grelos, kale/berza/col crespada, repollo blanco/col, repollo morado/col lombarda (en ambos casos, cortados en una juliana extra fina), berros, radicheta, achicoria, espinacas baby...
En cuanto al queso azul, pueden utilizar alguno regional que sepan es bien sabroso o los clásicos de siempre: Roquefort, Gorgonzola, Stilton, Cabrales, Blue Cheddar, Gammelost...
Estoy segura que si prueban uno de estos sándwiches, en pocos minutos verán cómo desaparece de sus manos porque, en verdad, no podrán parar de comer. La mezcla del amargor algo picante de las hojas de rúcula, con la frescura y picor de los rabanitos, más el sabor acentuado del queso azul que atenuamos un pelín con el queso crema y el dulzor de los frutos secos logran un equilibrio perfecto de gustos, sumados a la cremosidad del aderezo que amalgama todos los sabores. Simple y sincero, les dejará encantados de la vida.
¿Qué les parece mi propuesta? ¿Se animan a prepararla? ¿Les gusta la combinación de sabores y texturas? Espero que sí y que se atrevan a probarla ;)
Les agradezco mucho su compañía y los espero la semana que viene con una nueva receta. Hasta entonces, les deseo que estén muy bien, disfruten junto a sus seres queridos y experimenten en la cocina :)
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