Lorenzo Quinteros se crió en un pueblito cordobés, era delgado y en 1987 recién empezaba a transitar su cuarta década de vida. Sin embargo, Alberto Fischerman lo eligió para encarnar la versión cinematográfica del oficinista porteño, retacón, cincuentón que Carlos Trillo y Horacio Altuna convirtieron en protagonista de su historieta, Las puertitas del Sr. López. Hizo bien: a más de treinta años del estreno de la película homónima, algunos espectadores todavía recordamos aquel trabajo del actor –y director de teatro– que falleció ayer.
En este contexto de despedida, vale mencionar tres momentos del largometraje que ganó el premio Prensario en 1988: la recreación de una de las fantasías sexuales del señor López; el despertar de esa ensoñación (la secuencia completa se encuentra disponible en YouTube) y el encuentro con Dios. El repaso de estos fragmentos alcanza para (re)descubrir un personaje más entrañable –quizás porque parece más cándido– que aquél que Trillo y Altuna crearon a fines de los años ’70, en plena dictadura.
Podrá discutirse la adaptación que Fischerman dirigió a partir del guion que él mismo escribió con el mencionado Trillo y con Máximo Soto. En cambio, resulta difícil cuestionar la conformación de un elenco que también integraron Mirta Busnelli, Katja Alemann, Gianni Lunadei, Hugo Arana, Darío Grandinetti, y Alejandro Dolina a cargo del rol divino.
Entre los premios que Quinteros cosechó a lo largo de su carrera, figuran dos Cóndores de Plata. Ganó el primero en 1988 por su interpretación del Dr. Julio Denis en Hombre mirando al sudeste de Eliseo Subiela y el segundo en 1989 por su labor en Las puertitas… Aún a la distancia, cuesta pensar en otro actor capaz de resistir la inevitable comparación con el López original.
Años atrás, en una entrevista que le concedió a Javier Martínez para Esto No Es Una Revista, Quinteros contó que, dada la falta del physique du rôle deseado, tuvo que actuar “fuera de la película, en los pasillos de la productora” para convencer al productor de que le diera el rol protagónico. También sostuvo que Fischerman apostó “muy fuerte” por él.
“Alberto me decía ‘Lo bueno del actor es que se transforme en el personaje, no que sea el personaje‘, y fue lo que trabajé. Leí mucho las historietas y construí a López en base a tres o cuatro rasgos: camina medio agachado, quiebra la cintura; las manos entrelazadas atrás; el dedo cerca de la boca… Con eso se armó la galaxia López.
Moviendo esos elementos, salían los demás. Le cambié la voz, le puse una voz más finita… Compuse a un tímido con voz suavecita. Fue como armar un muñeco. En las primeras tomas se nota un poco las costuras del personaje, pero luego me fui liberando”.