Revista Cultura y Ocio

Seis recomendaciones literarias

Publicado el 31 julio 2018 por Benjamín Recacha García @brecacha
Seis recomendaciones literariasMis lecturas recomendadas para este verano.

Hace meses que tengo pendientes varias reseñas de novelas a las que creo que vale la pena dedicarle unas líneas, sobre todo porque no son best-sellers ni sus autores son celebridades. De hecho, a todos tengo la suerte de conocerlos y, como yo, buscan su espacio en el mercado editorial a base de trabajo, ilusión y honestidad. Y calidad, claro que sí, por qué no decirlo.

Total, que como hoy desaparezco (el máximo tiempo posible, cosa que espero que signifique todo el mes de agosto), y como sé que si espero más al final acabaré por no reseñarlas, he decidido hacer un mix en este artículo. Empiezo por la última.

El peso de la ira, Adrián Martín Ceregido (mundopalabras, 2018)

Hace dos días acabé de leer El peso de la ira, la segunda novela de mi amigo Adrián Martín Ceregido. Ayer le escribí un largo comentario en un mensaje privado, la mayor parte del cual se centraba en un aspecto de la estructura que creo que, de haberlo enfocado de otra manera, la habría hecho merecedora de la matrícula de honor. Desde mi humilde punto de vista, sólo puedo otorgarle un excelente. Menudo drama, ¿verdad, Adrián? La cuestión es que no puedo detallar ese «pero» a una obra magnífica, porque haría un spoiler tan bestia que el autor automáticamente me tacharía de su lista de amistades y me añadiría a la de merecedores de venganza.

La venganza es el tema del Adrián escritor. Toca otros muchos, pero es no sólo el eje en torno al cual interactúan unos personajes muy bien perfilados, sino el nexo común con su anterior trabajo, La venganza esquiva, una primera obra que ya quisiera para sí todo autor novel.

Dicen los que saben, que todo escritor debe encontrar su propia voz (aprovecho para recomendar la última crónica del IV Congreso de Escritores, sobre la fantástica charla entre Víctor del Árbol y Ricardo Menéndez Salmón, donde, entre otras cosas, hablaron del tema). Yo creo que la voz de Adrián ya estaba muy definida en La venganza esquiva. En El peso de la ira, una obra menos «monumental», que va directa a la yugular del lector, sin dejarle un momento de respiro, la ha acabado de matizar, y de lo que estoy seguro es que, como autor, no va a dejar de crecer.

Se puede explicar muy poco de esta novela sin desmontarla. Por eso lo que voy a hacer, simplemente, es recomendarla fervientemente. Diré que, además de la venganza, de los dilemas morales que afrontan algunos personajes (no todos), toca otros temas delicados, como la violencia contra las mujeres, de una forma valiente y poco condescendiente.

Adrián ha creado a una protagonista (que no lo es de un modo tradicional, pues aparece a mitad de la novela), Leire Sandoval, muy potente, con quien resulta muy sencillo empatizar, a la que seguro que va a extraer más jugo en futuros trabajos (ni siquiera puedo revelar a qué se dedica, pues reventaría el capítulo en el que aparece).

La otra cosa que tienen en común sus dos primeras novelas es el trabajo previo a la escritura. Se nota que hay una ardua tarea de documentación, de estructuración de la historia, de ambientación, que dota al conjunto de una gran solidez.

En definitiva, que cuesta entender, me cuesta muchísimo, cómo es posible que Adrián Martín no haya encontrado todavía una editorial «seria» (mundopalabras es una editorial muy seria, pero de autoedición, lo cual no es malo, ni mucho menos, si tienes claro que quieres autopublicar) ni una agencia literaria que apuesten por él. Absurdo e incomprensible.

En fin, que enhorabuena, colega.

Sudor y lluvia tras el fin del mundo, José Luis Díaz Caballero (Maclein y Parker, 2018)

Sudor y lluvia tras el fin del mundo también es la segunda novela de su autor, José Luis Díaz Caballero. Como Adrián, también es compañero de fatigas e ilusiones en la AEN – Asociación de Escritores Noveles. Así que, sí, le tengo un aprecio especial. Veréis que me pasa lo mismo con todos los libros de los que voy a hablar, pero ello no significa necesariamente que esté mediatizado a la hora de comentarlos. Como autor independiente, valoro muchísimo los logros de mis compañeros, sobre todo cuando es gracias a la calidad de su trabajo.

Compañeros. Es una palabra muy necesaria en un mundillo en el que a menudo se perciben envidias y suspicacias absurdas. Rechinar los dientes porque otro escritor consigue asomar la cabeza es de las cosas más tontas que uno puede hacer. Esto no es una competición, leñe.

Pero vayamos con la novela de José Luis, que me desvío y luego me acabará saliendo un post de tres mil palabras.

A finales de abril asistí a la presentación en Gijón sin prejuicios ni expectativas. La interesantísima charla entre Elena Jarrín y el autor me convenció, así que la compré. Y fue un acierto.

