A partir de hoy, miércoles 1° de junio, Cinecanal se suma a los canales de la grilla básica de televisión paga, que ofrecen sus películas dobladas al español. Además de evocar un viejo post de Espectadores sobre una primera (y pueril) desilusión mediática, la noticia publicada ayer en El Cronista perturba a los adalides del subtitulado.
Hay quienes notamos hace algún tiempo la tendencia de la TV por cable a proyectar cada vez más films doblados. HBO Family ofrece toda su programación “en español” (la estrategia suena lógica en un canal apto para chicos que no saben leer) mientras Warner Channel y Mundo Fox alternan entre las versiones originales y las castellanizadas (la distinción a veces figura en la guía catódica que activamos en pantalla con el control remoto).
Da la sensación de que la de Cinecanal no es una decisión aislada. De hecho, es probable que las fundamentaciones esgrimidas por la compañía coincidan con las de la competencia: “diversos estudios de consumo demuestran que actualmente el cable está creciendo y que hay audiencias con mayor acceso (…), son la población de +49 años y los segmentos emergentes, ambos, interesados en contar con contenido en español”.
En esta propuesta de nacionalización del doblaje venezolano, el abogado Renzo Jiménez repasa la historia del doblaje y cuenta que las primeras conversiones al castellano se realizaron en España, con el consecuente uso de modismos propios que fueron mal aceptados en Latinoamérica. Este rechazo cultural llevó a las productoras regionales a considerar la elaboración de adaptaciones menos ibéricas y más universales.
Por su cercanía con el mayor productor de audiovisuales del mundo (USA), México se presentó como candidato óptimo. Con el apoyo de las grandes productoras estadounidenses, impulsó una floreciente industria que en su época de oro copó “el noventa por ciento del mercado latinoamericano” (Cuba, Puerto Rico y Venezuela se disputaron el diez restante) y que impuso una forma idiomática común para la región entera.
También es muy recomendable esta nota publicada años atrás en la edición argentina de Le Monde Diplomatique. Su autora Mariana Saúl se refiere a nuestra Ley de Doblaje (sancionada y promulgada en 1986, es la única en América Latina según el venezolano Jiménez) cuyo fin no es la defensa del idioma y de las obras nacionales como parte de una identidad propia, sino la mejor comercialización de productos televisivos y cinematográficos.
El castellano neutro* aparece entonces como una lengua que nadie habla pero que todo hispanoparlante entiende (de ahí su potencia marketinera). El problema es que, además de deteriorar la particularidad lingüistica de cada país, fracasa en términos de identificación: “ni un argentino, ni un colombiano, ni un chileno, ni un español se reconoce en ese no-acento”, comenta Saúl.
“Presidente, algunos dicen que con usted se viene el zurdaje”, le dijo Mirtha Legrand al entonces recién electo Néstor Kirchner. Los defensores del cine subtitulado nos permitimos parafrasearla para advertir sobre la reprochable tendencia catódica a la que Cinecanal adhiere desde hoy.
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* Aquí, Lila Petrella describe (y critica) muy bien al español neutro.