La sociedad en que vivimos está en crisis. “Vaya, acabas de inventar la rueda”, diréis. Ya, pero no me refiero sólo a la crisis económica que todo lo fagocita. En nombre de la crisis están desmontando el Estado de bienestar. La inversión pública ha desaparecido y los servicios de tipo social, como “lujo” que son, se han visto muy resentidos. Bueno, ya lo sabéis: hemos retrocedido décadas en cuanto a calidad de vida.
El discurso oficial nos responsabiliza a todos por igual. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Lo que significa que hemos acudido a la enseñanza pública por encima de nuestras posibilidades, hemos utilizado la sanidad pública por encima de nuestras posibilidades, nos hemos aprovechado de las ayudas públicas a la dependencia por encima de nuestras posibilidades, hemos consumido cultura por encima de nuestras posibilidades, hemos cobrado sueldos por encima de nuestras posibilidades, hemos invertido en vivienda por encima de nuestras posibilidades (bueno, hay que reconocer que algunos sí), y (relacionado con el punto anterior) nos hemos aprovechado de la buena fe de las entidades financieras por encima de nuestras posibilidades.
La lista podría seguir creciendo, pero no pretendo calcar un post más sobre la crisis y arrojar amargas quejas sobre las tropelías que están cometiendo gobernantes y grandes empresarios (incluidos los banqueros, por supuesto).
En este artículo quiero hablaros de un libro que debería leer todo aquel que siente que lo que está pasando no es justo, que cree que se están aprovechando de nosotros y que los verdaderos responsables de la crisis, lejos de pagar su culpa, se están beneficiando de la situación. Se trata de ‘Salmones contra percebes’, de la periodista Rosa María Artal, una mujercomprometida con su profesión y, por tanto, comprometida también con la sociedad, con la búsqueda de la verdad, con la concienciación de esa parte de la colectividad que todavía es reacia a abrir los ojos y admitir que si no hacemos nada, si continuamos aferrados a nuestro minúsculo pedacito de roca, en cualquier momento podemos ser las próximas víctimas de la “crisis”.
Descubrí a Rosa María a través de sus colaboraciones en ATTAC, la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana, que defiende un modelo económico basado en la justicia social y no en el enriquecimiento sin límites de quienes controlan los mercados financieros. La recordaba vagamente de su etapa en ‘Informe Semanal’ y en el Telediario de TVE, pero es ahora cuando realmente la he descubierto. Es lógico, es ahora cuando yo he abierto los ojos a la cruda realidad en que vivimos. Siempre he tenido inquietud por los asuntos sociales, me he movilizado cuando he necesitado defender una causa en la que estaba implicado, he recelado de la alta política y del mercadeo, y he sentido repulsa hacia los corruptos que se aprovechaban de lo público para enriquecerse. Como tanta otra gente. Pero no he sido consciente de la gravedad del asunto que nos ocupa y de la urgencia por actuar hasta hace poco. Los artículos de Rosa María Artal en su Periscopio (estáis tardando en visitarlo) y de otros periodistas y economistas comprometidos, como Ramón Lobo y Vicenç Navarro, me han acabado dando el empujón que necesitaba, y aquí me tenéis, escribiendo casi a diario sobre la realidad.
Sobre esa realidad, cruda, injusta, indignante, cabreante, trata ‘Salmones contra percebes’. Un compendio de las atrocidades que nuestros dirigentes políticos y los organismos internacionales han permitido por omisión de sus responsabilidades o por complicidad con quienes se han beneficiado y están beneficiándose de la situación. Pero no sólo es un relato sobre la crisis, que más allá de una crisis económica es, sobre todo, una crisis moral, de ausencia total de valores, de desprecio por las personas y los recursos naturales, de absoluta falta de empatía, sino que Rosa María propone una estrategia de actuación para cambiar las cosas. Una estrategia tan sencilla (y complicada a la vez) como despertar las conciencias de aquellos a quienes ella, muy acertadamente, llama percebes. Hay percebes por conveniencia, y el mejor ejemplo sería el de nuestro presidente plasmado. Aguantar, aguantar, aguantar, como el percebe que se aferra a su trocito de roca, es su táctica. Pero también están lospercebes que lo son por ignorancia. Los que jamás se han planteado que quizás, sólo quizás, podrían ser, por qué no, salmones. El miedo los atenaza. Necesitan defender, proteger, lo poco que tienen, aunque cada día que pasa tienen menos. No quieren imaginar, temen hacerlo, que si se despegaran de su asidero y probaran a nadar en busca de alternativas podrían acabar convirtiéndose en salmones inconformistas, que nadan a contracorriente, que luchan hasta la extenuación por superar las adversidades, que recelan del discurso oficial y trabajan para hacer posible que las cosas sean de otra manera.
El libro lo acabé hace un par de semanas. Se lee en un santiamén porque estáescrito de forma ágil, con un lenguaje claro y directo, y aderezado en todo momento con gotitas de humor ácido e ironía. Marqué un montón de páginas y párrafos pensando en cuando escribiera este artículo. Lo llenaría de citas interesantes. Pero no va a ser necesario. Me temo que ya me he alargado lo suficiente como para que os hagáis una idea de lo interesante que es el libro. Así que, a modo de despedida, transcribo un fragmento que nos deja un hilo de esperanza del que tirar. Pero tenemos que ser muchos quienes lo hagamos:
“Se hace preciso operar cambios. De raíz. Nos encontramos en un periodo ampliamente descrito en la decadencia de las civilizaciones. Todo cuanto nace es fluido al principio, pero luego se torna en rígido, incluso al cuerpo humano le va sucediendo con los años. Quienes desempeñan algún tipo de poder dedican su esfuerzo a que todo siga igual. Pero en las sociedades estratificadas no se mueve nada, no surgen proyectos interesantes. Es imprescindible inyectar savia nueva, fresca, renovada, a este ordenamiento social para que se regenere y vuelva a crecer. Se hace con la cabeza y con el corazón, con la empatía hacia los otros. Cooperando. Buscando el bien común. Sin miedo. Reflexionando.”