No es una historia agradable, sino más bien todo lo contrario. Construida a base de las debilidades y la mezquindad de sus personajes, seres grises, que trampean por la vida sin conciencia de estar desaprovechando el tiempo, alimentándose de su desgracia, y alimentándola, de forma que la bola de nieve va creciendo más y más mientras desciende por la pendiente de la montaña, hasta que, aun siendo evidente la inminencia del desastre, o quizás por eso, nadie hace nada por evitarlo.

Los protagonistas de Sudor y lluvia tras el fin del mundo son personas anodinas, tras cuya careta de normalidad, la que podemos lucir cualquiera de nosotros a diario, se enzarzan en una batalla sin cuartel los sentimientos más primarios, el miedo, sobre todo; el miedo a la soledad, al fracaso, al rechazo, al dolor, al qué dirán.

Y José Luis logra algo muy interesante: traspasar al lector esos sentimientos mediante una narración espesa, meticulosa (a veces hasta la exasperación) en el lenguaje, cargada de imágenes pesadas e incómodas. Es una historia ácida y amarga, que se te engancha a la piel, como el sudor seco, y que, sin embargo, se lee con fluidez.

En mi opinión, en algunos pasajes el autor abusa de la combinación de adjetivos, a veces incluso incongruentes, pero ya hace unas semanas que acabé el libro y debo decir que ese uso «obsesivo» del lenguaje es un elemento decisivo para que la lectura deje poso.

En cualquier caso, un trabajo excelente, que espero le abra las puertas a una larga y exitosa aventura editorial.

El barman de Reykjavik, Jordi Pujolà (Ediciones Camelot, 2017)

A Jordi Pujolà lo conocí en persona en la última feria del libro de Sant Jordi, en Barcelona. Unos días después volvimos a coincidir en el IV Congreso de Escritores, en Gijón, y sólo puedo sentirme afortunado por haber sumado un amigo más a una lista que nunca es demasiado larga.

El barman de Reykjavik, su segunda novela, narra el viaje vital de un hombre que, tras alcanzar la cima, asiste impotente al derrumbamiento de todo lo que había construido hasta quedar enterrado bajo montones de escombros. Ese desastre, sin embargo, supone un nuevo comienzo, el nacimiento de una vida completamente nueva, en un escenario tan exótico y remoto como Islandia.

Hay historias que te llegan en el momento justo; a las que quizás en otra época de tu vida no les prestarías tanta atención, que no te transmitirían tanto, pero que si las lees «cuando toca», las saboreas de forma especial. Me pasó con El barman de Reykjavik, no porque yo haya pensado alguna vez en mudarme a Islandia (como sí hizo, por cierto, el autor; de hecho, vive allí), pero sí por coincidir con un momento de cambios importantes. Digamos que la lectura me ayudó a afrontarlos.

Porque una característica interesante que tiene la novela es que contagia el optimismo innato de su autor, una persona discreta de entrada, pero entusiasta, muy observadora, cuya mente trabaja constantemente buscando nuevos retos y cómo llevarlos a buen puerto.

Jordi Pujolà consigue transportarnos a Islandia y transmitirnos la atmósfera de un lugar muy especial, donde no sólo hace frío y estamos rodeados de un espectáculo natural constante, sino que pasan muchas cosas.

Hay varias tramas paralelas, que se desarrollan en escenarios tan alejados como Barcelona y un campamento de refugiados en una de tantas guerras africanas olvidadas, historias que acabarán confluyendo a través de un hilo que, sin quererlo, mantiene a Marc, el protagonista, atado a la parte más oscura de su pasado.

Jordi tiene una escritura muy ágil y visual, y la habilidad para introducir en el relato detalles sorprendentes (como el tiburón de la portada), que dotan a la lectura de un atractivo añadido.

Por ponerle una pega, no me acabó de convencer el final. Me dejó la sensación de estar un poco fuera de lugar respecto a todo lo anterior. No puedo revelar más, y es sólo una opinión que, en cualquier caso, no desmerece en absoluto el conjunto. Una novela muy recomendable.

Viento del Norte, Laura Ruiz Rivas (Create Space, 2017)

Completo el póker de colegas de la AEN con Laura Ruiz, con quien tuve el enorme placer de compartir charlas y risas en Gijón. Obviamente, nos explicamos nuestras aventuras como autores independientes e intercambiamos libros.

Viento del Norte es una historia juvenil, porque sus protagonistas son adolescentes y porque leyéndola uno se traslada a esa época trepidante en que todo parecía trascendental en nuestras vidas. Ciertamente, los impactos emocionales que recibimos en un momento en que se está definiendo la manera como vamos a afrontar nuestra relación con el mundo son muy importantes, aunque, por suerte, también aprendemos a relativizarlos. Cuánto y cómo acabarán marcándonos depende en buena medida de nuestro entorno, de los apoyos con que contemos, del acompañamiento que recibamos, de lo más o menos intensa que sea la sensación de sentirnos incomprendidos.

Y de eso va en buena parte el libro de Laura. Un grupo de chavales marcados en su entorno escolar por su aparente debilidad externa, que hacen piña y que, para huir de una realidad que los condena a la resignación, deciden hacerse piratas.

