Con un cuerno por dentro de la muleta y otro por fuera. Esto ya no es ni pico. Se puede decir que lleva toreado el 50% del toro. Manolo Moreno.
Plaza de toros Monumental de Pamplona. San Fermín. Octava de feria. Lleno. Toros de Victoriano del Río para Curro Díaz, El Juli y Alejandro Talavante.
Debutaban los toros de Victoriano del Río, con sangre Domecq, en la plaza navarra. Y no lo han hecho con mal pie. Ganaderías como ésta o la de Fuenteymbro demuestran que el encaste Domecq, por sí sólo, no deja de ser un encaste más, tan válido como cualquiera. El problema está en manos de sobre quién recae la decisión de seleccionar y trazar la linea de una ganadería. De los de esta tarde, que han sido toros de plaza de primera categoría, pero no de Pamplona -exceptuando el lote del Juli-, que es de categoría especial, han embestido, con posibilidades para el torero, cinco, que no es cuestión baladí. Primero, especialmente bueno, empujó con fijeza en varas, y embistió con transmisión y nobleza. El toro de la feria, por ahora. Los demás, quitando el sexto, se fueron con demasiadas orejas al desolladero. Se repite la historia de este año, en cuánto sale un toro con algo que torear deja desnudo al torero. La terna, por debajo de la corrida. Y eso que salir premiado en esta plaza es cosa de niños. Puntúa alto Victoriano en su presentación en Iruña.
Curro Díaz se ha empeñado, con ahínco, en perder el buen lugar que ocupa en el corazón del aficionado. Se ha negado apostar de verdad, por el toreo del bueno, sabedor de que es un matador que gusta, como pocos, y que la gente se conforma con las cuatro cositas pintureras, llenas de gracia, pero vacías de autenticidad. El que abrió el festejo, se le fue sin torear, y para más inri, lo desbordó en muchos momentos en la faena de muleta. Le repetía una y otra vez y el linarense no pudo, o no supo, dejarsela puesta, se la traía a la cintura, dónde con medio pase, y una composición un tanto exagerada pretendía que aquello pasara como bueno. Con el cuarto, que tenía la misma clase pero no esa transmisión, volvió a estar por debajo. No se puede cimentar una faena en el trincherazo y el pase de pecho. Curro Díaz, y su concepción de toreo, necesitan una reflexión.
Volvimos a ver la dimensión de torero que tiene el Juli. Tuvo enfrente dos toros imponentes, los mejores presentados de un mal enlotada corrida, que tuvieron sus posibilidades, pero a los que el bueno de Julián no los quiso ver por dónde torean los hombres. Torear al natural, frase bella, en peligro de extinción. A su primero le instrumentó una faena basada en el pitón derecho, en la ligazón de innumerables pases, cosa que gusta a las gentes de casi todos los lugares, pero que nada tiene que ver con parar, templar, mandar y cargar, que eso son cosas para Frascuelo, que no sabe ligar, cuidar, medir, ni estar importante. Cuando se la cambió a la zurda, y se puso a acompañar la embestida del toro, pasó el autobús de la selección española con la Copa del Mundo, entre el toro y Julián. Qué malo es -sin paños calientes- toreando al natural. Una estocada a capón le valió para pescar una oreja, con fuerte petición de la segunda y robo presidencial según el movimiento taurino. Con el quinto, el más grande de la tarde, y el más inválido, anduvo porfión, profesional, que se dice ahora, y poco más. El burel, cuya condición boyar se fue acrecentando con el paso de la larga faena, no sabemos si por descaste o por aburrimiento, le pegó una cornada en los testículos, en un exceso de relajación. Mató nuevamente a capón y le dieron otra oreja que le valdrá para seguir rompiendo todas las clasificaciones y escalafones importantes. Lo que no se espera es que rompa a torear bien.
Ver a Talavante se ha convertido en un mal dolor de muelas. Vale que el sexto no tenía juego como para estar mucho más que dispuesto, pero con el tercero no tiene excusas. Nobles y sosos, toro y torero, de ahí no podía salir nada apetitoso. Con una vulgaridad extrema y una falta de amor propio más que preocupante, el camino se le pone cuesta arriba. Y maneras de alpinista no tiene.
No quiero acabar sin presentarle todos mis respetos, a Pedro Muriel, tercero de la cuadrilla de Curro Díaz, que hace unos días ha recibido una brutal cornada de la que le mandamos fuerzas para que salga adelante, sabiendo que hay huellas que nunca se borran. Un profesional como la copa de un pino y un torero de los pies a la cabeza. El primero de julio enterró a su hija, con ocho meses de edad. Que descanse en paz. Y mucho ánimo para la familia.