Las fuentes de la innovación, por tanto, que nos llevan a las oportunidades que creamos nosotros mismos deben ser identificadas con éxito. Y deberemos desestimar todo aquello que no procede de dichas fuentes. Muchos emprendedores acaban poniendo sus esfuerzos en pormenores, perdiendo fuerza en cosas que no son precisamente la fuente de la que brota su empresa. Pero esa fuente no puede ser la inspiración o la genialidad, que puede ocurrir, pero es algo fortuito de lo que no podemos depender, esa fuente debe provenir del trabajo organizado, sistemático y con una metodología clara. Y, aunque podemos seguir consejos y enseñanzas, al final los únicos resultados realmente adecuados para nuestro caso provendrán de la retroalimentación de nuestros propios datos, experiencias y resultados. Por ello, nadie nos va a enseñar cómo llevar nuestra empresa a los logros que esperamos, sino que seremos nosotros mismos con nuestro esfuerzo, innovación y buen hacer los que lo consigamos.
El proceso de emprender al fin y al cabo será por tanto el aprovechamiento de una oportunidad con un grado de éxito suficiente que nos permita avanzar innovando. Esta oportunidad surge de nosotros mismos, en un ciclo iterativo basado en el desarrollo y la innovación, donde cada iteración representará la creación y afianzamiento del éxito. Nos pueden enseñar métodos, técnicas, experiencias y teoría, tanto científica como artística. Pero al final será nuestra experiencia la que marcará la conversión del proyecto en realidad empresarial.Alejandro Betancourt