Arnau Puig. Revista Panorama. Marzo. 1996
En estos últimos años la ciudad de Málaga ha experimentado un cambio muy importante en el ámbito cultural, sobre todo a nivel artístico, por el número de museos existentes, ya que a los más antiguos como el Museo Picasso y el CAC (Centro de Arte Contemporáneo) se le han añadido otros recientemente caso de los museos Thyssen, Pompidou y Ruso, lo que convierte a esta ciudad un lugar idóneo para visitar, principalmente por la calidad de sus propuestas artísticas, como por ejemplo ocurre con el CAC que, después de estar unos meses cerrado tras la finalización del contrato con el anterior concesionario, ha reabierto sus puertas con una magnífica exposición del pintor irlandés Sean Scully, que se suma a la colección permanente.
Sean Scully (Dublín, 1945) está considerado como uno de los pintores más influyentes dentro del expresionismo abstracto geométrico, así como del minimalismo, sobre todo por crear un lenguaje muy particular.
De hecho, su labor creativa es muy elogiada en Catalunya, ya que uno de sus talleres se encuentra en Barcelona, así como por pertenecer a la órbita de artistas internacionales de la Galería Carles Taché. Los otros talleres están en Nueva York y Múnich. De hecho, la primera vez que tuve la oportunidad de contemplar su obra fue en la exposición Sean Scully: quinze anys. 1981-1985, que se mostró en la antigua sede de la Fundación La Caixa de Barcelona, en el Palau Macaya. Las obras que se exhibieron estaban relacionadas con su etapa americana, donde se percibía su preocupación por la composición, debido principalmente a la disposición de las líneas verticales, horizontales y diagonales. En aquel momento su pintura se basaba en la arquitectura, ya que aparecían ventanas, escaleras, puertas, paredes o muros, entre otros elementos. Son también importantes las antológicas que se realizaron en el IVAM, en 2002 y en la Fundación Joan Miró de Barcelona, cuatro años más tarde.
Recientemente intervino en la rehabilitación y transformación del interior de la iglesia románica de Santa Cecilia, situada cerca del monasterio benedictino de Montserrat, en el que ha sabido fusionar el pasado con el presente, de manera muy sensible y meditada, donde la luz, el color, la línea, la textura y la música forman un conjunto homogéneo que produce a quien la visita una sensación de paz y reflexión. De todos modos, no deja de ser un espacio espiritual y de recogimiento, y que el público que contempla las piezas que cuelgan en las paredes, a modo de pinturas al fresco, sea o no creyente siente igualmente un placer existencial. Actualmente se denomina a este espacio Instituto de Arte y Espiritualidad Sean Scully en el que, al margen de ser un espacio de meditación, también se efectúan conciertos, coloquios, conferencias, audiciones musicales, recitales poéticos y lecturas comentadas.
La obra de Scully destaca por su geometrismo, gracias a la aparición de pequeños rectángulos y cuadrados rectilíneos totalmente equilibrados, donde el color adquiere un gran protagonismo. Visualmente, estas formas geométricas parece que estén colocadas aleatoriamente, pero no es cierto, ya que el artista las dispone metódicamente, porque cuando inserta un determinado color o elemento lo hace conscientemente. En su obra se tiene la impresión de que existe una repetición y seriación en sus propuestas, pero realmente no es así, ya que en cada uno de sus trabajos hay pequeñas diferencias. A nivel cromático siente un especial interés por los tonos neutros, cálidos y ocres, aunque la luz también es esencial. Una luz que contrasta con su Dublín natal, pero tal vez sea la influencia mediterránea de Barcelona.
Respecto a sus referentes pictóricos, no oculta su admiración por Matisse, Mondrian y Rothko, aunque el expresionista abstracto americano Jasper Johns y los minimalistas Reinhardt y Sol Le Wit, también son importantes para él. La pintura de Scully gira alrededor de los sentimientos y las emociones, o lo que es lo mismo, el espíritu del ser humano. Para él. "la pintura tiene la capacidad de sintetizar el sentido del alma", y lo hace en la práctica fusionando el color con la composición, por lo que sus cuadros parecen paisajes.
