Superar un cáncer infantil es un proceso largo y complicado, y una vez que la enfermedad ha remitido deja secuelas, algo lógico teniendo en cuenta lo agresivo que es el tratamiento y la presión psicológica que sufren los niños. Una investigación desarrollada por expertos del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontifica Comillas (Madrid), determina que hasta el 23% de los niños y adolescentes que han debido de someterse a un tratamiento oncológico, sufren secuelas como el estrés postraumático.
El estudio titulado “Trastorno y síntomas de estrés postraumático en supervivientes de cáncer pediátrico”, ha sido presentado en una jornada organizada por ASION (Asociación de Padres de Niños con Cáncer), dicha jornada se ha desarrollado bajo el título ‘Cáncer infantil y emociones familiares’, el objetivo era aportar información sobre las secuelas psicológicas del cáncer infantil tras haber superado el tratamiento. También se ha analizado si el comportamiento de los padres durante el periodo en el que los niños han estado enfermos, ha influido en la evolución del estrés postraumático.
Según el estudio aportado, parece ser que existe una relación entre los sentimientos de los padres y su actuación durante la enfermedad, y la capacidad de los niños de adaptarse a la superación del cáncer con una salud psicológica óptima. Los niños de aquellos padres que han tenido una conducta persistente de sobreprotección, han tenido miedo y han estado tristes, tienden a padecer un nivel más elevado de estrés postraumático. En varias ocasiones se ha hablado de la mejora de las terapias contra el cáncer infantil, quizá también se tendría que trabajar un poco más con los padres para que pudieran transmitir a los niños enfermos una imagen de normalidad que permitiera que una vez superada la enfermedad, no sufrieran de forma tan acusada las secuelas psicológicas.
Los expertos apuntan que las secuelas traumáticas no están precisamente vinculadas a la gravedad del cáncer o lo complejo y agresivo que pueda ser el tratamiento, en cambio, están vinculadas a las emociones negativas causadas por esta grave enfermedad. Ese tipo de emociones que hemos descrito anteriormente, provocan que los niños sean más vulnerables y en consecuencia, que sufran las secuelas traumáticas a medio y largo plazo.
Por tanto, los padres deben contener ese tipo de emociones y comportamientos (que aunque lógicos, no son recomendables), deben actuar como un regulador emocional, animar, sonreír, restar importancia (aparentemente) y sobre todo brindar mucho apoyo y consuelo en esos momentos más difíciles relacionados con el tratamiento recibido.
Según explican aquí, los expertos apuntan que las emociones de culpa y rabia de los padres provocan en los niños dificultades para comprender e integrar la experiencia vivida con la enfermedad en su vida. El papel de los padres para que los niños superen la enfermedad y eviten las secuelas psicológicas es fundamental, el estudio puede ser de gran ayuda a los padres que actualmente están atravesando un momento difícil por la enfermedad de sus hijos.
Foto | Crumlin
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Secuelas psicológicas del cáncer infantil