Revista Cine
El Efecto Tequila (México, 2010), de León Serment. El cuarto largometraje de Serment, sufrido en Guadalajara 2011, está ubicado entre dos crisis: la del fin del salinato en 1994 y la de la crisis inmobiliaria gringa de nuestros días. He aquí, pues, la fallida la historia de un arribista financiero que, por tenerle tanto amor al dinero, perdió todo -casa, mujer, hijita, papá, vergüenza- en "el error de diciembre" y ahora, dueño de una cantina llamada "El Efecto Tequila", cree poder vengarse del mefistofélico villano que arruinó su vida. Más allá de su muy profesional puesta en imágenes -cámara de Ramón Orozco-, la película nunca decide qué ser: farsa, melodrama, comedia... En todo caso, roza con el ridículo en esas escenitas romanticoides entre la buenota pero inexpresiva esposa de nuestro protagonista y el sancho barbudo que se agencia. Un reaparecido Julián Pastor encarna a un anciano borracho tira-netas que interrumpe cada rato la película con una perorata que ningún personaje del filme entiende. Tampoco lo entendemos nosotros. De lo peor del año. Alejandro Alemán llegó a conclusiones similares por acá.
Submarino (Ídem, Dinamarca-Suecia, 2010), de Thomas Vinterberg. Azotado melodrama fraterno-familiar del cual escribí esto hace algunos meses.
PS. No vi Mi Otro Yo, pero aquí escribe de ella Gabriel Lara Villegas en EnFilme.com