Javier Rico
Este distrito de la ciudad de Madrid se ha convertido en nuestra segunda casa. Durante el presente curso 2019/2020 vamos a realizar más de treinta rutas con colegios e institutos de Villaverde, convirtiendo así a estos centros escolares y a los parque del distrito en los más frecuentados de toda la historia de Aver Aves. Y la lectura más interesante que sacamos de este récord es que desde la puerta de todos los centros realizamos rutas plenas de satisfacción gracias a gaviotas, petirrojos, garzas, gorriones o milanos y al resto de recursos ambientales que educan y entretienen a partes iguales a los escolares.
Ayer y hoy, sin ir más lejos, hemos estado con dos grupos del instituto de formación profesional Villaverde. Eran chavales entre 15 y 18 años. Una edad difícil para entusiasmarles, y a veces hasta simplemente para conseguir que centren su atención en una actividad que consiste en, “simplemente”, ver pájaros. Pero se consiguió, y al final alguno no paraba de fotografiar con el móvil al cormorán grande y la abubilla que se nos pusieron más cerca. Lógicamente extrañados por esas aves que nunca se habían parado a observar.
Si tiene que ser con ese aparato que llevan pegado a su mano como si fuera una prolongación de la misma, pues que sea así como entren en el mundo de la observación y el disfrute de la avifauna. Es un ejemplo, entre otros muchos, que extraemos de las rutas que realizamos estos días con varios colegios e institutos de Villaverde gracias a un acuerdo entre la delegación de este distrito de la FAPA Giner de los Ríos, la federación de asociaciones de madres y padres de alumnos de la Comunidad de Madrid, y el Ayuntamiento de Madrid, como ya os contamos en la anterior entrada al blog.
Una enconada pelea en vuelo entre dos milanos reales mientras un tercero planea a unos metros con toda la tranquilidad del mundo. Esta fue otra de las situaciones que elevó la atención del grupo de segundo de secundaria del IES Juan Ramón Jiménez, y de nuevo a menos de quinientos metros de su instituto. Lo de ver en un mismo árbol, poco antes, a un mito, un agateador común y una curruca cabecinegra también les impresionó.
Y ahora vamos con el alumnado más peque. Si hasta aquí hemos hablado de las rutas con estudiantes de entre 12 y 17 años, bajamos de repente hasta los cinco y seis añitos de primero de primaria del colegio República de El Salvador. Vaya diferencia, ¿verdad? En Aver Aves nos atrevemos con ello conscientes de que las aves nos van a echar un ala seguro para estimular la atención y participación de cada grupo.
Además, en este caso se añadió la colaboración maravillosa de las personas (vecinas y vecinos) que gestionan el huerto urbano El Cruce. Tenemos que dar las gracias a Ana, Lucio, Jacinto y Diego, entre otras de esas personas, por abrirnos sus puertas y completar la ruta que hicimos con los escolares más peques del colegio República de El Salvador. Tan importante como conocer a las aves es que Ana les contara que “los tomates no crecen en el supermercado, sino aquí, en los huertos”.
Tampoco queremos olvidar a los dos grupos de tercero de primaria del CEIP Antonio de Nebrija, especialmente preguntones en el buen sentido de la palabra. Nos encanta que se interesen, que pregunten, que suban el brazo constantemente para requerir más información sobre las aves, y que en una de estas se queden también con la vista hacia arriba, entusiasmados, ante el elegante vuelo de una garza real.
Y, claro, nada de todo esto sería lo mismo sin las zonas verdes que salpican la ciudad en general y Villaverde en particular, el Alto y el Bajo. Estamos recorriendo los parques de El Espinillo, Lineal del Manzanares, Ciudad de Los Ángeles, Los Pikos, El Cruce y algunos más que no tienen un nombre oficial, pero que contienen los setos, árboles y praderas justas para que mirlos, petirrojos, currucas, lavanderas y carboneros los frecuenten. Pero cuidado, que cada vez vamos más justitos de seres vivos que otorgan biodiversidad.
Ya nos centraremos en ello más adelante, en otra entrada exclusiva sobre el tema, pero ayer nos dio una grandísima pena comprobar que el olmo que daba acceso a una de las entradas al parque Lineal del Manzanares, y en el que habíamos visto merodear a jilgueros, verdecillos, carboneros y petirrojos, lo habían talado. Y no es el primero, ni el segundo ni el enésimo del que hemos comprobado su tala dentro de un proceso que tiende a domesticar en exceso la biodiversidad urbana, hacerla más artificial, prescindiendo de árboles que llevaban tantos años dando vida a las orillas del río Manzanares.
Infórmate sobre nuestras rutas para colegios, institutos y ampas por parques y jardines de la Comunidad de Madrid.