Revista Psicología

Sectas: Codependencia colectiva (Una experiencia personal parte I)

Por Miriam100890

sectas

Este es un artículo escrito por Manuel Marques autor de del blog “en camino del héroe” y del libro “sé tu mejor versión”

Manuel ya ha colaborado con Psicorumbo en otras ocasiones con artículos realmente buenos:

Pero hoy se ha mojado más y ha decidido compartir con nosotros su experiencia durate años dentro de una secta.

Muy valiente ¿Verdad?

Te dejó con él y espero que disfrutes del artículo

🙂

Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar?, ¡qué fácil, rápido y barato!”

“Santiago Ramón y Cajal, médico y premio Nobel español”

En la sociedad occidental del siglo XXI, individualista, egoísta y competitiva, a la vez que inmadura y deshumanizada, abundan las organizaciones y grupos de carácter sectario; esta es la inevitable consecuencia de nuestro paradigma social y familiar actual, profundamente disfuncional y alienante; lo cual significa que dificulta -cuando no limita gravemente- nuestro sano desarrollo psicoemocional, alejándonos de nuestro ser esencial y convirtiéndonos en personajes extraños a nosotros mismos.

Como dice el viejo refrán español: “A río revuelto, ganancia de pescadores.”

Sectas

Dado que el concepto de secta, tal y como se maneja habitualmente, es tan polémico como mal entendido, vamos a definir esta palabra, partiendo de su etimología, según el diccionario de la RAE (Real Academia Española):

  1. Doctrina religiosa o ideológica que se aparta de lo que se considera ortodoxo.
  2. Conjunto de seguidores de una secta.
  3. Comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos.

Como podemos leer hay tres definiciones diferentes pero complementarias; en esta caso nos enfocaremos en la 2ª y la 3ª, comenzando por esta última. Lo más importante es resaltar el carácter cerrado, discriminador y exclusivo, así como coercitivo y destructivo, que caracteriza a los grupos y organizaciones que son definidos como Sectas.

Una secta, según mi propia experiencia -pues yo fui miembro de una- y las investigaciones que realicé posteriormente sobre este fenómeno, es una institución o grupo organizado, jerarquizado, cerrado -en lo realmente importante y fundamental- al público, y enfocado a un propósito prioritario de servicio a sí mismo, aunque exteriormente proyecte una imagen de utilidad y/o servicio público.

Esta definición es muy básica, pero sirve para comenzar a entender correctamente su espíritu y modus operandi. De hecho, muchas organizaciones e instituciones conocidas por todos nosotros podrían considerarse como auténticas sectas; por ejemplo, unidades militares o policiales de élite cuyo entrenamiento y actuaciones son excesivamente exigentes y discreccionales, empresas que reglamentan la vida privada de sus empleados, grupos de seguidores fanáticos de equipos deportivos cuyas acciones traspasan el límite de la legalidad, instituciones religiosas de larga tradición y perfectamente legales, grupos o comunidades practicantes de tradiciones culturales, filosóficas, religiosas minoritarias, grupos dedicados a la delincuencia organizada, etc.

Hemos de tener muy claro la siguiente realidad: El mundo no es blanco o negro en términos absolutos, sino gris en diferentes matices, y esto es aplicable también al propósito y funcionamiento de los grupos y organizaciones.


El mundo no es blanco o negro en términos absolutos, sino gris en diferentes matices
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¿Qué es lo que distingue una organización de una verdadera secta?

Precisamente, y en primer lugar, el efecto destructivo que la auténtica secta destructiva -valga la redundancia- tiene sobre sus miembros, salvo aquellos que se benefician directamente del resultado de las actividades de la organización; en segundo lugar, ¡y aquí llegamos al centro de la cuestión!, el contrato o relación que ésta ha suscrito de palabra o por escrito con los miembros que la conforman, está basada en la codependencia, y no en una auténtica y sana voluntad de servicio y beneficio para ambas, y para las terceras personas que estén en su círculo de influencia. ¡Ninguna de las partes es veraz ni sincera!

Los dirigentes de la organización buscan el poder, en algunos casos económico, y en todos los casos el obtenido mediante la lealtad absoluta de las personas que han puesto su confianza ciega en ellos…

¡El poder es el afrodisíaco más fuerte! Y yo he sido testigo de esta clase de poder.

Por otro lado, quienes se unen a las filas de este tipo de grupos, están buscando -con tanta ingenuidad como necesidad- el vínculo de pertenencia, con todos los beneficios derivados de él: Seguridad ante los desafíos y la incertidumbre de la vida, amistad, compañerismo, una verdadera familia,  significado  y motivación para sus vidas, y la oportunidad de ayudar o salvar a otras personas.

