Andaba yo en proceso de no faltar a mi cita cinematográfica con ustedes, a punto de comentar alguna película en cartel, cuando me entero de la muerte del gran Constantino Romero, y ello ha hecho intrascendente cualquier producción del mundo. Escribo estas líneas desde el estupor y la frustración de saber desaparecido mucho antes de lo esperado a un gran ídolo personal, ejemplo de profesional y de persona, eso que se suele decir siempre de los fallecidos pero que pocas veces es del todo sincero: pues esta es una de esas excepciones. Nunca es tarde para morir, pero hacerlo con 65 años, cuando hace cinco meses que has anunciado tu jubilación, va más allá de dejarlo todo con las botas puestas, es un desenlace demasiado cruel para esta película.
Si en España en los últimos treinta o cuarenta años se ha hablado de “la Voz”, no nos hemos referido al señor Sinatra, sino al irrepetible timbre del instrumento de trabajo de quien dobló en el cine a Darth Vader (hizo feliz a más de un desconocido revelándole su paternidad) y a Terminador, fue el regio Mufasa o el fidelísimo alter ego de Clint Eastwood en todos sus grandes personajes, hecho que resume su trayectoria mejor que cualquier currículum que pueda leerse.
Cuando Constantino dejó de trabajar en el mundo del doblaje fue una terrible noticia, pero al menos seguía prestando voz sólo y exclusivamente a Eastwood por motivos sentimentales (el propio realizador en persona lo oyó un día y pidió que siempre lo doblara él: así llegaron a las 32 películas “juntos”). Cuando hace cinco meses anunció su retirada definitiva viendo que el realizador norteamericano no se decidía del todo a apartarse de la interpretación (su última colaboración fue en Golpe de efecto), fue para sus seguidores un “que le vaya bonito, se lo ha ganado, pero nos deja huérfanos”. Pero es ahora cuando de verdad deja un vacío terrible en el mundo del cine, de la radio y de la televisión, palos todos ellos donde fue el mejor, aunque especialmente ilustre en este último campo, lo cual anda no escaso de mérito, aplausos y premios varios (entre ellos la Antena de Oro y dos TP de Oro) aparte. Pero sin duda el mejor premio que obtuvo, muchas veces confesado con cierto rubor y el consuelo que le queda a su familia, porque al pobre todo eso ya poco le importará, perdonen el bocado de amarga realidad escrito desde las tripas, es el cariño generalizado de un país al que quería y al que se supo ganar, tarea bien complicada en esta tierra cainita y envidiosa donde las haya.
“Luke, yo soy tu padre”; “Volveré”; “Mi nombre es Bond, James Bond”; “Venga, alégrame el día”; “Es algo tremendo matar a un hombre. Le arrebatas todo lo que ha tenido y todo lo que pudiera haber tenido”; “Soy el sargento de artillería Highway. He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros, capullos.” ¿Alguien se imagina estas frases míticas y muchas otras sin la voz de Constantino Romero? Algunas cosas no volverán a ser igual sin él en el mundo de la comunicación en España. No se me ocurre mejor homenaje que ponerme esta misma tarde una película de esas que contribuyó a hacer grandes y que mantendrán el recuerdo de su gran trabajo vivo, que es lo bueno que tiene el cine. Espero no haber balbuceado o divagado en exceso por influencia de la consternación, y que de ser así sepan disculparme. ¡Sayonara, maestro!
Revista Cine
12.05.13 | 13:28. Archivado en Cine, Actualidad, Español, Protagonistas