Revista Arte

Santiago Rusiñol, los jardines del capricho

Por Lparmino @lparmino

Santiago Rusiñol, los jardines del capricho

Santiago Rusiñol, por Ramón Casas, h.1895
Museu Cau Ferrat, Sitges - Fuente


Santiago Rusiñol murió un 13 de junio de 1931 en Aranjuez. Se encontraba en la localidad madrileña para pintar sus jardines, su gran pasión y casi el tema central de toda su producción pictórica. De hecho, solicitó un permiso especial de Alfonso XIII que le facilitara el acceso. El propio monarca llegó a solicitar su colaboración y su opinión en el proyecto decorativo que debería remodelar los espacios ajardinados. Rusiñol, sin embargo, consideraba que lo mejor que se podría hacer era dejarlos como estaban, no tocarlos. Podría sorprender una respuesta que deja entrever una postura esencialmente conservadora para el que había sido uno de los principales renovadores de toda la cultura catalana desde su taller – museo del Cau Ferrat de Sitges. Al fin y al cabo, Rusiñol, modelo de la bohemia artística en la época a caballo entre el siglo XIX y el XX, había iniciado un profundo proceso de renovación de las letras catalanas y del arte como introductor del modernismo.
Rusiñol había nacido en 1861 en el seno de una familia de la alta burguesía barcelonesa enriquecida gracias a la industria textil. Muy pronto perdió a sus padres pasando a estar bajo la tutela de su abuelo, hombre severo que pretendía mantenerle alejado del arte. Santiago, muy joven, autodidacta, desarrollaba su pasión a escondidas. De hecho, en su primera exposición de obra en el museo de Gerona tuvo la picardía de dedicar uno de los cuadros a su abuelo intentando aplacar las iras del tutor. Sólo con la muerte de éste en 1887 Rusiñol descubrió los enormes placeres de la libertad del artista. Llegó a abandonar a su mujer y se trasladó a París donde se sumergió de lleno en el ambiente artístico de la bohemia del barrio de Montmartre. Se puede entrever la personalidad y el fuerte carácter del artista, sujeto a los vaivenes de sus caprichosque no dudaba en satisfacer a la más mínima ocasión, haciendo gala de un egoísmo atroz que no respetaba ni a las personas más cercanas ni a sus allegados. De hecho, sólo volvió con su mujer cuando necesitó de sus cuidados para tratar sus graves dolencias.

Santiago Rusiñol, los jardines del capricho

La morfina, 1894, Santiago Rusiñol
Museu Cau Ferrat, Sitges - Fuente

Santiago había tenido un accidente en las calles de París que le dejó con graves secuelas: la principal de ellas la adición a la morfina, sustancia que tomaba en cantidades ingentes para palar sus frecuentes dolores y que le llevarían a practicar con los años una intensa cura de desintoxicación. En 1894 pinta La morfina. Un cuadro inquietante que nos muestra a una joven postrada en la cama que descansa mientras que, con gesto inconsciente, con la mano crispada por el dolor, trata de encontrar consuelo en la sabana. Quizá era el propio y enfermizo Rusiñol abandonado al placer onírico que le proporcionaba la morfina. De hecho, todos los críticos, artísticos y literarios, señalan el profundo proceso de transformación que sufre la obra de Rusiñol tras conseguir desengancharse de la morfina: se pierde la esencia que había caracterizado su producción, de autosatisfacción ególatra para dar paso a un mentalidad más comercial que trataba, ante todo, de satisfacer al público repitiendo modelos y fórmulas hasta la saciedad, tanto en pintura como en literatura.Rusiñol cultivó diversos géneros destacando por encima de todos el paisaje. Pintaba constantemente vistas tanto urbanas como campestres. Siempre solitarias, recreándose, incluso, en muchas ocasiones, en la sordidez de los ambientes. Prácticamente convirtió en propia la pintura del jardín. María Teresa Martín Bourgon, del Museo del Prado, describe el esquema general de los jardines de Rusiñol, en los que el primer plano aparece dominado por los elementos ordenados de la naturaleza para ofrecer un fondo de ambiente salvaje que contrasta claramente con la visión del jardín. Una contraposición que siempre interesó desde el aspecto teórico al pintor que enfrentaba los conceptos y las diferentes formas de entender y vivir la vida: la poesía contra la prosa, el artista contra el burgués, la naturaleza indómita y el jardín, etc.

Santiago Rusiñol, los jardines del capricho

Paseo de los plátanos, 1916, Santiago Rusiñol
Colección Fundación Banco Santander, Madrid - Fuente

De personalidad compleja, Santiago Rusiñol se resuelve como figura trascendental para lograr comprender el tránsito entre el siglo XIX y XX. Consciente de lo anticuado y anquilosado de la vida cultural catalana, se decidió renovar el ambiente intelectual mediante violentos y radicales giros. Hombre caprichoso, impulsivo hasta la saciedad, desarrolló su arte en los parámetros del modernismo que aprendió en París, donde convivió y supo hacer suyos muchos de los principios del simbolismo y del impresionismo. Pero su mayor creación, sin duda, fue él mismo, el personaje que inventó y al que dotó de un guion de excentricidades finamente calculadas con las que pretendía dinamitar los cimientos de la sociedad burguesa catalana. El arte era arte, nada más; y debía ser entendido como religión suprema de la que Rusiñol se había empeñado en ser profeta. Luis Pérez Armiño

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