
Con Caramelos envenenados regresamos a sensaciones ya vividas, y quizá estemos ante la mejor canción del disco, disfrazada con un inicio más reposado que, sin embargo, coge un bucle de fuerza y ritmo auténticamente genial y distinto, donde los coros con los que han dotado al estribillo de esta canción nos hacen soñar de nuevo: "huuuuu, uuuuu... tú lo hiciste todo bien/ caramelos envenenados/ me preguntas ¿y ahora qué?/, yo creo que te he contestado". Vaivenes amorosos con tintes existenciales que rompen nuestra rutina: "tú y yo sólo sabemos estar aquí al mismo tiempo y echarnos de menos", como mejor metáfora de una relación enclavada en un presente cibernético que día a día nos aísla más y más de las personas que queremos. Un lapsus sonoro que de nuevo nos remite al denominador común de un disco trepidante que no deja ni un minuto de aburrimiento, porque Lobotomizados es regresar a una montaña rusa donde los tira y afloja de las secuencias sonoras nos hacen ir hacia adelante y hacia atrás como a los protagonistas del vídeo (no oficial) que sirvió de presentación a este tema. Agotados de tanto correr, Second, nos proponen con su música una buena dosis de optimismo y vitalidad, que se traduce en ritmos rápidos, ágiles y que no te dan un respiro. Lobotomizados es un tema pensado para la pista de baile más salvaje, y de paso, para hacer saltar a sus seguidores todo lo que se pueda en los festivales, pues estamos ante una de sus canciones más desenfadada y alocada, en la que se dan la mano la pericia musical e interpretativa con esas buenas dosis de inteligencia a la hora de elegir sus vídeos y cómo realizarlos, pues este Lobotomizados versión videoclip, tiene mucho de transformación; transformación intrépida e inteligente, como la propia canción, pues en ambos casos, están llamados a llegar al gran público.
Las reminiscencias de ecos ya escuchados en la discografía de Second se conjugan de nuevo en Antiyo, que se inicia con un coro muy significativo: "ah, ah, ah, oooh, sal, sal fuera de mí, querrás salir de mí antiyo", en lo que parece un nuevo reflejo que sale directo y a golpe de furia de ese espejo en el que ahora se miran sin miedo Los Cinco de Murcia, que se muestran sedientos de una rabia ardiente que necesitaba salir al mundo exterior, y que por lo que escuchamos, estaba ahí, y lo único que ocurría era que esperaba su momento para darse a conocer. Irracionales o no, Second se vuelven a mostrar espasmódicos en sus ritmos y muy alejados de su lado más racional. Algo que intentan amortiguar en La barrera sensorial, otra de las grandes canciones del disco, pues de nuevo se funden ritmos e imágenes muy potentes, sustentados en una melodía con banjo que la hace diferente e igual a la vez, pues su intensidad está fuera de toda duda, lo que también se pone de manifiesto con unos golpes de teclado magistrales. Una excelente carta de presentación para La velocidad no es espacio por tiempo; una canción en la que Sean Frutos tiene puestas todas sus esperanzas de cara a que se convierta en el nuevo himno del grupo; un tema cuya melodía, por otra parte, está llena de matices oscuros (tal y como ahora quiere mostrarse el grupo), y que en este corte del disco se caracteriza por matices plagados de inputs reticentes en la inmediatez; inmediatez sostenida en cortes continuos de lapsos y delapsos que a su vez rompen las barreras de la profundidad de fondo que posee en sí misma la canción, que sube definitivamente cuando las guitarras toman el mando, en una demostración más que llamativa de las grandes habilidades musicales y estilísticas de Fran Guirao y Javi Vox. La velocidad no es espacio por tiempo es la negación de las fórmulas empíricas y de la lógica, lo que supone una declaración en toda regla del estallido emocional de un Sean Frutos ávido de grandes dosis de guerra.
Una Montaña rusa que nos devuelve al origen o punto cero de la pendiente en Espectador; un espacio en blanco que Second completa con las melodías más clásicas de su discografía, pero adornada de esas gotitas de mala leche (reciente marca de la casa), y en la que de nuevo, ellos y nosotros, se reconcilian con las guitarras más planeadoras, que llenan nuestras mentes de mágicos y evocadores sonidos; brit-pop revitalizante en esencia pura: "no puede estar esta droga en mi interior... y ahora no puedo dejar de ser espectador". Una energía desbordante que se desplaza a gran velocidad en Si todo se oxida, otro escaparate de la vida expuesta a la orgía del instante, como si todo estuviese destinado o se redujera a un continuo devenir de átomos y moléculas que nos transforman en seres diferentes a cada segundo; siluetas que se desdibujan en un baile de sombras condenadas a no tocarse; esa podría ser una de sus definiciones de esta canción. Estamos de ocasión supone el epílogo a Montaña rusa, otra de las grandes canciones del disco, con melodías menos trepadoras, pero sí más añorables, sobre todo, tras el viaje intrépido y pletórico de crestas y valles sinfín al que Second nos ha invitado. Con este tema, los de Murcia, consolidan su buen gusto por los medios tiempos, y con ello rinden un homenaje a sus antiguas habilidades, pero no sólo eso, porque además, este track contiene un final en forma de aria magistral, como epílogo de despedida de una gran fiesta que necesita de un momento de recogimiento, aunque éste sólo sea eso, pequeño pero necesario; gran cláusula de cierre para un disco nuevo y diferente de Los Cinco de Murcia, que esta vez, nos invitan a visitar el lado más salvaje del brit-pop español, y de paso, destruir su cara más amable de chicos buenos del indie patrio.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.