Muchas veces, en los textos típicos sobre viajeros (muchos de ellos del estilo 10 cosas que…) he leído que cuando viajas, esto ha de ser la actividad exclusiva. Es decir, que trabajar y viajar hace que no disfrutes igual del viaje.
En Marruecos, el Internet funciona gracias a un módem USB que introduces en tu ordenador, lo que hace que haya Internet en muchos lugares. Pero, para que llegue la señal bien, muchas veces tenía que irme a las azoteas de las casas, como en este caso.
Yo discrepo totalmente, puesto que trabajar y viajar es lo que llevo haciendo desde hace varios años y disfruto de todo ello como una niña pequeña. Ahora sí, también os advierto, a todos aquellos que me pedís consejo sobre este tema: es muy cansado y, muchas veces, me quito horas de sueño, más de las que debería, para poder hacer todo. Es decir, que ambas cosas juntas son bastante agotadoras. Y, como hablaremos más tarde, también tienes que quitarte de ver algunas cosas y de decir no a muchos planes maravillosos que te irán surgiendo.
Otra opción, que yo he hecho en muchas veces de mi vida, que es menor cansada, es que si puedes trabajar desde casa, en vez de viajar de un lado a otro, lo que puedes hacer es mudarte durante diversas etapas del año a otras ciudades.
Esto no es más que una burda queja de esas que yo llamo ‘del primer mundo’ y que no me gusta que la gente me venga con ellas. Pero comprended que estoy en una estación de bus de un pueblecito de la provincia argentina de Córdoba, ayer dormí poco en una tienda de campaña, antes de ayer dormí menos en un autobús, son las 11 de la noche y aún tengo que esperar más de 3 horas aquí sentada, con un calor húmedo que me está matando, hasta que salga mi autobús, y un sueño mortal. Hasta hace cinco minutos estaba con mi ordenador traduciendo una entrevista y adelantando unas noticias para mañana. Sin Internet, porque en esta estación vieja no hay, sino con una información que conseguí descargarme antes en un bar con WiFi en el que me tomé un café que no me apetecía. Un ejemplo de la vida del que viaja y trabaja.
Lo que está claro es que quien hace ambas cosas, quien es un nómada digital, que así nos llaman en los medios de comunicación, debe moverse despacio. Para así poder disfrutar más de cada lugar en el que está. Puesto que si pasas ocho horas del día trabajando, ya son horas que te pierdes de ver y de disfrutar de los nuevos amigos que irás haciendo por el camino. Y viajar es casi otro trabajo: organizar hostales, mirar horarios de autobús, elegir destinos, analizar los millones de pueblos a visitar que un país te ofrece, hacer y deshacer tu mochila cada dos días, lavar mucha ropa a mano… Por esto, yo normalmente prefiero visitar menos sitios y disfrutarlos a tope, conocer gente local, hacer una rutina dentro de lo que cabe o conocer las tiendecitas del barrio…, antes que visitar mucho en poco tiempo.
Lo mejor de ser un nómada digital
Y ahora, después de soltar todas mis quejas absurdas del primer mundo, os digo que lo mejor de esta vida mía es que puedo desarrollarme profesionalmente, mientras que, en mi tiempo libre, tras las horas de trabajo, que son más o menos a modo horario de oficina, puedo hacer millones de cosas diferentes: visitar una playa de agua cristalina, pasear viendo una nueva puesta de sol, salir a cenar con gente nueva probando comida diferente, nadar en un río entre montañas, andar a caballo entre campos de café o ir a bailar tango en alguna terraza del centro de Buenos Aires. Las horas de ocio nunca te aburren, desde luego.
Lo peor de ser un nómada digital
Un día de oficina cuando estaba en Tailandia.
Y lo peor es el cansancio. Si tienes tantas alternativas de tiempo libre diferentes y desconocidas, si tienes mucha gente nueva por conocer, en tu tiempo libre, ¿te quedarías descansando en casa? Yo no sé hacer eso. O bien estoy trabajando, haciendo mis noticias diarias, o bien estoy haciendo cosas nuevas o, si me das mi ordenador y WiFi ( a veces no), pues aprovecho para adelantar más trabajo.
Mi gran descanso de los últimos cuatro años, fue cuando fui a Cuba. 10 días sin Internet ni ordenador. Por tanto, cuando estaba agotada del calor, de mis largas caminatas y de los agobiantes piropos de los cubanos, mi opción era la de tumbarme en una hamaca y tocarme el ombligo. Sin más. En otra situación, a pesar del cansancio de la caminata y del calor, me hubiera puesto como una obsesa a adelantar trabajo, como hago siempre.
Otra complicación es el Internet. Resulta que los lugares más maravillosos del mundo suelen ser aquellos aislados de la mano del dios WiFi. Y que los países más chulis también son aquellos con un Internet más lento. Así que más de una vez podrás encontrarme por las calles, con mi portátil en la mochila, arrastrando los pies bajo el calor, y buscando ese bar con un WiFi decente y disponible que prestarme por unas horas.
¿Qué necesitas para ser nómada digital?
Además de alguien a quien vender lo que consigas producir online para sobrevivir, necesitas tener mucha disciplina.
Imagínate la situación: estás en un hostal encantador, con piscina y donde has conocido mucha gente. Un grupo de estos nuevos amigos se va al río a hacer rafting, otro grupo se queda en la piscina tomando caipirinhas. ¿Y tú? Pues tú debes centrarte, ignorar lo bien que los demás se lo están pasado y decir: “no lo siento, no puedo unirme a ninguno de vuestros espectaculares planes, porque debo quedarme sentada durante horas en este sofá frente a mi ordenador escribiendo noticias varias, con este calor húmedo y al lado de este ventilador que remueve el aire caliente”. Así es la vida amigos. Como no se puede tener todo, la disciplina es necesaria.