Así como la siembra comprende una suma de tareas que incluye preparar la tierra, delinear los surcos, seleccionar las semillas, elegir el momento oportuno, hacer acopio de los materiales y herramientas que se van a utilizar, y no solamente el hecho de introducir las semillas en la tierra, la paz también implica muchas cosas.
La paz implica preparar el terreno para que no surjan circunstancias que la puedan poner en peligro. La paz necesita de la tolerancia, de la justicia, de la igualdad, de la solidaridad, y también de la responsabilidad de los gobernantes, quienes tienen el destino de los pueblos en sus manos, para tomar decisiones acertadas que hacen el bien común. La paz se nutre de las buenas intenciones, pero sobre todo de las buenas acciones, en la educación, en la comunicación, en el bienestar social, en el respeto. La paz se hace presente en cada momento del día, en el pan en la mesa, en la dignidad del trabajador que gana su sustento honradamente, en el trato cordial de un empleado público, en los jóvenes que se preparan para ser personas de bien, en el vuelo migratorio de las aves, en un niño que aprende a cuidar un árbol, en un abuelo que sonríe, en la primera siesta de un bebé, en la evolución del ser humano, en el progreso de la ciencia, en el respeto por la naturaleza, en el respeto a nosotros mismos. La paz da frutos cuando se siembra en un terreno carente de injusticias, donde se respetan los derechos humanos, cuando la hacemos entre todos, incluyendo los ricos y poderosos quienes desconocen el significado de esta palabra a no ser que se vean implicados sus negocios. El terrorismo se ha transformado y ya no necesita armas para causar estragos en el mundo, por eso hay una imperiosa necesidad de seguir sembrando semillas de paz.