“Sanidad pública…” - Eso es lo que piensan ya muchos, en voz alta, con poco más que un aura de nostalgia en la voz… Pues, cada vez, nos la van desmembrando, más y más, y desperdigando los pedazos.
La sanidad hace aguas
Cada día, los gobernantes del país así como los de las autonomías, se sacan de la manga nuevas resoluciones, requisitos, normas… Los cuales sólo sirven para generar un torrente de papeleo que se traduce en convertir a los profesionales en más administrativos que sanitarios, intentándolos distraer del pilar básico sin el cual nada de esto tendría sentido: el paciente.
Esa aberración burocrática, está haciendo cada vez más rígida la manera de los ciudadanos de acceder a lo que por derecho les corresponde hasta, llegado el caso, impedírselo. Todo, por ahorrar cuatro monedas y para justificar que lo privado es “lo mejor”.
Destrozar lo público
Comenzamos con las aportaciones de las recetas, ¿a quién le cabe en la cabeza que una persona jubilada, que ha pagado religiosamente toda su vida al sistema, tenga que poner de su bolsillo más aún para pagar los pufos de toda la lacra de políticos que ha ido mellando económicamente este país?
Lo último de lo que nos enteramos, y nos preocupó seriamente, fue esta noticia de dudosa veracidad publicada en varios periódicos digitales y en la Sexta. Según la misma, se le da el alta forzosa a una paciente inmigrante al cambiar su situación y quedarse sin prestación sanitaria.
Posteriormente, el hospital en cuestión desmintió, mediante un comunicado en su página web, que los hechos fueran como se cuentan. Es imposible saber qué es cierto y qué falso y no es algo que entraremos a debatir. Sin embargo, esto nos da pie a una reflexión interesante.
El juramento hipocrático impone a los profesionales sanitarios que sus decisiones siempre estén revestidas de la debida ética, además de su propia conciencia personal. El sistema en el que vivimos actualmente, es un sistema cruel que se basa en “ahorrar” al máximo, en lo que a los de arriba les interesa, sin que por supuesto sus rentas se vean disminuidas. Es un sistema más que cruel, porque son ellos los que legislan desde la comodidad que les otorga el hecho de no ser quienes deben aplicar esas leyes, decretos-ley, órdenes, resoluciones y normas que se inventarán, como decíamos antes, para “ahorrar” cuatro monedas imponiendo medidas que podrían quedar muy próximas a lo éticamente cuestionable.
Son los mismos ciudadanos de a pie, los últimos eslabones de la cadena, los mensajeros, los emisarios y los ejecutores que deben aplicar este compendio de normas sin sentido, imponiéndoles un conflicto de interés inhumano como hacía tiempo no nos encontrábamos.
Por supuesto, son los pacientes los más perjudicados de este destrozo que llevan a cabo, cada día más, de la sanidad pública. Sensibles y vulnerables, a la espera y en la incertidumbre, ante la preocupación no sólo por su enfermedad como venía sucediendo, sino por si les será posible acceder a su tratamiento o a las técnicas para su diagnóstico.
Sanidad pública…dentro de poco?
Apoyémonos los unos a los otros, pacientes y profesionales, ciudadanos, para alzarnos en defensa de la sanidad pública frente a los que juegan impunemente con nuestros derechos, obligaciones y nuestro futuro.