Revista Empresa
Hace poco escuchaba a Albert Boadella, en una conferencia -coloquio titulada '50 años no son nada' (en 'La noche de los teatros' de Madrid), en la que reflexionaba sobre los casi 50 años de Els Joglars, compañía de la que es fundador y director. Comentaba que él nunca había trabajado, que lo que hacía era divertirse, que en realidad a trabajar había empezado recientemente, desde que es el director de los Teatros del Canal en Madrid. Él lo contaba como anécdota y en tono divertido, pero no olvidemos que lo que él llamaba divertirse ha sido su modo de ganarse la vida, y con bastante éxito, durante todos esos años. Esa frase a mí me recordó una reflexión que lleva tiempo rondándome la cabeza ... ¿cuántos de nosotros nos divertimos o solamente trabajamos? ¿tiene sentido el que estemos “tirando a la basura” 8 horas todos los días? ¿se puede hacer algo para cambiar esto o debemos resignarnos?
Cuando hablo de diversión me refiero a disfrutar con lo que se hace; quizás no lleguemos al nivel de Boadella, quizá no podamos trabajar en aquello que nos guste, pero sí que debemos buscar aquellas cosas que nos hacen sentirnos cómodos con nuestro trabajo, sea el que sea, y valorarlas más que aquellas que no nos gustan, que es justo lo que solemos hacer.
Por diversión en el trabajo no me refiero a gastarnos bromas o hacer cosas extravagantes y extraordinarias, como tal vez se desprende del Día de la diversión en el trabajo, que se celebra en estos días. No me parece mal esta propuesta, está bien que un día al año nos lo pasemos bien en el trabajo, todo lo que ayude a mejorar las relaciones entre compañeros es positivo, pero ¿no sería mejor pasárselo bien todos, o al menos muchos, de los días que tengo que ir a trabajar?
Y se podría pensar que en un trabajo tan creativo y vocacional como es el teatro es más fácil divertirse, pero que ya os gustaría verle teniendo que fichar en la oficina o en la fábrica todos los días a las 8 de la mañana. Hace un par de años se estrenó una película española, Nevando voy, que debió de durar una semana en cartelera, que ya es un éxito para las pequeñas producciones españolas. Bueno, pues en esta peli se muestra, y está basado en la experiencia real de una de las directoras, como un trabajo tan tedioso como empaquetar las cadenas para la nieve de los coches puede llegar a ser un trabajo divertido. Al principio, cuando los trabajadores están cada uno a lo suyo, ni siquiera se hablan, es un trabajo insufrible, pero cuando se fomentan las relaciones personales y llegan a inventarse un concurso para ver quien hace más paquetes en menos tiempo, todo cambia. Llega la diversión, el ir a trabajar no es un martirio, se enriquece la vida personal de los trabajadores y además, el pasárselo bien en su trabajo no está reñido con la productividad, al contrario, cuando uno disfruta con lo que está haciendo rinde más.
En tantos libros de autoayuda y búsqueda del éxito empresarial, se pueden encontrar afirmaciones de tipo “eres el dueño de tu destino” y se nos anima a ser protagonistas de cambiar lo que no nos gusta. Ahora es cuando los cánones mandan que incluya aquí un decálogo o recetario para decir cómo se consigue esto. Pero siempre me ha parecido que frases o recomendaciones como las de esos libros, aunque puedan ser ciertas, suenan a grandilocuentes y fuera del alcance de la mayoría.
Pero seguro que ejemplos como el de la peli, cuestiones pequeñas y cercanas, podemos encontrar mil más, muchos en nuestro entorno cercano. Por eso, repito, busquemos aquellas cosas, aquellas pequeñas cosas que decía Serrat, que hagan que el ir a trabajar no sea un castigo divino, sino una actividad más de las que se compone la vida y de la que se puede disfrutar igual que esas otras actividades llamadas personales. Que no digamos al salir de trabajar aquello de, parafraseando el mensaje del Jefe Indio Seattle, “se acabó la jornada, comienza la vida”.