Aunque deberán hacer frente a nuevas dificultades, pronto se ven inmersos en una aventura apasionante, gracias a la cual descubrirán que son mucho más fuertes de lo que pensaban y que los llevará a encontrar complicidades inesperadas.

La novela está escrita desde el punto de vista de Bady, el «líder» de la pandilla, y transmite toda la pasión de su autora, la intensidad de las historias de piratas, mediante un estilo que nos hace navegar a través de sus páginas a toda vela, y que con frecuencia roza lo poético.

Absolutamente recomendable para cualquiera que conserve en el corazón el cosquilleo que acompaña a la expectativa de una aventura, por modesta que sea.

El mundo de Ethan, Júlia Díez (Independently published, 2017 – 1ª edición con La Topera Editorial, en 2013)

Júlia Díez es compañera en otra asociación de escritores, la PAE – Plataforma de Adictos a la Escritura, un nido de locos que conservamos la esperanza en que la salvación de la humanidad radica en las páginas de un libro. La declaración me ha quedado bastante loca, pero lo cierto es que en las páginas de El mundo de Ethan habitan buena parte de los ingredientes que, convenientemente mezclados, deberían contribuir a que la humanidad recupere la ídem.

Ethan es un niño «normal», lo que en el mundo en el que vive, donde todos tienen alguna característica extraordinaria, un cumhacht, que los hace únicos, significa ser un bicho raro y, por tanto, sufrir el desprecio de quienes se sienten superiores.

Nuestro protagonista, por tanto, se instala en la resignación, en esa posición de inferioridad que habitualmente adoptamos cuando consiguen que asumamos nuestra supuesta falta de capacidad.

Por suerte, Ethan está rodeado de un círculo familiar que lo apoya, entre el que destaca su burrito Antoine, su amigo del alma, quien mejor lo comprende.

Júlia escribe muy bien. Gracias a su habilidad narrativa engarza una historia repleta de aventuras que tratan temas trascendentales de una forma muy natural, de manera que la novela logra captar el interés de lectores muy jóvenes, pero también engancha a los adultos.

La amistad, la superación personal, el amor incondicional, la envidia, el dolor, la confianza… desfilan por El mundo de Ethan conformando un conjunto muy sólido que transmite un mensaje muy necesario en nuestro mundo tan competitivo y, a menudo, tan falto de empatía.

Además, el libro cuenta con las excelentes ilustraciones de Iñaki Espi, que complementan la historia a la perfección.

El retrato de Irene, Alena Collar (Baile del Sol, 2016)

A Alena Collar la conocí gracias al «club literario» Facebook. Me parecían interesantes las reflexiones que compartía, y cuando publicó El chico de la chaqueta roja lo leí. Me gustó, sobre todo por su estilo tan particular, así que volví a «confiar» en su escritura y me hice con El retrato de Irene, su última novela. Otro acierto.

Hace meses que la acabé, así que algunos aspectos de la trama empiezan a emborronárseme; lo que no se diluye es la buena sensación que me dejó. Es una historia intimista, centrada en dos personajes: Irene, la abuela, y Álvaro, el nieto, que, pese a haber convivido durante la juventud de este, cuando realmente empiezan a comunicarse con sinceridad es a partir de la muerte de la primera.

No, no hay sesiones de espiritismo ni experiencias paranormales. Todo gira en torno a los diarios de Irene, que Álvaro descubre al regresar a Madrid para hacerse cargo de la venta de la casa familiar.

Lo que su abuela explica en ellos abre compartimentos de la memoria que habían permanecido sellados mediante uno de esos pactos de silencio que, con la intención de no dañar a quien los ignora, cuando se descubren tanto daño hacen; no tanto por lo que revelan como por la conciencia de haber vivido en un engaño.

El retrato de Irene trata sobre la memoria, la histórica, centrada en dos momentos tan deplorables como los golpes de Estado fascistas sufridos en España y en Chile, y la personal. Trata sobre las decisiones que tomamos y las que toman por nosotros, decisiones que acaban marcándonos durante toda la vida, y que continuamente nos hacen preguntarnos «¿Y si…?». Trata sobre el arrepentimiento, sobre la resignación, sobre los silencios en el ámbito familiar, que se enquistan hasta hacer imposible la vuelta atrás.

La historia está narrada en un tono melancólico, el que imponen los diarios de Irene, su personalidad de ave encerrada en una jaula, que tiene su contrapunto en el ejercicio de reconstrucción mental que Álvaro experimenta para poder procesar toda esa información durante tantos años silenciada para «protegerlo». Porque Álvaro arrastra un pasado trágico al que siempre ha procurado no asomarse.

Sin embargo, la autora no se regodea en la desgracia ni en el reproche, y nos reserva en la parte final un caramelo que, sin ese pasado convulso y silenciado, el protagonista no podría saborear.

Aquí lo dejo. No he llegado a las tres mil palabras, pero poco ha faltado. En fin, que tenéis lecturas veraniegas para elegir. Tres autoras y tres autores a los que aprecio de verdad y que espero que a partir de ahora acumulen miles de nuevos lectores.

Me voy de vacaciones.

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