Revista Infancia

¿Se puede enseñar a pensar?

Por Sleticias
Imagen Se habla mucho últimamente de que la enseñanza reglada no está logrando los objetivos marcados y que el fracaso escolar es demasiado alto. Lo primero que deberíamos plantearnos es qué objetivo queremos que tenga la educación. Dewey, en su libro Cómo pensamos (1933) arguyó que el objetivo de la educación era enseñar a los niños a pensar reflexiva y críticamente, en lugar de un aprendizaje mecánico basado en la ciega aceptación.
Nuestra sociedad alienta algunas creencias que nada ayudan al desarrollo de la reflexión ya Baron en 1988 nos advirtió de ello. Algunas de estas ideas son “cambiar de idea es signo de debilidad”, “tomar una decisión rápida es signo de fuerza o sabiduría” o “estar abierto a las alternativas conduce a la confusión y a la distracción”. Estas creencias deberían desterrarse definitivamente y ser suplidas por otras como: “los buenos pensadores están abiertos a nuevas posibilidades y a la evidencia en contra de las posibilidades que ellos apoyan” y “no hay nada malo en estar indeciso o inseguro durante un tiempo”. Baron sugiere que “las culturas que alientan el pensamiento racional son las que valoran el cuestionamiento, la indagación, la satisfacción de la curiosidad y el reto intelectual”.
Las preguntas a resolver serían ¿se debe enseñar a los niños estrategias de pensamiento? ¿se puede enseñar a pensar?.
En Venezuela se llevó a cabo un proyecto muy ambicioso con el objetivo de mejorar la actuación intelectual de ¡la población entera!. En 1979 se instituyó el Ministerio para el Desarrollo de la Inteligencia Humana. Este nuevo ministerio inició cierto número de programas educativos. En particular, en colaboración con asesores de la Universidad de Harvard y de la compañía Bolt, Beranek y Newman Inc, en los EEUU desarrolló un programa de habilidades de pensamiento para escolares alrededor de diez años pertenecientes a entornos social y culturalmente deprimidos, razón por la cual se eligió para la experiencia piloto la localidad de Barquisimeto, capital del estado de Lara, una región montañosa y esencialmente agrícola del noroeste de Venezuela.
Ese programa, llamado originalmente Proyecto Inteligencia, pero posteriormente rebautizado como Odisea, pretendía desarrollar habilidades de razonamiento y pensamiento creativo a través del diálogo y el descubrimiento.
Se seleccionaron las siguientes habilidades:
  1. Habilidad para clasificar patrones.
  2. Habilidad para razonar inductivamente.
  3. Habilidad para razonar deductivamente. 
  4. Habilidad para desarrollar y usar modelos conceptuales. 
  5. Habilidad para comprender.
  6. Habilidad para modificar la conducta adaptativa
En una evaluación posterior del programa los estudiantes que habían recibido la formación de Odisea durante un año actuaron dos veces mejor que los grupos control (reciben la formación reglada habitual) en problemas que eran similares a aquellos en los que se les había instruido.
Pero la pared contra la que chocan estos intentos de “enseñar a pensar” es siempre la misma, cómo transferir las habilidades aprendidas a nuevos campos. Los niños de este programa al enfrentarse a problemas con los que no habían trabajado no obtuvieron mejoras significativas.
Aún no se ha descubierto ningún método mágico para enseñar técnicas globales que mejoren nuestra habilidad general de pensar.
Fuente: Manual de psicología del pensamiento.

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