Revista Cine
La Maestra de Kínder (Haganenet, Israel, 2014), de Nadav Lapid. Una de las mejores películas que vi el 2014 finalmente ha llegado a las salas comerciales/culturales chilangas. Se trata del segundo largometraje del cineasta israeli Nadad Lapid, tan imprevisible como su espléndida opera prima inédita en México Ha-Shoter (2011). La historia está centrada en un precoz niño poeta de cinco años y la relación que tiene con su "descubridora", la maestra del kínder del título. Mi crítica en el Primera Fila de Reforma del viernes pasado.
Lucifer (México-Bélgica, 2014), de Gust van den Berghe. Después de la muy llevada y traída polémica -cualquier cosa es llamada así en las redes sociales- se ha estrenado el tercer largometraje de van den Berghe en la Cineteca Nacional. Escribí de ella hace unos días por acá, cuando se presentó como parte de la sección de estrenos mexicanos de Distrital 2016.
Creed: Corazón de Campeón (Creed, EU, 2015), de Ryan Coogler. Básicamente esta Rocky VII es un reboot del Rocky (Avilden, 1976) original, con raza y origen del protagonista cambiado (carismático Michael B. Jordan en ascenso), una presencia sabiamente secundaria de Stallone y una puesta en imágenes tan energética que nos hace olvidar -por un momento- que esta historia ya la vimos antes. De cualquier manera, una experiencia cinefílica muy disfrutable.
Entre Cuba y México, Todo es Bonito y Sabroso (Cuba-México, 2015), de Idalmis del Risco. Un amable documental que traza y explora las extendidas relaciones de Cuba y México, desde el momento de la conquista -Cortés llegó a lo que sería Veracruz desde la isla de Cuba- hasta nuestros días. El aspecto político-histórico es tratado anecdóticamente, sin demasiada profundidad -que Guadalupe Victoria tenía un consejero cubano; que si otro cubano, Pedro Santilicia, fue secretario, confidente y yerno de Juárez; que la bien conocida presencia de José Martí en nuestro país, que el entrenamiento de Fidel, Raúl y el Che en México en los años 50-, sacándole la vuelta a los asuntos más polemicos. Por ejemplo, se menciona la relación privilegiada entre Cuba y México cuando la isla fue expulsada de la OEA, pero no se explora el trato tácito entre los dos gobiernos de que el régimen de Castro nunca apoyaría ningún movimiento revolucionario en este país como, en efecto sucedió, para no hablar del apoyo claro del castrismo al fraude electoral de 1988, cuando Fidel asistió a la toma posesión de Salinas de Gortari. Pero bueno, política es política y amor (del PRI a Fidel) con amor (de Fidel al PRI) se paga. Y se pagó.Por fortuna, la parte política no es el fuerte de este documental, sino la relación cultural -musical, cinematográfica, dancística, deportiva y hasta religiosa- que ha existido desde siempre entre Cuba y México, a tal grado que en la isla algunos creen que ciertas canciones del mexicano Álvaro Curiel son cubanas y, por supuesto, muchísimos boleros cubanos han sido adoptados como mexicanos desde siempre, para no hablar del ciertos ritmos como el danzón -más veracruzano que cubano en estos tiempos-, el mambo o el chachachá, que el cine mexicano popularizó en todo el mundo. El documental es rico en testimonios, imágenes de archivo -suponemos que muchas de ellas provenientes del ICAIC-, fragmentos musicales y cinematográficos. Por más convencional que sea el formato, es difícil resistir ciertas anécdotas -la que dice un cubano sobre una frase atribuida a Juan Rulfo-, la emoción de las que nos contagian ciertos artistas -Eugenia León, Armando Manzanero- y los fragmentos de cierta plática (¿o conferencia?) del mismísimo Alejo Carpentier, hablando de tal cantidad de cosas -que si el uso del término campechano, que un amenaza de duelo que terminó en nada- que solo por verlo y escucharlo ya vale la pena el documental.