Revista Religión

Santa Magdalena de Nagasaki

Por Santos

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Pregunta: ¿Quién es ella? Suecia.

Respuesta: Preguntas por una imagen procesional de Santa Magdalena de Nagasaki, virgen y mártir  (20 de octubre) que se venera en La Naval de Manila (Filipinas). Aunque es una imagen muy bella, la figura de la idealizada japonesa vestida con un bello kimono no casa con la figura de la mártir real, más similar a la imagen adjunta en el artículo.

Magdalena nació en el año 1611 en un pueblo cercano a la ciudad de Nagasaki (Japón), en una familia rica. Tenía varios hermanos y a todos ellos los educaron los padres en la fe cristiana. En 1614 el shogun Tokugawa Yeyasu, gobernante budista, decretó una persecución contra el cristianismo que empezaba a arraigar en Japón. Con sus sucesores Hidetada y Yemitsu ésta se volvió más violenta y cruel, marcando la infancia y juventud de Magdalena, que vio pronto a sus padres y hermanos caer víctimas de la represión. 

De ella se nos dice que era una mujer hermosa, de delicada constitución y profunda espiritualidad. En 1624 conoció a dos agustinos recoletos, los padres Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, que habían llegado a Japón unos meses antes. Atraída por su carisma decidió profesar como terciaria agustina recoleta. Desde entonces vistió el hábito y se dedicó al apostolado, a la oración y a la lectura de libros sagrados, como el célebre "Exhortación al martirio", que circulaba clandestinamente entre los cristianos y donde se daban consejos para resistir la persecución y se daban ejemplos de mártires. Desempeñó su ministerio con solicitud y cariño, logrando la conversión de muchos budistas. Consolaba a los afligidos y animaba a los frailes, fortaleciendo a los que se desanimaban por la persecución y apoyando a los valientes. Muchos acudían a pedirle consejo y orientación, ejerció de educadora para los niños y lograba limosna de los comerciantes portugueses para mantener a sus pobres.

En 1629 la persecución se volvió más sistemática y cruel. Magdalena, junto con los padres agustinos y un centenar de cristianos, se vieron obligados a ocultarse en las montañas de Nagasaki. En noviembre capturaron a los dos misioneros y ella permaneció escondida con los demás, soportando con serenidad el sufrimiento y la estrechez, pues vivían en cuevas y no tenían más que hierbas silvestres para alimentarse. Infundía valor en los demás para permanecer fieles, animaba a los renegados, visitaba a los enfermos, bautizaba recién nacidos y tenía una palabra de aliento para todos.

El 3 de septiembre de 1632 los padres Francisco y Vicente fueron quemados vivos. A otros dos misioneros, fray Melchor de San Agustín y fray Martín de San Nicolás, los asaron a fuego lento. Ella tomó entretanto el hábito de terciaria dominica, tras conocer a fray Jordán de San Esteban, padre dominico, aunque no llegaría a profesar (aún así la orden dominica la tiene como santa propia). Dos años después Magdalena, desolada al ver que muchísimos cristianos se venían abajo y renegaban por miedo al dolor y la muerte, decidió ella misma dar ejemplo a los suyos.

A principios de 1634 se entregó voluntariamente a los perseguidores, presentándose como cristiana y misionera. Los carceleros, viéndola escuálida y en un estado deplorable tras las privaciones sufridas en la montaña, la despacharon de su presencia, conminándole a huir y esconderse. Pero Magdalena volvió a presentarse al día siguiente, imperturbable, con su hábito de terciaria y una bolsa llena de libros religiosos, repitiendo las mismas palabras con que se había presentado. Molestos por su descaro, la encerraron en la cárcel, y hasta que fue llamada ante los jueces, pasó el rato leyendo los libros que había traído con ella.

Llamada ante el tribunal, como la vieron joven, la lisonjearon para que aceptara renegar del cristianismo. Le ofrecieron devolverle la hacienda que le había sido confiscada a la familia por la persecución, casarla con un buen partido, etc; pero no sirvió de nada. Pasaron a amenazarla con tormentos, creyendo que, por ser mujer, se acobardaría pronto. Tampoco sirvió de nada y entonces la entregaron a los verdugos, que la atormentaron haciéndola ingerir cantidades inmensas de agua que luego la forzaban a vomitar, o clavándole astillas de bambú en las uñas de manos y pies y obligándola a escarbar en la tierra. Pasaron varios días de alternancia entre torturas e interrogatorios, de largas estancias en la jaula en la que era visitada por sus correligionarios, hasta que acabó por convencer a sus verdugos de que era inútil porfíar con ella. 

A primeros de octubre se dictó sentencia de muerte contra ella. Marchó hacia el suplicio con diez compañeros, como iba la primera, la llamaban La Capitana. Fue ejecutada mediante el atroz método del tsurushi o fosa (para ver en qué consistía, consultar este artículo: "Martyrium: Tsurushi"). Aguantó 13 días colgada boca abajo, y aún tenía humor para decir a sus vigilantes si querían oírla cantar, tras lo cual iba cantando todos los himnos que se sabía. En los últimos días empezó a decir que tenía sed, y como quisieran ofrecerle agua, se negaba a tomarla, diciendo que ya no era esa agua la que quería, sino la que Cristo le iba a ofrecer.

El decimocuarto día hubo una lluvia torrencial llenó el hoyo donde estaba metida y se ahogó. Tenía 23 años de edad. Su cadáver fue quemado y sus cenizas arrojadas al mar, de suerte que no queda ninguna reliquia suya. Fue beatificada en 1981 y canonizada por Juan Pablo II en 1987 junto a otros mártires japoneses. Ha sido declarada patrona de la Fraternidad Seglar.

Meldelen

A mi me llama la atención como estas actas, que lo son en toda regla, se parecen a las antiguas. Tormentos, amenazas, lisonjas, desprecios, diálogos...

Ramón.

 


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