Ayn Rand, decía: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias mas que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá, afirmar sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada."
Ambos tenían razón, y los dos lo han dicho hace mucho tiempo, pero es como si lo gritaran hoy en nuestras calles donde la democracia se ha convertido en un sucedáneo como el azúcar reemplazado por la sacarina, el café que se ha hecho descafeinado, la leche desnatada y la mantequilla que se ha vuelto light. El objetivismo de Rand tiene plena validez por cuanto nos ayuda a tener una mente libre, un pensamiento propio; pero se vuelve descafeinado cuando solo funciona en términos del trueque moderno del capitalismo en el que vivimos, un sistema de intercambio de favores, en el que los méritos son obsoletos. El racionalismo de Rand en nuestra sociedad se vuelve emoción porque se vota por un color, por una bandera, por una tradición, por un interés particular, antes que por unas ideas y por sistema justo. La razón no tiene lugar en un sitio en el que se ha puesto en el trono de la casa al azote del pensamiento, en el que el lugar privilegiado es para la tele mietras que al libro se le relega a un rincón oscuro, en el que el ejercicio más exigente para la mente es recordar el resultado de los partidos de fútbol o lo acontecido en el capítulo anterior del reality de turno.
No hay probabilidad de ser objetivos cuando en miles y miles de pueblos se sale en procesión con una estatua sobre los hombros, y el fanatismo se apodera de la gente; ni mucho menos cuando algunas costumbres bárbaras son consideradas de interés cultural o cuando se recortan los presupuestos de la educación y los que salen a la calle a protestar son los maestros y no los verdaderamente implicados que son los padres y los alumnos; cuando en minutos se inundan de gente las avenidas para celebrar un triunfo deportivo, pero da pereza salir cuando las restricciones a nuestra libertad no implican que nos vamos a quedar sin fútbol y sin tele. Los mentirosos medios de comunicación hablan sin cesar de la crisis y de la posibilidad de que empeore, es decir, hablan de una sociedad condenada, y en este sentido no mienten pues la democracia q.e.p.d. será reemplazada en breve por un sucedáneo. Si antes se componía de las palabras griegas demos (pueblo) y krátos (poder), ahora podemos componer algo light, por ejemplo sápios y krátos, una Sapiocracia, que no es el gobierno de los sabios como pensarían algunos sino el gobierno de los corruptos, de lo podrido. Bienvenidos a la sociedad del gobierno 3.0 y no olviden votar por el más corrupto pero que les promete el cielo (o sea el fútbol, las fiestas y el gran hermano), y sobre todo salgan a la calle solamente para aprovechar las rebajas o cuando el equipo quede campeón, no vaya a ser que los confundan con los perroflautas.