Esto es así en la mayoría de los casos, si bien, existe una minoría, menos ingenua y más ambiciosa, que desea encontrar en su pertenencia la oportunidad de destacar, hacer carrera y llegar a una posición desde donde se le permita dar rienda suelta a su afán de poder. ¡Hay muchas patologías sin resolver en estas situaciones!

He aquí un interesante testimonio de un antiguo miembro de una secta:

“Participé durante once años en centro espiritual donde se bebe el té de Ayahuasca, té que amplía la percepción de todo, expande la consciencia, supuestamente.

En realidad comprendí que esta expansión de consciencia sucede dentro de ciertos parámetros, dentro de los límites de la creencia profesada por el grupo, de su doctrina, y acepta a la persona discípula en mi situación allí, durante aquella sesión vi claramente que la secta era como una casa con muchas habitaciones, cada habitación tenía en ella objetos, estantes llenos de libros interesantes, y bonitos cuadros por las paredes.

En un vistazo reparé que entre los cuadros había una ventana, que antes yo pensaba que era un cuadro más, y al mirar por la ventana un velo se desprendió y vi una realidad mucho más amplia.

El contraste fue muy grande, comprendí que aquella casa donde yo estaba era una construcción fruto de la mente de una persona que nosotros teníamos como maestro, y en esta reciprocidad colectiva fortalecíamos la creencia por él elaborada, que venía vinculada al té, e incluso encontrábamos en ella más detalles.

Vi que podía estar años y años allí, fascinado con las historias, los detalles, los cuadros, libros, y habitaciones de aquella infraestructura, toda la vida, social y espiritual girando en torno de aquello, sin entender que una vida real, espiritual, de verdadero descubrimiento y expresión se encontraba en el lado de fuera de aquello.”

Como podemos comprobar, el fenómeno de la codependencia, tanto a nivel horizontal -entre los miembros- como verticalmente -del maestro hacia sus seguidores y viceversa- está presente todo el tiempo.

A continuación vamos a profundizar en la estructura y características de este tipo de grupos y organizaciones: En primer lugar hay siempre un círculo externo, formado por simpatizantes y miembros poco comprometidos, el cual funciona como estructura de captación y adoctrinamiento básico de nuevos miembros; este elemento sirve también como un filtro para separar a los meros curiosos o simpatizantes de aquellos que tienen las condiciones y el deseo de convertirse en miembros comprometidos al 100%.

En segundo lugar existe un círculo interno, formado únicamente por miembros que han superado un periodo de prueba y que están totalmente comprometidos con la organización y su ideario. Hay miembros de base, mandos medios y la propia jerarquía, la cual la forman aquellos con más veteranía y/o dedicación.

Este es el grupo más exclusivo, y su acceso está vedado incluso a los miembros básicos del círculo interno, son un círculo dentro un círculo, el cual a su vez, hace de puente con el círculo más accesible y transparente de cara al público externo.

Éste último elemento es el encargado de ejecutar las actividades que brindan al grupo u organización su faceta socialmente correcta y atractiva. Por el contrario, el doble círculo interno es el verdadero -y desconocido- corazón y el cerebro de la secta.

Dirigentes, miembros comprometidos de base, miembros en periodo de prueba y/o con dedicación parcial, y simpatizantes, forman una jerarquía rígida y muy bien compartimentada, cuya cúspide es el maestro, gurú, o máximo dirigente; su autoridad moral y pragmática, dentro de la organización, es absoluta; en consecuencia, sus órdenes y directrices se obedecen inmediatamente y sin discutir.

Sin embargo, todo este montaje carecería de fuerza sin un elemento imprescindible… Es el último a tratar, pero es el primero a considerar: Su ideología o doctrina, en definitiva, su basamento moral, como la sangre en las venas de cualquier criatura, que sin ella sería un cadáver inerte.

Todo ejército necesita una bandera bajo la cual luchar, y toda secta necesita de un ideal o misión única y exclusiva que llevar a cabo. Esto justifica -en apariencia y en origen- toda su existencia.

En ocasiones el grupo u organización fue fundada con un propósito legítimo y  de verdadero servicio, pero se corrompió durante el camino, desvirtuando su auténtica misión; otras veces en cambio, nació con la intención de acaparar y ejercer el poder manipulando la dedicación y la ilusión de aquellos que, engañados, se unieran a ella.

La ideología o doctrina es considerada, desde el momento en que eres iniciado a ella, como una verdad indiscutible, un dogma de fe, un mensaje infalible, y no se te permite ponerla en duda, ni siquiera en el más mínimo detalle, so pena que tu lealtad y compromiso sean seriamente cuestionados, con el consiguiente correctivo o castigo, o la expulsión del grupo.

