Empieza la segunda semana de febrero y con ella se nos vuelve a plantear un dilema similar al de la festividad de Todos los Santos en noviembre; volvemos a tener que optar por la tradición o meternos de lleno en la globalización. En este caso, no obstante, podemos ser más volubles y disfrutar de manera más sutil y "sin que se note" de las dos opciones, ya que las fiestas se celebran en fechas próximas, pero distintas.
El año pasado ya expliqué detalladamente la historia de Santa Eulalia y la relación con la ciudad de Barcelona. Este año, dada mi pasión por reivindicar esta fiesta, quiero volver a hablar de ello, pero de manera diferente. Simplemente os voy a proponer una breve ruta de observación por algunos lugares del centro de la ciudad, que nos permita ir descubriendo qué elementos encontramos relacionados con Santa Eulàlia, y cuáles con San Valentín. ¡El enfrentamiento está servido!
Pero antes de empezar nuestro paseo, necesitamos saber el por qué del día de San Valentín y, siendo como es una fiesta de tradición anglosajona, por qué se celebra también aquí.
Como ya hemos hecho en otras tantas ocasiones, tenemos que trasladarnos a la antigua Roma para situar el origen de la fiesta. Por aquel entonces existían diferentes celebraciones paganas relacionadas con el amor y la fertilidad, donde se solían realizar ofrendas y sacrificios en honor de Cupido, dios romano del amor. Unas de las fiestas más populares de la ciudad de Roma eran las Lupercales, que se celebraban cada año entre el 13 y el 15 de febrero. Con la llegada del cristianismo, como solía ocurrir, se prohibieron y se sustituyeron por otras que se empezaron a celebrar el 14 de febrero, en honor de San Valentín, un antiguo sacerdote y mártir que desafió a las autoridades romanas celebrando secretamente matrimonios entre jóvenes, a pesar de la prohibición de contraer matrimonio para evitarles compromisos familiares de cara a servir como soldados. Tras ser descubierto, fue detenido e increpado por el mismo emperador Claudio II, quien ordenó encarcelarlo y, finalmente, ejecutarlo el día 14 de febrero del 270 dC.
En la Inglaterra medieval empezó a consolidarse la costumbre de enviar versos de enamorados, que derivarían a finales del siglo XIX en las tarjetas postales con corazones e imágenes de Cupido, que Esther A. Howland empezó a comercializar en 1840 y que se conocerían popularmente como valentines. La fiesta se implantó posteriormente en los Estados Unidos, que a lo largo del siglo XX consolidarían la tradición y ampliarían el merchandising a cajas de bombones, caramelos, pasteles, peluches y ramos de rosas en forma de corazón.
Dicen que en los países nórdicos la fiesta está inspirada en la naturaleza y en el ciclo del año, ya que se corresponde con el momento en que los pájaros empiezan su apareamiento, y es un símbolo de amor y de creación.
A España la fiesta llegó a mediados de los 60, con un espíritu totalmente comercial. Parece ser que febrero era el único mes del año en que no había ninguna fiesta popular para incentivar las ventas, y el espíritu de San Valentín ayudó a ello. No obstante, en lugares como es el caso de Barcelona, la apuesta por Sant Jordi siempre le ha presentado una dura competencia.
Y, una vez visto y argumentado por qué cada febrero Santa Eulalia le tiene que plantar cara a San Valentín y a sus corazones, empezaremos nuestra ruta en la Rambla de Canaletas.
Nada más empezar el recorrido, dos grandes pósters nos anuncian que se aproximan las fiestas de la Laia, como popularmente se conocen en Barcelona, y el festival LlumBcn, que un año más volverá a llenar de luz algunos de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Seguimos Rambla abajo, todavía sin señales de San Valentín, y llegamos al Palau de la Virreina. En el vestíbulo nos topamos con una exposición de gigantes y cabezudos preparados para participar en los pasacalles que se celebrarán en el programa de fiestas. Encabezando la exposición, la giganta Laia.
