Se me acusa
Publicado el 08 junio 2010 por Angel Esteban
Se me acusa de haber matado a la Noche aquel viernes de mayo cuando volaron en bandadas decenas de navajas por su frente. Se me acusa como si estando fuera de mis cabales yo fuese un verdugo inclemente; cuando en realidad solo recuerdo los claveles que llevaba para alagarla. ¡Ay de quien se atreva a señalarme como el causante de aquella reyerta! Qué saben los acusadores de oficio de un alma sosegada que no comparte las carencias de los hombres, no celebra los augurios de días venideros y menos se ensaña contra las torpezas de los desvalidos.
También se me señala como autor de haber ahogado al Futuro aquel día cuando el aspirante de sueños nació al universo, como si mis manos tuvieran la fuerza para acometer proezas titánicas de tal naturaleza. ¿Acaso son estas dos manos las mismas que lanzan navajas y a la vez desdibujan las estrellas en el cielo? Omisión culposa de los testigos cuando ignoran, que a solas, el Futuro y la Noche se lanzaban en vuelo impío por los cauces del firmamento entregándose como estrellas fugaces en exuberante frenesí. Y no, no son desconocidos entre sí.
Lo que más indigna es que mis captores no conozcan siquiera mi nombre, pues no saben quién soy. Menos aún podrían reconocer mi rostro si tuvieran la intención de asomarse por mi cara. Pero de carencia de intenciones están llenas las jornadas y las épocas, si no pregúntele a la noche por las mías aquel viernes de mayo.
A falta de sobriedad, insisto en que no se me puede juzgar por hacer cosas que normalmente no se hacen. Si acaso, me deberán enjuiciar por la normalidad de mis actos. Así, cuando las cosas se acaban a nadie se le echa la culpa. Y aquello simplemente se acabó a falta de unos besos que sellaran tan ciega y amarga pasión. Menos aún se me puede juzgar basado en un tal pasado que hace rato se ha marchado.
Ellos todos no lo saben, nada saben, ni de rostros los cuales confunden con espejismos, ni de nombres ajenos que a duras penas pueden pronunciar. Sin pretender rendirme ante las argucias del enemigo, los dejo en un mar de ignorancia que los ahogará en la furia de una revancha finita de la cual también me acusarán.
Angel Paredes Villanueva
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