En las tradiciones locales sobre los santos no encontramos a veces con cuentos populares y relatos orales curiosos que reflejan cómo, a fin de cuentas, la mayoría de lo que sabemos sobre los santos de la antigüedad son construcciones orales muy posteriores a la existencia de ellos, fruto de la fantasía de los devotos, y que dicen realmente muy poco o nada sobre tales personas en cuestión.
Especialmente llamativo es el caso de Santa Apolonia, virgen y mártir (9 de febrero) en la tradición hagiográfica catalana. Joan Amades, en su obra Costumari català: el curs de l’any (Barcelona Salvat, 1950, vol. 1, pp. 744-745) nos relata una versión de la vida de la mártir alejandrina que es tan infundada como disparatada, además de muy cuestionable hoy en día.
Tal relato dice que Apolonia nació en Barcelona (España) y que estaba casada con un hombre de mal genio, cabezota y furioso, que nunca estaba satisfecho con nada de lo que hacía y le pegaba constantemente. Cansada de aquella vida miserable, se hizo monja dominica. Pasado un tiempo, se le apareció Jesucristo cargado con una inmensa cruz que arrastraba trabajosamente. Tras tres días de repetida visión, Apolonia quiso ofrecerle su ayuda, pero Jesús respondió: “Apolonia, Apolonia, ¿cómo quieres ayudarme a llevar mi cruz si no puedes llevar la tuya?” Con estas palabras entendió que debía volver a casa y asumir estoicamente el sufrimiento que le había tocado. Allí, según Amades, “su marido, cuando la vio, sin decirle palabra le arreó un par de bofetadas tan fuertes que le saltó todas las muelas y todos los dientes de la boca”.
Con este relato, cargado de una atroz misoginia, típica de la época medieval, explicaban los lugareños el patronazgo de Santa Apolonia sobre los dolores de muelas. Naturalmente esta barbaridad no tiene que ver con la mártir auténtica, que vivió en el siglo III de nuestra era y fue martirizada en Alejandría de Egipto, y cuyo relato verídico conocemos por una carta del obispo local, Dionisio. Pero si parece un disparate inventar estas historias sobre santos populares bastante conocidos, el ejemplo sirve para pensar cuántas de las historias y relatos que conocemos de los santos no tendrán un origen tan simple y arbitrario como ésta, y hasta qué punto podemos decir que sabemos algo de los santos de esas épocas tan tempranas. Valdría la pena hacer una reflexión sobre ello, especialmente recomendada para aquellos que se escandalizan tan fácilmente con visiones críticas y realistas sobre leyendas tardías e infundadas, que ellos creen intocables simplemente porque son “de toda la vida”.
Se podría decir mucho más de este tema, especialmente haciendo hincapié en la tendencia en muchas zonas a apropiarse de un santo haciéndolo nativo de la región, pero de momento lo dejaremos aquí. Gracias a Joan Arimany Juventeny, administrador de La Devocioteca (http://devocioteca.blogspot.com/) por permitirme usar la información de Amades.