Aunque nació en Dublín, a los cuatro años se traslada a Londres. Realiza estudios de arte en el Croydon College of art de la capital inglesa, y en la Newcastle University. En 1975 marcha a los Estados Unidos donde se dedicará a la enseñanza, concretamente en la Princeton University de Nueva Jersey hasta 1983, momento en el que obtiene la nacionalidad estadounidense, y también ganó la Guggenheim Fellowship. Su primera exposición individual tuvo lugar en la Rowan Galley de Londres en 1973.
La primera ocasión en que Sean Scully expuso en Málaga fue en 1997, en el Palacio Episcopal. Ahora lo hace en el CAC con una obra que sorprenderá, ya que después de cinco décadas de dedicarse exclusivamente a la abstracción y al minimalismo, ahora lo hace a través de la figuración. No es que haya abandonado la abstracción, sino que compagina ambas maneras de expresarse plásticamente. La muestra se titula Eleuthera, y sus comisarias son Elisabetg Dutz y Helena Juncosa. Anteriormente se había exhibido en el Museo Albertina de Viena. En total se exponen 44 obras, entre pinturas sobre aluminio -la mayoría de gran formato-, obra sobre papel -dibujos y pasteles- y fotografías, que corresponden al período 2015-2018.
Eleuthera proviene de la palabra griega "Eleutheros", que significa libertad. Aunque también existe una isla del archipiélago de las Bahamas que lleva el mismo nombre, lugar al que el artista suele ir de vacaciones. El proceso que ha llevado a Scully a realizar esta serie es largo, ya que primero ha fotografiado a su hijo Oisin cuando tenía ocho años -que fue bautizado por el padre Laplana, director del Museo de Montserrat, en el cual hay una obra de grandes dimensiones titulada La montaña de Oisin- y a su esposa, la también artista Liliana Tomasko, en una playa de las Bahamas, mientras el niño juega en la playa. Después hace unos esbozos de las fotografías con rotulador sobre papel en blanco y negro, y finalmente realiza las pinturas sobre aluminio, un soporte que no absorbe bien la pintura, efecto que crea una textura especial.
De hecho, Scully elabora obras que "invitan a reflexionar al espectador sobre la libertad en la creación de imágenes cotidianas y sobre el papel de la paternidad". Esta lectura de un retrato mostrando la silueta de su hijo tiene diferentes interpretaciones, aunque la principal es el sentimiento paternal, ya que en lugar de hacer una obra que lo homenajee lo que hace es una serie completa de él. En cada una de las piezas se ve a su hijo jugando con diversos objetos en la arena. Está situado en medio de un círculo de color que puede representar una cavidad, como si fuera el foso de un castillo de arena. Al niño no se le ve la cara, como si fuera un personaje anónimo. En algunos cuadros aparece también su madre con la cara tapada. Si analizamos las fotografías que se exponen vemos que en todas ellas su hijo está de espaldas o de lado y lleva una gorra azul y un bañador negro, y a su lado aparece un cubo azul.
El artista emplea en cada una de sus obras diversos colores: rojo, azul, rosa, amarillo, verde y negro, principalmente. El artista señala que "mi hijo juega en la playa, como es propio de los niños. Forma un círculo a su alrededor como si comprendiese que simbólicamente también debe crearse su lugar, cavar su foso y proteger su morada". En conjunto, toda la serie es fruto de la imaginación y también de la memoria de un padre que observa silenciosamente lo que hace su hijo que, aun siendo lo más normal a esa edad, no deja de ser importante para él, y que no se conforma con fotografiarlo solamente, sino en ir más allá representándolo según su propia visión, donde predomina más el color que la propia figura.