Este conjunto de ideas vertebra toda la vida del grupo, contribuyendo a la uniformización de todo el pensamiento y sentimiento dentro de éste, y desterrando cualquier atisbo de rebelión individual ante el dogma impuesto desde la jerarquía.

La jerarquía defiende dentro y fuera del grupo, a capa y espada, la infalibilidad de su doctrina, la indiscutible superioridad de ésta ante cualquier otra que se le quiera comparar -y lo hace, al menos de puertas para dentro, con una arrogancia rayana en el fanatismo- y por supuesto, también la innegable necesidad y oportunidad de su misión, la cual ha de ser ejecutada a toda costa.

El adepto, o persona cuya individualidad y libertad de pensamiento y sentimiento han sido ahogadas en el profundo mar del conformismo y la ciega devoción que impera en el grupo, se ve sometido además a un peligroso dilema planteado desde el principio hasta el final, con todas sus consecuencias, por la jerarquía y sus compañeros de mayor rango; ¡estás con nosotros o estás contra nosotros! De este modo se le niega cualquier espacio para el sano escepticismo, y lo que es peor, se le obliga a elegir -y de ahí el carácter coercitivo de este tipo de organizaciones- entre sus afectos y amistades de fuera del grupo, y el afecto y el apoyo del propio grupo; este aspecto lo trataremos en profundidad más adelante.

Para concluir con esta primera parte del artículo, vamos a conocer un poco mejor al gran protagonista de esta historia: El adepto o miembro sometido a la disciplina y dominio de la secta.

Podría ser cualquiera de nosotros… ¡Tú o yo! Bien, yo lo fui durante varios años, y ciertamente, y dados los inciertos desafíos de la vida, nadie está a salvo de caer en las redes de una organización de este tipo; creer lo contrario es una peligrosa presunción que puede pagarse muy cara.

Ante todo, el candidato más proclive a caer preso de una secta, es principalmente una persona codependiente, o sea, alguien que en ese momento arrastra graves carencias emocionales; en pocas palabras, una persona codependiente, de facto o en riesgo de serlo, es aquella que durante su infancia y adolescencia no vio cubiertas sus necesidades mínimas de amor, reconocimiento y seguridad en sí misma.

Este tipo de personas está hambrienta de afecto y de apoyo, y es incapaz de dárselo a sí misma; en términos de Análisis Transaccional, “no ha recibido suficientes caricias emocionales” -y seguramente tampoco físicas- por lo cual es carne de cañón para cualquiera que se quiera aprovechar de ella ofreciéndole un poco de ese amor y apreciación que tanto necesita.

Esto puede suceder con una amistad o una pareja, y en este sentido la pertenencia a una secta es una relación de codependencia hacia un grupo de personas, no hacia alguien en particular, y tan dañina y denigrante como una relación de pareja insana y destructiva.

Dependencia

John Bradshaw, psicoterapeuta y escritor, autor del libro Nuestro niño interior, describe perfectamente la personalidad marcada por esta carencia:

“Un codependiente es una persona que carece de identidad propia; no sabe quién es, porque ha carecido de la libertad de descubrirlo por sí mismo, y al mismo tiempo no ha tenido modelos sanos y adecuados para seguir y construir una personalidad sólida y equilibrada.

Por tanto vive y se identifica a través de otras personas; sus necesidades son las de él, sus motivaciones las suyas. Nada hay en ella que sea auténtico y genuino, y en consecuencia existe en base al reconocimiento de otras personas, que para ella son figuras con autoridad moral.”

El codependiente, el más numeroso, pero no el único, candidato a engrosar las filas de una secta, vive ciego a sí mismo, a sus propias necesidades y a sus legítimos derechos, ¡y lo hace sin ser consciente de ello!

La ceguera del adepto-codependiente

Porque, en su fuero interno, esa es la única realidad que ha conocido, y son muchas, demasiadas, las personas que en nuestra sociedad responden a estas características…

En la segunda parte de este artículo abordaremos en detalle el proceso de captación y conversión de la persona que entra en contacto con una secta, las características más señaladas y destacables de los personajes que presiden este tipo de organizaciones, y cómo enfrentar el proceso de romper con la dependencia hacia ellas, superando las consecuencias inmediatas y a largo plazo de esta ruptura -que pueden ser traumáticas y muy desestabilizantes- y compartiré contigo algunas experiencias muy íntimas y personales.

Por último, y si estás realmente interesado, podrás leer algunas recomendaciones para mantenerte a salvo de este clase de grupos, y cómo facilitar una ayuda básica a cualquier persona que conozcas -incluida tú misma- que decidida a poner fin a su relación con una secta.

Manuel Marques Robles

Mentor y Coach para el Camino del Héroe


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