Seguimos nuestro camino y, un poco más abajo, una tienda de regalos para turistas luce en su escaparate el primer objeto que nos recuerda a San Valentín: un enorme corazón de peluche con la inscripción: “I love you”. Un poco más abajo, tras ir mirando a izquierda y derecha, el escaparate de la pastelería Escriba reclama nuestra atención por la cantidad de corazones que luce acompañados de pasteles, bombones y macarons, especialmente diseñados para regalar en el día de San Valentín.
Cruzamos el Pla de la Boqueria y frente a nosotros, sobre un pedestal situado en la esquina superior de uno de los edificios, aparece una de las estatuas que Santa Eulalia tiene repartidas por la ciudad. En la misma fachada, una placa en latín de 1785 nos recuerda el martirio de esta santa barcelonesa.
Seguimos por la calle de la Boqueria y pasamos por la calle de l’Arc de Santa Eulàlia. Un poco más arriba, en la calle del Call nos topamos con un gran corazón en el escaparate de una tienda de bisutería, que nos recuerda que el día 14 será la festividad de San Valentín.
Pasamos por la plaça de Sant Jaume, camino de la calle de la Baixada de Santa Eulàlia, segunda calle del recorrido dedicada a la Santa. En un recodo de la calle hay una capillita con una imagen de Santa Eulàlia y, sobre el cristal que la protege, una corona de flores en forma de aspa, símbolo que representa a la santa. En la misma fachada, unas baldosas de cerámica recogen unos versos escritos por Mossen Cinto Verdaguer sobre el martirio de la santa. Un grupo de turistas escuchan atentamente las explicaciones del guía, que les está explicando quién era Eulàlia… Y San Valentín, sigue sin aparecer.
Atravesando la calle dels Canvis Nous, pasamos por la calle de la Palla hacia la Catedral de la Santa Creu i de Santa Eulàlia. Hoy no vamos a visitarla, ya que lo hemos hecho de manera pormenorizada en otra ocasión, pero no por ello dejaremos de recordar su tumba en la cripta, las ocas del claustro, el carrer del Bisbe que llevó el nombre de la santa hasta avanzada la Edad Media y, no lejos de allí, la talla que hay en una de las capillas de Santa Maria del Mar, donde se encontraron sus restos. Por el momento, seguimos sin más noticias de San Valentín… Como se diría en el argot futbolístico Santa Eulalia está ganando por goleada respecto a su presencia en la ciudad.
Para acabar, nos encaminamos hacia nuestro punto de inicio, a través de la Avinguda del Portal de l’Ángel. Y cuál es nuestra sorpresa ¡qué empezamos a ver corazones, por aquí, allá y acullá decorando casi todos los escaparates! Unos rosas, otros rojos; unos de papel, otros de tela; unos grandes, otros pequeños… pero todos "directos al corazón", como reza la frase que acompaña a uno de ellos.
¡Por fin ha aparecido San Valentín en Barcelona! Y como no, ¡en la calle comercial por excelencia!
No dejéis de consultar el nomenclátor de la ciudad y comprobaréis cuántas calles tiene dedicadas cada santo en Barcelona… San Valentín ninguna; Santa Eulàlia, en cambio, no solo calles, sino también paseos, plazas y pasajes. Además de las dos por las que hemos pasado durante el recorrido, hay dos en Sarrià, el carrer Nou de Santa Eulalia y el Passeig de Santa Eulàlia; la calle de Santa Eulàlia en Gràcia; y la Plaça de Santa Eulàlia y el Pasaje de Santa Eulàlia en Nou Barris.
En fin, y para no alargarme, ¿a qué conclusión hemos llegado? Pues qué la imagen de Santa Eulàlia se mantiene viva por toda la ciudad, ya que al fin y al cabo es la copatrona de la ciudad, y que San Valentín es un mero promotor “comercial”…
Aunque, tal y como están las cosas últimamente, más de un tendero “le encendería un cirio”.
¡Qué no decaiga la fiesta! Y, tanto si apuestas por participar de la tradición, o por “ir de compras” potenciando la sociedad del consumismo, recuerda que en Barcelona siempre encontrarás dónde hacerlo.
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