Puesto porJCP on Oct 5, 2013 in Autores
El gobierno de la derecha española, del PP, en la reciente presentación de los presupuestos del Estado para 2014 ha anunciado que, dado el agotamiento de las otras fuentes de financiación y el general declive económico del país tendrá que tomar 12.100 millones de euros del fondo de reserva de la Seguridad Social, para pagar las pensiones ese año. Tal cantidad es el 20% de dicho fondo, de 59.000 millones de euros. Hasta ahora se habían ido detrayendo pequeñas sumas, nunca una tan notable.
Si se siguen haciendo operaciones de esa magnitud en cinco años dicha reserva estará agotada… como se han ido agotando otras, destinadas también a sufragar los gastos de la Seguridad Social. En esas circunstancias el abono de las pensiones y el pago del sistema sanitario y educativo dependerán de las cotizaciones anuales, del endeudamiento y de nuevos impuestos, tres epígrafes débiles y azarosos.
Las cotizaciones tienden a menguar también por la dramática demografía actual. Cada vez habrá más pensionistas y más personas de edad, y cada vez tendremos menos nuevos cotizantes, dado que las generaciones jóvenes son reducidas en lo numérico, por causa de la persecución frenética que padece la maternidad.
Dicho a lo claro, el sistema de paternalismo asistencialista estatal español, fascista (lo impuso Franco) y socialdemócrata al mismo tiempo, se encamina hacia una fase de decadencia, incluso de descomposición. Ahora ya estamos seguros que el Estado de Bienestar no tiene futuro.
La “solución” que la demagogia populista ofrece a esta cuestión es gravar con impuestos especiales a las grandes fortunas, para destinar lo logrado a, supuestamente, mantener el Estado de Bienestar. Pero ¿por qué ha de hacer eso el Estado, que forma una unidad estratégica de intereses con el gran capital? El incremento tributario, que ha sido formidable en “España” en los últimos años, se está utilizando para, además de robustecer el Estado policial, aportar capital a la banca y a la gran empresa.
En 2010-2013, sólo con cargo a los presupuestos generales del Estado, la banca española recibió 53.000 millones de euros del ente estatal, casi la misma cantidad que acumula ahora el tambaleante fondo de reserva de la Seguridad Social. Por supuesto, el gran capital financiero ha recibido, por otras vías y a través de otros procedimientos, masas monetarias mucho mayores del Estado. Sin éste el capital no puede ni vivir ni sobrevivir.
Los estatocapitalistas continúan afirmando que la meta del gobierno de la derecha es “privatizar” el sistema asistencial y poner fin al Estado de Bienestar, esa “gran conquista de los trabajadores”… establecida por el fascismo de Franco. De ser así, el Estado dejaría de ingresar las cotizaciones, de los asalariados y de los empresarios (que son una parte del salario, que el ente estatal se apropia por la fuerza de la ley), lo que significaría que se empobrecería radicalmente dado que esa enorme suma monetaria ya no afluiría a sus arcas, con lo cual tendría dificultades para ampliar el aparato policial, pagar a los profesores adoctrinadores, incrementar de facto los gastos militares, mantener a la partitocracia, subsidiar a la banca, manipular a las mujeres a través del Ministerio de Igualdad, pagar a las organizaciones subvencionadas, etc. En realidad, el sistema del Estado de Bienestar es un procedimiento para sobre-explotar a los trabajadores a fin de robustecer económicamente al Estado y, con ello, hacer de él el gran financiador solvente del capital.
Según los teoréticos de la “privatización” el Estado está en fase de liquidación, conforme a lo que denominan “neoliberalismo”. Está desapareciendo, pues sus funciones, unas tras otras, las está asumiendo el gran capital, aseveran. Todo esto es una inmensa falsedad.
Los documentos oficiales manifiestan que en 2008 el Estado español se apoderó del 37,6% del PIB. Los presupuestos para 2014, elaborados por el gobierno de la derecha española, señalan que el Estado se hará con el 47,4% del PIB. Por tanto, lejos de disminuir o desintegrarse, el Estado crece y crece. Aquí y en todos los países.
Esa rápida progresión del poder estatal está teniendo lugar bajo el gobierno de la derecha, que lejos de desmantelar el Estado de bienestar ni de privatizar nada importante, está logrando que aquél sea cada día más poderoso y omnipresente.
Cada vez más el Estado de Bienestar se está haciendo un procedimiento más efectivo para el expolio de los trabajadores: se apropia ya y apropiará más todavía de cantidades crecientes de sus salarios reales dando a cambio pensiones y servicios reducidos y menores, que tenderán a ser mínimos. Eso no puede resolverse con los recetarios socialdemócratas que, además de los dislates expuestos, ignoran lo estructuralmente muy calamitoso de la situación económica en Europa (incluida Alemania), hoy formada por una suma de sociedades en descomposición. Una vez destruido el ser humano de manera tan concienzuda como se ha hecho desde arriba en los últimos 40 años no hay vida económica posible.
