Sara Baras es una de las artistas con las que he mantenido una relación más estrecha. Por diversas razones (algunas las desconozco), hace un tiempo se produjo un distanciamiento que ha convertido nuestros encuentros y nuestras conversaciones -cordiales y cariñosos siempre- en cada vez más esporádicas. Confío algún día en poder sentarme con ella para hablar largo y tendido y aclarar muchas cosas. Pero eso es harina de otro costal.
Ha traido Sara Baras a Madrid, después de estrenarlo en París en diciembre pasado y de pasearlo por distintas plazas, su nuevo espectáculo, titulado Esencia. En él rescata fragmentos de sus anteriores trabajos: Sensaciones, Cádiz la Isla, Sueños, Juana la Loca, Mariana Pineda, Sabores, Baras-Carreras, Carmen... Y lo hace con un espectáculo elegante, intenso, equilibrado y lleno de calidad, donde el duende se hace presente en su baile juncal y poderoso. Sara vuelve a ser Juana la loca, vuelve a bordar esa inolvidable farruca, vuelve a dejar sin aliento a los espectadores con su taconeo imposible... Y vuelve a demostrar que es la reina del baile flamenco de nuestros días.
El próximo 25 de abril, en su Cádiz natal, colgará los zapatos provisionalmente para abordar una tarea mucho más comprometida e ilusionante que cualquier espectáculo: la tarea de ser madre. Llleva mucho tiempo Sara detrás de ello y no le ha quedado más remedio que bajarse de los escenarios para poder intentarlo con garantías. Para alguien que, como ella, lleva el baile y el flamenco cosido a la piel y grabado en su ADN, no ha sido una decisión sencilla y, como ella misma confiesa, han sido muchas las horas que esta decisión le ha quitado al sueño. Echaré de menos a la artista, pero le deseo a la mujer la mayor de las suertes.
Foto: José Luis Álvarez