El caso de Olvido Hormigos, la concejala de Los Yébenes (Toledo), que ha visto aireado en las redes sociales y en internet en general un vídeo íntimo que grabó utilizando la red de mensajería instantánea de WhatsApp instalada en su teléfono móvil, es preocupante.
No voy a entrar en el alboroto mediático que está generando, ni siquiera en las nauseas que me dan aquellos que desde las redes sociales están bromeando con ello. Vaya por delante mi solidaridad con la concejala ultrajada y mi deseo de que se haga fuerte y no dimita de su cargo por esa razón.
Lo realmente preocupante es que cuando me he puesto a analizar la seguridad y privacidad que nos proporciona una red como WhatsApp me haya encontrado con que esta es casi nula. Resulta que si estamos en una red wifi pública o privada compartida, por ejemplo en tu casa o trabajo, nuestros vídeos, fotos y mensajes son accesibles a cualquiera que pueda descargarse un programilla gratuito que está en la red. Les llaman los entendidos WhatsApp Sniffer.
Al parecer, si estamos conectados a una red 3G los datos que enviamos se quedan en la operadora... y también son rastreables. Además resulta que aunque borremos nuestros vídeos, fotos y mensajes que enviamos a través de esta plataforma, según dicen los entendidos, éstos no se borran en sus bases de datos.
Esos expertos informáticos dicen que esa falta de privacidad se da porque la aplicación de mensajería utiliza textos planos y que con la nueva aplicación, que habrá que descargarse, los mensajes estarían encriptados... Para fiarse.
O eres un experto en tecnología o estás vendido.
En el blog de los propietarios de WhatsApp nos venden un producto que realmente es estupendo. No quieren contaminarnos con una publicidad que no necesitamos y por la que no sentimos ningún interés y por eso nos cobran la descarga de la aplicación: "No queremos que las empresas te sigan y monitoricen para venderte un producto que no quieres", pero solo en las condiciones de uso, que aceptamos sin leer, nos advierten de que todos nuestros contactos serán compartidos desde el momento que instalemos la red de mensajería.
No se cual será el método que se habrá utilizado con Olvido, quizás sea tan simple como alguien a quien le envió el vídeo lo reenvió y se formó un bucle imparable desde el 8 de agosto en que lo detectó. Pero deberíamos saber que nuestra privacidad está en entredicho cada vez que subimos algo a la red y eso resulta imborrable. Youtube habrá podido borrar el vídeo íntimo de Olvido que anduvo colgado durante un tiempo, pero el buscador de Google, la red social de Facebook o Twitter e incluso muchos medios de comunicación digitales, han publicado sus imágenes íntimas que la perseguirán toda su vida.
Documentándome para una próxima novela he llegado a hablar con algún juez y hasta con la policía científica sobre algunos de estos temas y me estoy concienciando en ser más prudente con la tecnología que suelo usar para conectarme con terceros. Salvo que quiera que todo el mundo sepa lo que estoy haciendo y diciendo en cada momento.