Revista Cultura y Ocio

“Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” de Alonso Fernández de Avellaneda

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

La RAE presenta una nueva edición del Quijote del apócrifo Avellaneda en el año de su cuarto centenario
Edición, estudio y notas de Luis Gómez Canseco.

De izquierda a derecha: Santiago Muñoz, Ángel Simón, Dario Villanueva y Francisco Rico.

De izquierda a derecha: Santiago Muñoz, Ángel Simón, Dario Villanueva y Francisco Rico.

Cubierta de: Quijote de Avellaneda

Cubierta de: Quijote de Avellaneda

Se ha presentado en la Real Academia Española (RAE) una nueva edición crítica del Quijote del apócrifo «Avellaneda» junto con otros dos libros: Diálogo sobre la vida feliz y Epístola exhortatoria a las letras, de Juan de Lucena, e Historia de los indios de la Nueva España, de fray Toribio de Benavente, Motolinía. Estos son los tres primeros volúmenes de la serie «Anejos de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española», patrocinada por la Fundación Aquae y al cuidado del Centro para la Edición de los Clásicos Españoles (CECE)

Luis Gómez Canseco, responsable de la edición crítica del Quijote de Avellaneda, quien ha enumerado al menos «tres razones para leerlo».
La primera, por «mero cotilleo. ¿Quién fue o quién no fue ese Avellaneda?» Después de tantos siglos, ha asegurado Gómez Canseco, «seguimos sin saberlo». La segunda, «tiene que ver con el propio Cervantes». Cuando este leyó la obra de Avellaneda, «debía de tener unos 67 años. Sin ese estimulo del apócrifo probablemente la segunda parte del Quijote no habría salido nunca a la luz». En manos de Cervantes, ha proseguido el profesor Canseco, «el Quijote de Avellaneda se convierte en un instrumento excepcional para cambiar la historia de la literatura. Cervantes se encuentra con un mecanismo para liberarse de ataduras como narrador. Como consecuencia del apócrifo, Cervantes escribió posiblemente un Quijote distinto al que tenía pensado, pero llegó al Quijote verdadero, al más libre, al más transgresor. Casi se puede decir que Cervantes, sin la participación de Avellaneda, no ocuparía el lugar que hoy ocupa en el santoral de la literatura universal».

Portada de la primera edición del Quijote de Avellaneda

Portada de la primera edición del Quijote de Avellaneda

La tercera razón para acercarse al Quijote de Avellaneda es «el propio libro: está bien escrito, se lee con gusto y sigue guardando interés para el lector actual. Esconde, además, información novedosa y atractiva para aquellos que quieran adentrarse por los entresijos que la literatura del Siglo de Oro guarda para los lectores del siglo XXI».

A mediados de 1614 y con la intención transparente de darle en la cabeza a Cervantes, salió a la arena el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, ese libro que hoy conocemos como el Quijote de Avellaneda. Y es que su autor tuvo a bien –y para mal– embozarse tras el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda para gozo, congoja y desesperación de los muchos que han malgastado sus horas y su mollera en discernir quién fue el tal, cuando, en realidad, tenemos ya el libro mismo que dejó escrito con su no poco de inteligencia y su mucho de mala baba.

A ese Avellaneda muy leído, pelota de los nobles, valedor de la Iglesia y devoto del rosario, el Quijote de 1605 tuvo que sentarle como un tiro. Y no solo porque Cervantes le hubiera espetado alguna de sus puyas a él y a su adorado Lope de Vega, sino porque el manco, a la chita callando, había dado al traste con ese orden del mundo que el postizo licenciado sostenía. Avellaneda saltó a la palestra para devolver el golpe y poner las cosas en su sitio. Pero no se piense que el libro con que lo hizo es un muermo tieso e ilegible: en absoluto, este otro Quijote contrahecho se lee con gusto y todavía guarda un buen saco de risas para los lectores del siglo XXI. Está, además, todo lo mucho que debe a su enemigo y todo lo que influyó en la segunda parte, que acaso Cervantes no hubiera terminado nunca de no ser por el atraco a pluma armada y el golpe bajo de 1614.

Detalle de la portada.

Detalle de la portada.

Ahora que se cumplen 400 años de su publicación, es un momento razonable para hincarle el diente a la Quijote apócrifo. Nada mejor que hacerlo en la edición que presenta la Real Academia Española, con un texto mejorado, que pone en pie la singular historia de la impresión del libro y que recorre los entresijos y los misterios que rodean a este importantísimo segundón de las letras hispánicas.

El autor:
Alonso Fernández de Avellaneda, natural de Tordesillas, Valladolid, es el seudónimo del autor del libro conocido como el Quijote de Avellaneda (título original: Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha), publicado, según su pie de imprenta falso, en Tarragona el año de 1614. Hasta el momento, no hay un acuerdo sobre su identidad, aunque se ha propuesto una serie de posibilidades (en el libro figuran más de treinta y cinco posibles). Entre los autores con más probabilidades y candidatura más asentada figuran Pedro Liñán de Riaza (quien, habiendo fallecido, habría visto terminada su obra por sus amigos Baltasar Elisio de Medinilla y Lope de Vega), Bartolomé y Lupercio Leonardo de Argensola, Jerónimo de Pasamonte y Cristóbal Suárez de Figueroa. Pero este último no podría justificar los abundantes aragonesismos que se encuentran en la obra. Hace algunos años Martín de Riquer abrió una pista a partir de varios indicios —tics de escritura, incorrecciones y torpezas de estilo, repetidas alusiones al rosario— que denunciarían a Jerónimo de Pasamonte, soldado y escritor que fue contemporáneo de Cervantes y combatió en Lepanto, como él, y autor de una Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte, que no llegó a ser impresa, y que se conserva en manuscrito en la Biblioteca Nazionale Vittorio Emanuele III de Nápoles. En la Primera parte puede haber inspirado el personaje de Ginés de Pasamonte, el galeote, que en la segunda se metamorfosea en Maese Pedro, el titiritero.

El libro:
Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras ha sido publicado por la Real Academia Española con edición, estudio y notas de Luis Gómez Canseco. Encuadernado en tapa dura, tiene 777 páginas.

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