En efecto, los seres nada son penosas nulidades en la producción. Esto explica la pésima situación de la productividad del trabajo, que ninguna tecnología y ninguna pirueta populista o neo-keynesiana podrán superar. Dicho de otro modo: Occidente se encamina a su desintegración también por causas económicas.
¿Qué hacer?
En unos años una buena parte de los pensionistas serán dejados morir sin más. Como cada vez hay menos recursos aquéllos irán falleciendo prematuramente, situación promovido por el Estado para ahorrarse al menos una parte de lo que ahora les está pagando, 127.000 millones de euros anuales. Ya está sucediendo.
Aquellas personas de edad que no tengan parientes que les cuiden y protejan, que les acompañen en operaciones, tratamientos médicos, etc. tendrán (tienen) escasas posibilidades de sobrevivir. La noción, atroz por falsa e inhumana, de que todo lo que necesitan las personas mayores es una buena pensión, entendida como suma lo más elevada posible de dinero, ignora que precisan de los cuidados de quienes les quieren. Eso será aún más verdadero cuando las pensiones se desmoronen como cantidad monetaria aceptable, probablemente antes de 2025.
Lo razonable es tener más hijos e hijas, más nietas y nietos, educándoles en el amor y servicio de unos a otros. En caso de que no sea así lo apropiado es establecer sólidos lazos de apoyo, ayuda y asistencia con los iguales, para que el afecto mutuo y el mutuo servicio permitan la supervivencia. Quienes sigan aferrados a la asocialidad, al individualismo y al egotismo, salvo que sean adinerados, llevarán una existencia que en momentos críticos será muy dramática.
El Estado de Bienestar fue impuesto por el fascismo, la derecha, la socialdemocracia y la izquierda para destruir el amor, por lo que al desmoronarse sólo puede ser sustituido por el amor en actos. Los que tengan quienes les quieran sobrevivirán, y aquéllos que sean tan mentecatos como para persistir en el desamor y odio perecerán. Quien hoy confíe más en el Estado que en sus próximos no sólo es un malvado sino un necio y un suicida
Una segunda tanda de soluciones es el desarrollo de sistemas autogestionarios de toda naturaleza, para realizar la atención mutua, desde la horizontalidad y la equidad, con rechazo de todo parasitismo y de cualquier frivolidad. Por tanto, es el momento de poner en marcha propuestas cooperativistas de autoorganización para satisfacer las necesidades básicas. Ahora que el Estado de Bienestar está en retirada eso es más factible de realizar.
Un tercer bloque de medidas afecta al sujeto en tanto que sujeto, esto es, como individuo. La gran crisis de Europa, que probablemente se mantenga todo lo que queda de siglo, será mejor afrontada por personalidades fuertes, inteligentes, autónomas, solidarias, sociables austeras, sufridas y combativas. Los débiles por elección, los estúpidos, los dependientes, los egotistas, los hedonistas, los flojos, los insociables y los cobardes tienen ante sí una situación bastante difícil, y muy probablemente irán pereciendo en masa en los próximos decenios. Fortalecerse y mejorarse conforme a un plan, no para competir con los iguales sino para saber cuidar de sí mismos y aportar desinteresadamente a la mejora de la vida social, es una tarea que las circunstancias exigen.
Sea como fuere, hay que negarse a hacer paternalismo. Se debe exigir a cada cual que al menos se ocupe de sí mismo, o bien que acepte las consecuencias de sus actos. Admitir el parasitismo y hacerse esclavo de los demás a partir de una concepción mal comprendida de la “ayuda” no es correcto. Cada cual ha de vivir de su propio trabajo, y aquel que no lo haga es un parásito, un explotador. Sólo hay que ayudar a quienes se ayudan, y únicamente cuando haya quedado muy claro en los hechos que no pueden salir adelante por sí mismos. Las ñoñeces y cursilerías no son de recibo en los terribles tiempos que corren.
Finalmente, hay que ir construyendo, como proyecto, discurso y programa, una alternativa global al Estado de Bienestar, que lo niegue en tanto que Estado y en tanto que bienestar. La noción de revolución, en la forma de revolución total, o revolución integral, es la apropiada. Ella es la única que puede aportar conciencia, esperanza y entusiasmo en un mundo que se desmorona, en una sociedad enferma y ya moribunda. Digámoslo con toda claridad: vamos a hacer la revolución, vamos a crear una nueva sociedad, un nuevo ser humano y un nuevo sistema de valores. Quienes se obsesionen con seguir parcheando el Estado de Bienestar nos tienen en contra. Los estatocapitalistas y socialdemócratas son la fuerza esencial de la anti-revolución, junto con los adoradores del Estado. Ellos son nuestros enemigos políticos