Hace poco más de un año cuando me regalaron unas semillas de calabaza, no encontraba dónde sembrarlas porque Orejas se las podía comer y porque si se riegan por el patio a Robert le da trabajo pasar la podadora. Entonces sucedieron dos cosas. Primero, Orejas enfermó y falleció. Segundo, la calabaza que mi vecina sembró llegó hasta mi patio.
Como no quizimos cortarla para que mi vecina pudiera cosechar, la fuimos acomodando y dirigiendo para que se quedara cerca de la verja. El bejuco buscó camino. Trepó por la verja, por el palo de limón, por encima de una casita de tereques y siguió hasta el otro lado del patio.
Ha sido toda experiencia. Ver sus flores hermosas, las abejas que las visitan, esperar a ver cuales de las calbacitas se desarrollan y aprender a preparar recetas sabrosas. La naturaleza misma me mostró que, si dirijo un poco su crecimiento, sí puedo tenerlas en mi patio.
Aqui les dejo con un slide show de varias fotos que he tomado durante estos meses.
El reto nuevo es sembrar melones, ya que mi amiga Marilyn dice que yo tengo mucho patio para sembrarlos y por eso me regaló una plantita.